Capítulo 20.1

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Las clases transcurrieron con tranquilidad, aunque Verónica sintió todas las miradas puestas en ella y no fue capaz de liberarse de esa sombra de pesar que le invadía el pecho. Una chica que jamás le había hablado le preguntó por David, por cuánto tiempo llevaban juntos, y Verónica no pudo hacer otra cosa que molestarse cuando vio las intenciones de su compañera. Le estaba pidiendo información como si quisiese meterse en medio, y eso irritó tanto a Verónica que se alejó de ella sin mediar palabra.

Silvia, la profesora que seguía vistiendo con exclusiva ropa de marca y que parecía tenérsela jurada, no paró de hacerle preguntas en relación con su materia durante toda la clase, esperando que la chica fallase en algo para mandar una nota a sus padres. Pero no lo consiguió, en esa ocasión Verónica había hecho todos los deberes y todos los había tenido bien. No había hecho falta que ella saliese del instituto a comprar los teléfonos móviles de usar y tirar ni que comenzase a usar a su vecino, quien por cierto había ido al instituto justo a primera hora y al que había despachado diciéndole que lo llamaría cuando lo necesitase. Paloma se había encargado de ello diciendo que se iba porque no se encontraba bien. El padre de Eva era dentista, así que cuando lograse ponerse en contacto Verónica le pediría a Eva que cogiese un justificante de clase para Paloma.

La chica volvió a tercera hora, y esperó a Verónica en la puerta de su clase cuando el timbre sonó indicando el inicio del descanso. La chica de ojos azules salió del aula lo más rápido que pudo, colocándose delante de algunas de las chicas del grupo de las populares que también la miraban con algo de maldad. Si Verónica no fuese lo suficientemente fuerte, ese tipo de miradas le habría afectado, porque hay miradas que duelen, pero de nuevo ella era lo suficientemente inteligente como para darle a las cosas la importancia que se merecían, y las personas que trataban de hacer sentir mal a las otras, no se merecían ninguna importancia. Salió de clase velozmente y cogió a Paloma de la mano, quien tiró de ella escaleras abajo y se encerraron juntas de nuevo en otro cuarto de baño. Si seguían haciendo eso, probablemente alguna alumna llamase a alguna profesora dándole las quejas, pero a ninguna de las dos le importaba.

—¿Tienes los móviles?

Paloma asintió con la cabeza.

—Sí, aquí están. —dijo apresuradamente sacando tres móviles de su mochila y encogiéndose de hombros—. Si yo también me meto en el plan, quiero meterme al cien por cien, así que también he cogido un móvil para mi. Los hombres de Maek saben quién soy, así que quien quita que no estén interviniendo mis llamadas. David está seguro de que están interviniendo las suyas.

Verónica pensó que era imposible que estuviese controlando las llamadas de Paloma, pero asintió con la cabeza como si fuese algo lógico. No obstante, sabía que no podía confiar en absolutamente nadie que no fuesen sus amigas y que los hombres de Maek y Baref tenían formas muy astutas de llegar a todas las personas que ellos querían.

—¿Qué piensas que no te gusta? —preguntó Verónica.

—No sé si es buena idea que hayas involucrado a tu vecino, el sin nombre.

Verónica ahogó una risa.

—El sin nombre. —repitió Verónica divertida—. En su momento no se me ocurrió otra cosa, y teme tanto a David que creo que nos servirá de utilidad.

Paloma frunció los labios.

—Creo que va a servirnos de más utilidad de la que pensamos. Llamé a David de camino a la tienda y le dije que me llamase desde una cabina.

A Verónica casi le da un infarto al escuchar que había hablado otra vez con David.

—¿Y está bien verdad?

Paloma vio la preocupación reflejada en su semblante y le sonrió.

—Perfectamente.

Verónica suspiró con alivio.

—¿Qué fue lo que te dijo?

Paloma se rascó el cuello.

—Lo llamé para preguntarle por sus hombres. Él cree que te estoy reteniendo de ir a Maison La Noir así que bajó la guardia conmigo y pude sacarle información. Ninguno de sus hombres ha pisado ni tiene intención de pisar Maison La Noir. Dijiste que tu vecino trabajaba para Erick, si no hay ningún hombre de David en ese lugar, nadie puede reconocer a tu vecino si entra con vosotras en Maison la Noir.

Verónica tragó saliva. ¿Para qué quería Paloma que entrase con su vecino en aquel lugar?

—No entiendo qué pinta él en ese lugar.

Podía echarlo todo a perder. El plan se complicaba si incluían a una cuarta persona en la que apenas confiaba. De hecho, ¿cómo diantres iba a confiar en él? ¿Cómo después de tratar de violarla? Aquello se le estaba yendo de las manos. Paloma farfulló por lo bajo.

—Él es un hombre, y si va haciéndose pasar por un chulo de ese jeque importante puede que lo crean y que no os hagan daño a ti ni a Eva cuando entréis. Tres personas imponen más que dos y mucho más si una es un hombre. Al menos en un lugar como ese que créeme que el siglo X es moderno en comparación. Yo he estado ahí Verónica, a una de las chicas a las que capté yo misma tuve que entregarla en ese lugar y vi cómo Maek se la llevaba dentro. Lo seguí por pura curiosidad y casi no soy capaz de salir de allí. Tienes que tener mucho cuidado, y ante todo, tu vecino ha de fingir que tenéis prisa y poco tiempo.

A Verónica aquel cuarto de baño se le hizo demasiado pequeño al tiempo que todo comenzaba a dar vueltas. No quería pensar dónde iba a meterse, pero cada vez era más incapaz de hacerlo. Tragó saliva y miró a Paloma.

—¿Y si nos traiciona?

Sigo subiendo. Besosss y abrazos enooormes!

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