Capítulo 42

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David miró el reloj. Había llegado puntual y estaba escondido dentro de una tienda de ropa de las antiguas. De esas tiendas de barrio que no tenían ni tan siquiera cámaras y en las que no había ningún guardia vigilándolas. El chico se dejó caer en el único sillón que había en la tienda de ropa, de señor mayor y elegante, y removió las piernas incómodo. La herida del abdomen le dio una punzada justo en el momento en el que alguien entró en la tienda que aún conservaba la luz apagada. David se llevó instintivamente la mano a su pistola hasta que distinguió la figura de Paulo. El chico se levantó y se acercó a él, asegurándose de que estaba solo y de que no lo había seguido nadie.

—¿Te ha visto alguien?

Estaban en el almacén de la tienda y a oscuras, iluminados tan sólo con una vela que David había llevado consigo. Nada de móviles. Nada de localizaciones. Paulo, con sus ojos oscuros y su cabello rubio negó con la cabeza, aunque dirigió una mirada dura a David.

—¿Estás totalmente seguro de lo que quieres hacer? —le preguntó a David.

Ambos habían hablado por teléfono esa misma tarde. David se las apañó para llamarlo cuando sabía que Baref estaba ocupado en otros asuntos. El mismo se había asegurado de conocer la rutina de Baref, y Darren le había sido de gran ayuda para ello. Y por supuesto, había colaborado mucho más con él después de que David lograra que Darren subiese de posición ante los hombres de Don Giovín. Y aún más lo había hecho que matase al hombre que lo violaba.

—Esa no es la pregunta. —respondió imponente—. La pregunta es si tú estás dispuesto a hacerlo.

Paulo se tocó un codo en un gesto de vacilación.

—Dicen que mataste a Maek. —le dijo entonces, sin responder a su pregunta pero con un brillo extraño en sus ojos.

David ladeó los labios, peligrosamente.

—No voy a responder a eso.

Paulo cogió aire visiblemente, abriendo mucho la boca como si le faltase oxígeno. La tienda le parecía ahora más pequeña con David en ella. Era como si su presencia lo inundase todo.

—Necesito que me respondas a eso para saber si quiero formar o no parte de esto. —le pidió Paulo tocándose un hombro como si le picase.

—Desnúdate. —le dijo David al ver el gesto y antes de apuntarlo con su pistola.

Aún Paulo no le había dado motivos para confiar en él, y después de que Carmen llevase un micrófono, no podía permitirse el no asegurarse de que Paulo no llevaba uno.

—No llevo nada. —le aseguró el chico.

—Ya me has oído —le respondió David, con tanta seriedad que Paulo hizo una mueca y se desvistió completamente salvo por unos boxers de cuadros.

David lo observó y algo en la mirada del chico le dijo que no llevaba un micrófono. Aún así, sacó un aparato metálico que le pasó por todo el cuerpo, manteniendo las distancias. Si le habían introducido algún micrófono bajo la piel, ese aparato se lo diría emitiendo un pitido. Tras un rato, el silencio y sus respiraciones eran los únicos sonidos del lugar mezclados con el tiempo que hacía fuera. Con un gesto, le indicó que podía volver a vestirse. Paulo obedeció y dudó sobre si acercarse más a David o no, así que fue el chico de fuego quien se acercó más a Paulo, sintiendo como le temía en aquellas circunstancias.

—Digamos que Maek está muerto y que ahora mismo no importa quién lo matase. —le soltó entonces David, respondiéndole a su pregunta y sabiendo que estaba jugando con un fuego mucho mayor que el suyo propio.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now