Capítulo 18.2

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No pudo evitar preguntar, y por la mirada que le dirigió su madre, se arrepintió de haber preguntado.

—Nada.

Y Verónica sabía que la conversación acababa ahí, pero ella continuó aprovechando que estaban en un coche y que su madre no podría irse de él como podía hacer si mantenían esa conversación en cualquier habitación.

—¿Te das cuenta de que él es mi elección, verdad?

Violeta comenzó a farfullar por lo bajo, le dirigió una mirada a Verónica apartando la vista de la carretera y la amenazó.

—¿A qué te vas andando?

Verónica no se esperaba aquello.

—¿Me estás amenazando con echarme del coche?

Tuvo que reprimir la risa de lo surrealista que le parecía aquello. El coche seguía avanzando pero Verónica se percató de que su madre había aminorado la velocidad, por lo que decidió no hacer ningún comentario de más y ponerse a mirar el paisaje, aunque sabía que si se iba podría ir antes a la tienda de segunda mano a vender sus objetos y comprar los teléfonos, no quería enfadar más a su madre. No se lo merecía.

Le gustaba volver a casa andando. Era su momento de libertad, pero si también tenía que ir andando eso implicaba levantarse al menos media hora antes para llegar a tiempo caminando. La idea no le gustaba, aunque sabía que su madre no la dejaría ir sola al instituto por miedo a que no fuese a clases y pasase esas seis horas con David. Verónica se detuvo a pensar en él. Siempre era su primer pensamiento nada más abrir los ojos. Lo echaba demasiado de menos y todo su cuerpo clamaba por cada poro de su ser que necesitaba estar con David. No se arrepentía de no haber hecho el amor con él el día anterior por la tarde, porque había aprovechado y disfrutado cada momento que estaban juntos, pero una parte de ella, necesitaba volver a estar con él y acabar lo que empezaron en la cama de la casa de Jorge. Y algo le decía, que David iba a ir a buscarla pronto. Era la primera vez que discutían por algo que no fuese Rubén, si es que lo que pasó aquella noche llegó a ser una disputa, pero aún tenía mal sabor de boca por cómo se habían hablado ambos y por cómo habían perdido los papeles.

Verónica miró los árboles de un parque pequeño al pasar por allí con el coche. Entendía que a David le diese miedo que ella entrase en Maison la Noir, y comprendía con toda su alma que no quisiese que lo hiciese y que montase en cólera al imaginársela allí, pero lo que no era capaz de entender David, era que Verónica lo conocía tan bien que sabía que él no iba a descansar hasta que Rose estuviese a salvo. No porque le gustase ni sintiese algo por ella, sino porque le había dado su palabra de que la sacaría de aquel lugar y le había pedido ayuda a cambio. Rose había cumplido, y David no. Y eso era algo que el chico odiaba y que iba a tratar de poner remedio aunque tuviese que exponerse él al peligro de entrar allí. Precisamente por eso, necesitaba entrar ella. Verónica apretó los labios. Aún no sabía cómo entrar en ese dichoso lugar, pero no iba a tardar en averiguarlo, y sabía de alguien que conocía perfectamente un lugar como Maison la Noir sin tener que recurrir a Jorge. Tendría que ser discreta a la hora de extraer información, y algo en su interior le dijo que era capaz de hacerlo. Verónica sonrió al mirar por la ventanilla. Curiosamente, esa persona, por primera vez en mucho tiempo, había sido puntual y la estaba esperando en la puerta del instituto.

Gracias por leer. ¿Os han gustado? ¿Qué creéis que pasará? Un abrazo grandísisisisisimo!

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