Capítulo 50

464 120 12
                                    


Verónica jamás había visto a David tan enfadado y el corazón le latía con tanta fuerza que comenzó a marearse.

—¡¿CÓMO DEMONIOS SE TE OCURRE METERLA AHÍ?!

Félix estaba temblando y miraba a David como si tuviese a las mayores de sus pesadillas delante. Verónica se interpuso entre ambos, muy nerviosa.

—¡Claro que me hizo caso! ¿Sabes por qué? ¡Porque lo amenacé contigo! ¡Le dije que si no me hacía caso tú irías a por él!

David se quedó muy quieto fulminando con la mirada a Félix, aún en el aire y tratando de respirar. Verónica le dio en el codo a David haciendo un golpe ascendente, recordando lo que le había enseñado en sus clases de defensa y él la miró algo orgulloso en medio de todo ese enfado y esa ira descomunal que sentía a pesar de preferir hacerse daño en el codo antes que soltar a Felix.

—Estate quieta. Ya has hecho bastante —rugió con enfado.

En lugar de asustarse, Verónica dio otro paso hacia él, encarándolo. Sabía que David jamás le haría daño. Por mucho que pudiese llegar a perder el control, aunque él siempre lo controlase todo inclusive a sí mismo, jamás sería capaz de ponerle ni una sola mano encima con intención de hacerle daño. Precisamente porque él sabía que si hacía eso, ya no sería amor, sino maltrato.

—Igual que tú, Cobra —respondió Verónica, sintiendo un escalofrío al pronunciar ese apodo.

David cruzó una mirada severa con ella, pero la joven no se achantó. El chico de fuego aún estaba en shock. Verónica no podía haber hecho lo que Félix acababa de decir. David negaba en su mente que su pareja había entrado en aquel horrible lugar. Sólo imaginársela allí hacía que los nervios recorriesen su estómago.

—Dime que no has entrado en ese lugar.

Su mano apretó aún más el cuello de Felix mientras miraba a Verónica, a la espera de una respuesta. Su mirada la taladraba y encendía todos sus sentidos primarios. Y lo peor de todo era que sabía que se merecía su enfado, que había sido una imprudente y que todo aquello podría haber salido rematadamente mal, pero no había sido así. Y Rose estaba a salvo. Y eso implicaba que David no iba a entrar en ese lugar y que aunque jamás estuviese a salvo, sí que estaba menos en peligro y para Verónica aquello era suficiente.

—No puedo...

Su voz fue un quejido y David dio un puñetazo a Félix con el gesto crispado por la rabia. Verónica chilló que parase, pero el chico no pudo parar.

—¡¿Has metido a mi novia en un burdel?!

Sus ojos destilaban ira, su rostro estaba crispado en una mueca de rabia, distorsionado por el miedo. David estaba perdiendo el control. Lo había perdido por completo. Sus ojos azules, su pareja, ella, el amor de su vida, en ese lugar. Su corazón parecía querer salírsele del pecho. Aquello era una pesadilla. Felix quería pedir clemencia, pero apenas podía hablar.

—Sí, y te repito que lo ha hecho porque yo lo amenacé.

Verónica se colocó justo delante de Felix, y en frente de David, entre ambos jóvenes. No tocó a Felix pero su pecho sí que rozó el abdomen de su pareja mientras lo miraba retándole a pegar otro puñetazo. En otra ocasión, ella jamás habría retado a David a hacer algo así, pero en ese preciso instante era un cúmulo de sensaciones andante. Sensaciones que amenazaban con hacerla explotar. Verónica sabía que cuando alguien estaba en la situación del chico de fuego, lo peor que se podía hacer era retarlo y seguir llevándolo al límite. Ella era consciente de que tenía que tratar de relajarlo, de decirle que lo entendía aunque solo fuese para calmarlo, pero simplemente, la que había llegado a su límite era ella. La mano de David caía a la derecha de Verónica, estirada y recta mientras sujetaba a Félix por el cuello.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now