Capítulo 60

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—Te veré pronto pequeña —le dijo David dándole un beso en la frente a modo de despedida.

Pedro bufó y Verónica le sonrió abrazándolo. David la envolvió en sus brazos unos segundos que a Pedro le parecieron demasiados y a ambos jóvenes muy pocos. David olió su cabello y luego se separó de ella con esfuerzo. Ambos se perdieron en una mirada cómplice y de afecto que incluso Pedro supo ver. Suspirando y poniendo los ojos en blanco, se alejó un poco de ellos. David intercambió en ese momento una mirada con él, y una leve sonrisa nació en sus labios e hizo que Pedro se le quedase mirando. Nunca le había sonreído de esa forma. Nunca le había dedicado una sonrisa que no fuese jactanciosa o engreída. Aquella sonrisa era amable y a una parte de Pedro le hizo quedarse plantado mirándolo. El hombre negó con la cabeza, pero se encontró a si mismo devolviéndole otra leve sonrisa hasta que recordó algo que lo traía de cabeza. No sabía cómo ubicar del todo al joven.

—Verónica, entra de una vez y date patadas en el culo para estar lista en dos minutos.

—Papá... —comenzó ella.

—Haz lo que te digo.

Ella sintió, pero se quedó mirando como David se alejaba hasta que Pedro añadió:

—Me gustaría hablar un momento con David.

David, no Cobra. La chica tragó saliva pensando con las mejillas rojas que su padre sabía que habían hecho el amor en el cuarto de contadores. Tal fue la vergüenza que sintió, que entró sin mediar palabra y sin mirar a nadie. David la observó divertido y bufó con un sonido divertido. Verónica cerró la puerta después de entrar en su piso y Pedro se le quedó mirando. El chico le aguantó la mirada y Pedro gruñó.

—Me cuesta demasiado ubicarte, muchacho —le confesó con sinceridad acercándose a él para que su conversación fuese más íntima.

El chico le aguantó la mirada y se llevó una mano al abdomen, que comenzaba a picarle a horrores debido a la herida. David también acortó distancias con Pedro, sin sentirse del todo cómodo con él pero siendo consciente de que el cambio en su relación había sido para mejor. Para mucho mejor. Aún le pesaba que lo hubiese visto tan perdido cuando mató a Maek.

—Te entiendo perfectamente —le respondió él, mostrando tanta sinceridad que Pedro entreabrió la boca—. Así que dime lo que necesites para ubicarme donde debas.

El hombre de cabello oscuro asintió lentamente, una sola vez.

—¿Tuviste algo que ver con el caso de Yolanda?

David sintió una punzada en el pecho. Yolanda era la novia de Jeremie. Su amigo Jeremie. Su amigo al que Maek tiró desde un segundo piso y que echaba de menos con toda su alma.

—No exactamente, pero no soy ajeno a ella.

Pedro le pidió una explicación con la mirada.

—Era la novia de mi mejor amigo. Trató de dejar el grupo por ella y Maek no se lo permitió. Ambos acabaron mal y ella fue mandada a otro país como esclava sexual. Maek lo hizo como castigo y ejemplo para todos los demás, así que estoy convencido de que ya no está viva. Las mujeres no suelen aguantar mucho tiempo vivas cuando las mandan a países del este como prostitutas.

Pedro desvió la mirada sintiendo como todo el vello se le erizaba con aquel tema. Le seguía aterrando como padre el mundo del que venía el chico. Por su parte, David tan sólo contuvo el aliento unos instantes pensando que tenía que ir a ver a Jeremie y que llevaba aplazándolo demasiado tiempo. La forma en la que había acababa la antigua vida de su amigo aún le quebraba el alma a David.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora