Capítulo 40

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Verónica seguía con una profunda incertidumbre en el pecho que había impedido que mirase a la cara su padre durante toda la cena. Pedro había tratado de hablarle y de sacarle algún tema de conversación agradable, pero la chica había respondido en todo momento con monosílabos y con una cara de indiferencia que incluso Víctor le había preguntado si le pasaba algo. No había visto el momento de acabar de cenar, casi ingiriendo la comida y de volver a su cuarto. Unos golpes en la puerta la hicieron incorporarse. Violeta entró en la habitación sin esperar a que Verónica le diese permiso, y lo primero que hizo nada mas irrumpir en la sala fue mirar con desaprobación lo desordenada que la chica tenía la habitación para su madre, aunque tan sólo tuviese unas tres camisetas fuera de los armarios.

—Ya lo ordenaré luego —dijo nada más leerle la expresión de la cara.

Violeta ladeó los labios moviendo la comisura hacia la derecha, pero acabó por asentir sin querer centrarse en ese tema.

—¿Qué es lo que te pasa?

Ambas sabían el nombre que pasaba por la cabeza de su madre y a quien creía el culpable de sus problemas.

—No es nada que tenga que ver con David, si lo preguntas por eso —le respondió sumamente molesta.

Su madre se sentó en la cama junto a ella y la miró con cara de que no se lo creía.

—¿Con quién tiene que ver entonces?

A Verónica se le pasó todo el enfado de golpe. ¿Cómo podía responderle esa pregunta a su propia madre? Violeta se dio cuenta de que algo iba mal en la cabeza de Verónica por la forma en la que la miró, con una gran tristeza y sin saber qué hacer o qué decir. ¿Cómo podía decirle a su madre que creía que su padre había vuelto a engañarla? Su padre era el responsable de que ella no tolerase las mentiras, porque él mismo le había mentido de pequeña diciéndole que aquella mujer con la que lo vio en un parque y a la que luego se llevó a su piso sin recordar que Verónica estaba en él con la niñera, no era su amante. La chica cogió aire y volvió a llevarse inconscientemente la mano al flequillo que ya no estaba en su frente. Casi se arañó la frente del fuerte impulso que sintió. Menos mal que apenas tenía uñas. Su madre reparó entonces en su pelo.

—Estoy de acuerdo con tu padre. Estás muy guapa así —le dijo tal vez queriendo hacer que Verónica se relajase un poco y se abriese a ella.

La joven miró hacia el suelo y se mordió los labios. No podía decirle a su madre algo de lo que ella misma no estaba segura, pero tampoco podía traicionarla y decirle que todo iba bien. Y mucho menos podía delatar a su padre sin el beneficio de la duda, aunque estaba segura de que lo negaría.

—¿Sabes qué? Sí que tiene que ver con David, mamá.

Violeta abrió un poco sus ojos azules sin esperarse que su hija cediese tan pronto. Luego se tocó el cabello pelirrojo a medio hombro y le puso una mano sobre la rodilla. Verónica había adquirido ese gesto de su madre, el de tocarse el pelo cuando estaba nerviosa. La chica puso una mano encima de la de su madre, y con la otra volvió a apretar un trozo de la colcha que tenía sobre la cama.

—¿Qué es lo que ha pasado? —le preguntó su madre, quien para sorpresa de Verónica, no atacó a David.

Verónica puso los ojos en blanco, haciéndose la enfadada.

—Es sólo que lo echo mucho de menos mamá. No espero que me entiendas, pero es muy duro saber que está por ahí y no saber si está bien. Llevo más de cinco días... —mintió—... que no sé nada de él. Ni tan siquiera sé si está herido o si necesita algo...

Violeta le dedicó una mirada comprensiva y abrazó a su hija.

—Sabes que no me gusta ese chico, ¿verdad?

—¿Es eso todo lo que tienes que decirme? —reprochó la joven.

Su madre le sonrió separándose un poco de ella y colocándole una mano en la frente.

—No deberías de preocuparte por él. Por lo que me ha contado tu padre lleva toda la vida en la calle y aún sigue vivo.

Verónica se quedó patidifusa al escuchar que su madre sabía algo de la vida de David.

—Pero es duro mamá.

Su madre asintió con la cabeza y le dio un beso en la frente.

—Lo que también es duro es que trates mal a tu padre con todo lo que él te quiere.

Si tanto me quisiese te respetaría y no te engañaría, quiso gritarle. Verónica volvió a sentirse mal de nuevo al pensar que quizás todo estaba en su cabeza. Tenía que pedirle explicaciones a su padre, pero no podía ser esa noche por mucho que sintiese que se moría de ganas de hacerlo.

—¿No vas a tratar de convencerme para que deje de preocuparme por él y para que no quiera saber nada de David?

Verónica elevó una ceja, suspicaz, al tiempo que su madre se dirigía a la puerta.

—Prefiero no saber nada de ese chico ni de todo el daño que va a hacerte hasta que no me quede otro remedio que consolarte.

La chica lo entendió de pronto y pegó un brinco en la cama.

—¡Estás contenta porque crees que ha pasado de mí!

Su madre abrió la boca de par en par haciéndose la sorprendida.

—No estoy contenta porque alguien pase de ti Verónica, pero no voy a decir que me disgusta el hecho de que dejes de ver a ese chico, porque no sería cierto, y ahora más te vale no volver a gritarme.

Verónica estaba a punto de estallar cuando su padre entró en la habitación.

—¿Todo bien?

Esa parecía ser la pregunta que despertaba al diablo. Verónica pegó un grito exasperado al tiempo que se mordía una mano para no soltarle a su padre que él era el culpable de que ella estuviese así.

—Todo bien —le respondió ella tratando de no llamarlo dulzura, como lo había llamado aquella otra mujer.

Sus padres se quedaron mirándola sin entender la situación al tiempo que ella se acercaba a ellos y apretaba los puños clavándose las pocas uñas que tenía.

—Me gustaría estar a solas. ¿Puedo?

Su pregunta no era educada en absoluto. Estaba dicha desde la rabia en un momento en el que no era capaz de controlarse a si misma. Cuando sus padres retrocedieron, ella cerró la puerta de inmediato y se hizo un ovillo tratando de calmarse. En poco tiempo serían las doce de la noche e iría a ese estúpido prostíbulo a sacar a esa estúpida chica. Verónica guardó las planchas. De buenas a primeras la idea de estar rodeada de esa clase de personas no le parecía horrible, ni mucho menos le daba miedo. Era algo capaz de emocionarla y de hacer que una parte de ella vibrase al darse cuenta de que por fin iba a salir de aquella mundanal rutina en la que había sumergido a su vida en los últimos días y que en ese preciso momento odiaba.

Hola personitas preciosas, espero que estéis bien. Os subo dos capítulos más en un momento. Un abrazo y gracias por leer.

Ig: sarahmeywriter

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