Capítulo FINAL

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Cerró la puerta y se extrañó de que el joven no la mirase y ni tan siquiera la saludase.

A su lado, el chico dirigió una mirada rápida a Pedro, casi de soslayo y comenzó a deslizar el coche con velocidad a través de las calles. Verónica se mantuvo tensa a su lado. ¿Por qué no la había saludado?

—David... —lo llamó, pero el chico se mantuvo serio y mirando hacia delante.

Llevaba puesta una camiseta negra de manga larga y unos vaqueros. También llevaba unos zapatos que Verónica jamás le había visto. De hecho, incluso su perfil le resultaba diferente.

Cerró los ojos y se acomodó en el respaldo del asiento del copiloto. Se estaba volviendo loca. Eso tenía que ser.

—Siento haberte metido en todo este lío. Entiendo que estés enfadado. Créeme que lo hago.

Por toda respuesta, el chico tan sólo asintió, pero seguía sin mirarla. Verónica no lo aguantó más y colocó su mano sobre la suya cuando buscó la palanca de cambio.

Sus pieles se rozaron en ese momento, pero por primera vez desde que lo conocía, la chica no sintió como todo su cuerpo respondía ante su tacto. Era como si algo se hubiese roto entre ellos. Como si faltase una conexión que los envolvía a ambos y que también era visible a ojos de otras personas. ¿Qué diablos había pasado? ¿Estaba David dispuesto a dejarla por lo que ella había hecho? Aquello era imposible. Ellos dos se amaban. Se amaban. Claro que lo hacían.

Verónica alejó la mano rápidamente y se la entrelazó con su otra mano, nerviosa. Dirigió la vista hacia delante y contuvo el aliento. Allí pasaba algo raro. David era capaz de llenarlo todo con su presencia. Era capaz de relajarla, de calmarla, incluso de una manera más profunda y hermosa de la que lograba su hermano. Una punzada de pena la invadió al darse cuenta de que iba a tardar un tiempo en volver a ver a Víctor. ¡Pero iban a volver a verse! Se gritó aquello en su mente. Claro que sí. Su hermano iba a seguir vivo. Y ella. Todos iban a seguir vivos. Incluso Eva.

—Eva... —comenzó Verónica, pero el conductor de cabello ensortijado seguía sin responderle.

Frustrada por su distancia, volvió a intentar poner una mano sobre el chico, pero en esta ocasión, la apartó antes de que sus pieles volvieran a encontrarse.

—¿Qué diablos te pasa? No puedes estar tan enfadado conmigo como para retirarme la palabra.

Verónica comenzaba a estar fuera de sí, pero a su lado, el chico no le respondía. De hecho, la joven contempló asustada como había una nueva expresión en su rostro. Tenía las cejas tan fruncidas que casi se le unían. Parecía muy, pero que muy enfadado.

—David por favor...

Volvió a buscar su mano y en esa ocasión la encontró. De nuevo, aterrada comprobó cómo no sentía nada por dentro al entrar en contacto con su cuerpo. ¿Qué estaba pasando? ¿Se había vuelto loca?

El chico retiró de nuevo su mano y se llevó un solo dedo a los labios, pidiéndole a Verónica que se mantuviese callada. Anonadada y sin entender la situación, siguió observándolo. Su cabello medio rizado estaba diferente a como lo había visto hacía unas horas. Era el mismo peinado, mismo color, pero había algo distinto en él. Y esa frialdad que le mostraba. Aquello no era ni por asomo normal en él. Aterrada comenzó a pensar que lo que quiera que los unía a ambos se había roto.

—David... —volvió a llamarlo y en esa ocasión su voz se rompió.

El chico resopló mientras salían de la ciudad. Verónica sollozó mientras cerraba los ojos y apretaba su pantalón de chándal. El ambiente en el coche era espeso. Y... por primera vez reparó en algo. David no olía a él. Su aroma no lo inundaba todo. No la volvía loca.

Aquello era imposible. Estaba desvariando. Ante ella tenía a David, al amor de su vida, ¿cómo diablos iba a no ser él? Si era físicamente como él.

Aturdida, se fijó en la carretera. No había ningún cartel que indicase que iban hacia la Rioja, pero sí que había algunos que indicaban que iban a Barcelona. ¿Qué diablos pasaba ahí? Eso no era lo que habían acordado.

—¿Estás seguro de que vas en la dirección correcta? —preguntó ella, queriendo que el chico la mirase, que le diese algo de atención.

Aunque tan solo fuese una mirada. Quería algo de él. Algo. Y que dejase de ser tan frío. Él no era así. Nunca lo había sido. Ni cuando lo conoció y actuaba como un engreído, como Cobra, como un chico malo. Jamás le había mostrado tanta frialdad. ¿Se habría cansado de ella? ¿Podía realmente una persona cansarse de otra?

—David...

Él chico no le dio opción a insistir más, pues en lugar de seguir en la autopista se metió por una entrada que daba a un descampado, justo delante de un bosque. Verónica contuvo el aliento al ver como el chico conducía hacia su interior, por un carril maltrecho y por el que no había nadie a esas horas. Aterrada, porque cada vez estaba más convencida de que a David le pasaba algo, quiso salir del coche. Se quitó el cinturón y nada más hacerlo, el vehículo cerró todos sus pestillos.

Notando el corazón en la cabeza, la garganta seca, y todo su cuerpo sucumbiendo a la ansiedad, la joven miró al copiloto, y por primera vez, este la estaba mirando.

Su expresión, sus ojos, sus labios, la frialdad que transmitía, lo duro que parecía, todo, absolutamente TODO, era distinto en él aunque fuese físicamente igual a David. Verónica contuvo el aliento al ver como tenía un lunar en mejilla izquierda, y sintió que se atragantaba con su propia bilis mientras las palabras salían de su boca.

—No eres David...

Aquello debía de ser una pesadilla. Iba a despertarse en cualquier momento. Iba a despertarse. Su respiración se aceleró. Todo su cuerpo se activó por puro miedo. Miraba aterrada al joven, quien había vuelto a centrarse en conducir y la había llevado hasta lo que parecía un bosque perdido en medio de la nada. Aturdida, vio como varios coches negros los esperaban allí.

—Has tardado mucho en darte cuenta —comentó el otro joven, con una voz totalmente diferente a la ronca, posesiva y varonil que poseía David.

Verónica lo entendió todo de golpe. Todo. TODO.

—No... —comenzó a decir tratando con más fuerza de salir de aquel lugar—. ¡No, no, no, no! ¡NO!

A su lado el conductor soltó una carcajada. Verónica notó como los ojos se le llenaban de lágrimas. Ya no cabía lugar a dudas. La habían encontrado y la habían secuestrado. Eran los hombres de El Zorro los que estaban detrás de todo aquello. Y el hombre que tenía a su lado, definitivamente no era David.

—Puedo ver lo que mi hermano ha visto en ti, pero lo que has hecho te ha condenado.

Su voz sonó como si hablase de algo indiscutible. Algo que estaba marcado a fuego en el destino de la chica. Iba a morir en aquel lugar. Sus verdugos ya habían dictado la sentencia. No había escapatoria. La desesperación crecía en su interior a toda velocidad. Todo daba vueltas. Su vida, sus memorias, lo que ocurría. Las lágrimas se deslizaban una tras otra por sus ojos. El aire apenas llegaba a sus pulmones.

—¿Martín? —fue capaz de preguntar, compungida, aterrada, notando como cada fibra de su ser se retorcía por el miedo.

—Cuñada.

FIN



AHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH, ¿QUIÉN SE ESPERABA ESTE FINAL? Ayer no lo acertó nadie cuando os pregunté por stories de instagram<3

Jo, chicas, que llevamos tres años con esta historia. No sé como daros las gracias, y miedo me da hacerlo ahora porque sé que muchas estáis así :O jaja el final fue muy muy muy duro y más aún escribirlo, pero, estad atentas, que os prometí una sorpresita que sí que os va a gustar y os la subo ya mismo en el siguiente capítulo. Un abrazo graaaaaaaande! OS QUIERO MUCHÍSIMO Y MUCHAS GRACIAS POR ESTAR AHÍ Y POR LEERME <3 Atentas al siguiente capítulo :) 

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