Capítulo 6.1

600 172 11
                                    


Pedro seguía con su retahíla de gritos negándole a Verónica ir a aquel lugar.

—¡Ni tan siquiera te dejaré poner un sólo pie fuera de nuestra casa si quieres hacer lo que estás diciendo!

Verónica puso los ojos en blanco, en un gesto que a Jorge le pareció divertido, pero a David y a Pedro, que querían lo mismo les cabreó aún más. Por una fracción de segundo la chica disfrutó de tener a dos de las personas más importantes para ella en la misma habitación. Se le hacía extraño y bonito al mismo tiempo, sobre todo cuando por fin se habían puesto de acuerdo sobre algo y porque creía que Pedro ya no quería matar a David. O al menos, la chica pensaba que su padre ya no se tomaba eso de darle muerte o meterlo en la cárcel con tanta seriedad como antes.

La joven cogió aire cuando David volvió a hablarle. Estaba fuera de si porque sabía perfectamente que Verónica era capaz de ir a Maison La Noir sola en cuanto que él tuviese que apartarse de ella por cualquier motivo. El peligro que el enfado le daba al rostro de David lo hacía aún más atractivo. La chica vio como se pasaba la lengua por los labios, en un gesto que le hizo dudar de si era real. Lento, muy lento y sensual. ¿Cómo podía haber tanta perfección y tanto peligro conviviendo de una forma tan natural y seductora en un solo cuerpo? David era la respuesta a esa pregunta.

—Encontraremos otra forma de sacar a Rose de allí. —le aseguró David, esta vez sin gritar y conteniendo sus emociones y el miedo que le daba que alguien dañase a Verónica.

No es que él se creyese el imprescindible protector de nadie, pero el chico sabía de lo que eran capaces esos hombres, y la mera idea le hacía querer exterminarlos a todos uno a uno lenta y dolorosamente.

—¿Antes de que la maten?

Verónica habló con calma, imitando a David. Ellos se querían, y lo que había entre los dos era mucho más fuerte que cualquier diferencia de opiniones, por muy grande que fuese. La intensidad con la que ambos intercambiaron una mirada antes de que David desviase la suya, inmutable, hizo que el corazón de la chica se acelerase. El chico cerró los ojos y en ese momento sintió algo de remordimiento por contarle a Pedro lo que Verónica quería hacer, pero era algo necesario si no quería vivir con el miedo de que fuese a ese lugar cuando no estuviesen juntos.

—¡No voy a arriesgar la vida de mi hija para salvar la de otra chica! —vociferó Pedro, irritado.

Al contrario de David él seguía gritando. El joven le dedicó una mirada comprensiva a Verónica, dándole apoyo pero negándose en rotundo a la idea de que fuese a ese lugar. El chico reprimió las ganas de gritar a Pedro para que dejase de chillar a Verónica, pero tiró todo lo que pudo de su autocontrol para recordarse que él era el padre de su chica, y que si en algún momento él y Verónica tenían hijos, no le gustaría que nadie le contradijese delante de sus hijos. Además, había sido él quien había provocado esa situación. Se había chivado. Nunca en toda su vida había hecho eso. Incluso había matado a más de una persona simplemente por rumores sobre que había dicho algo que no debería. Siempre había desconfiado de los chivatos, y ahora se había convertido en uno para evitar que Verónica hiciese alguna locura. Bueno, trató de no culparse, tan sólo se había chivado tratando de protegerla y jamás iba a volver a hacerlo.

Apretando los labios, trató de no meterse en la conversación. Por otro lado... ¡él pensando en tener hijos! ... Vaya... Aquello sí que era nuevo. Al menos sin que otra persona se lo mencionase. Que esa idea se le viniese a la cabeza así, tal cual, sin un contexto que lo provocase, casi logró asustarlo. La cosa en ese día iba de sustos.

—Esa chica también es hija de alguien. Y ya ha sufrido bastante. Mataron a su hermana delante de ella y tiene que seguir sirviendo a su asesina a diario. Hora tras hora, minuto tras minuto. —dijo Verónica.

—Y vamos a encontrar la forma de ayudarla y de sacarla de allí. Yo le di mi palabra, ojos azules, y voy a sacarla cueste lo que cueste, pero no a consta de involucrarte a ti.

Pedro se tensó al escuchar la forma en la que el chico se había dirigido a su hija. Ojos azules. Iba a decir algo en contra de David cuando Jorge le dio un codazo, pidiéndole que no se metiese en la forma en la que se llamaban con cariño. Ojos azules. A su hija Verónica. ¡A su niña! ¡Ni tan siquiera él la había llamado nunca así! Tal vez nena o princesa, pero jamás ojos azules. Pedro frunció el ceño y se quedó mirando la cara de su hija. Ahí estaba de nuevo ese brillo en su mirada que sólo era capaz de ver cuando tenía a David delante o cuando pensaba en él. El ver lo que ambos sentían el uno por el otro lograba enfadarlo. Y la voz de él, había cierto cariño en ella cada vez que hablaba con su hija que le erizaba la piel. Sea lo que sea lo que ambos tenían, era algo real. Y aterrador para Pedro como padre. Cada vez que se miraban o cada vez que hablaban, el hombre lograba ver esa conexión que los jóvenes tenían. ¿Cómo había estado tan ciego antes? Quizá porque no estaba dispuesto a ver. Miraba, pero no veía lo que había entre su hija y ese chico al que acusó injustamente de querer prostituirla.

—Yo hasta que supe que era tu hija no lo vi una idea tan descabellada. Tal vez podemos buscar a otra chica y asegurarnos de que nadie la conoce, y si hacemos lo que dijimos antes de hacerla pasar por la prostituta de confianza de algún jeque, de la nacionalidad que sea, podemos tener una oportunidad de sacarla de allí. No podemos entrar en ese lugar de ninguna otra forma, a no ser que lo haga David, y tiene más peligro que Verónica o que quien sea en aquel sitio.

David pensó que aquello no iba a funcionar. La mayoría de los hombres que frecuentaban Maison la Noir conocían a todos los policías y aunque quisiesen contratar a una actriz los hombres de aquel burdel sabrían antes que nadie la cara y el nombre de la chica que contratasen. Sería carne muerta nada más entrar en ese lugar. Pedro dio un golpe en el mueble más cercano y fulminó con la mirada a Jorge.

—¡¿Has sido tú quien le ha metido esa idea tan absurda en la cabeza?!

Gracias por leer. Os subo uno más en un momentito. Sois maravillosas!

Ig: itssarahmey

Fb: sarah mey libros

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now