Capítulo 9.2

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David esquivó su puño sin dificultad y reconoció que estaba usando técnicas de boxeo. La sonrisa de seguridad que le dirigió David, como si estuviese infravalorándolo, hicieron hervir la sangre de Ruben que volvió a pegarle un segundo puñetazo, volviendo a fallar.

—Deberías de parar ahora que aún estás a tiempo. Trata de pegarme un sólo puñetazo más y haré que vuelvas a entrar en ese piso arrastrándote.

David miró a su alrededor, calculando el espacio de movimiento que tenía si el chico de ojos azules se atrevía a pegarle un nuevo puñetazo. Estaban en una calle pequeña con una acera de unos cinco metros, y con varios coches aparcados en ella. David no se lo pensó cuando Ruben trató de darle el tercer puñetazo. El chico de fuego paró su puño y comenzó a contratacar. Golpe tras golpe y patada tras patada. Sin parar. Con fuerza y con técnica al mismo tiempo que con determinación. Nadie era rival para él cuando sentía que lo controlaba todo hasta el más mínimo detalle. Al otro bando de la pelea, Rubén trataba de defenderse, pero no podía hacerlo por más que lo intentase. David era demasiado rápido y el dolor era muy fuerte como para no perder la noción del tiempo. Cuando cayó al suelo, David hizo amago de toda su fuerza interna para no seguir pegándole. En otro momento de su vida, habría matado por mucho menos de lo que Ruben le hizo. Y aunque una parte de él seguía dejándose llevar en ocasiones por la ira, se estaba esforzando por dejar atrás esa parte que se entregaba a la violencia sin pestañear. Se acercó a él y lo agarró por el pelo. Sus gafas hacía ya tiempo que habían caído al suelo.

—Escúchame bien pedazo de imbécil. Esto es sólo una advertencia. Y no será nada en comparación con lo que te haré si vuelvo a verte cerca de ella. —repitió de nuevo David, como si necesitase asegurarse de que ese chico iba a dejar en paz a Verónica.

El imaginárselo besándola hizo que entrecerrase aún más sus ojos grises. La rabia crecía en su interior al verlos juntos en su cabeza, y aún así, seguía tratando de controlarse para no llegar a más.

—No... —musitó Rubén, tan cansado y dolido que le costaba hablar por algo que no era la timidez.

—¿No qué? —inquirió David, haciendo que su mirada y su rostro se volviesen oscuros por el peligro que emanaba su pregunta.

Rubén lo miró desde el suelo.

—No puedo... alejarme de... ella. La... quiero.

David chasqueó la lengua y lo miró con suficiencia.

—Si de verdad la quisieses, no le habrías hecho pasar el mal momento que le diste. Sabías que no iba a corresponderte.

Ruben sintió como sus ojos se anegaban en lágrimas y quiso morirse en ese momento. ¿Cómo demonios Verónica podía preferir a ese energúmeno antes que a él? La pregunta que se hizo a si mismo le dolió incluso más que la paliza de David.

—Y si tú la quisieses te habrías alejado de ella. Voy a ser hacker, y créeme que cuando lo sea, no te quitaré ni un sólo ojo de encima. No habrá ni una sola cámara de esta ciudad o de toda España que no controle para buscarte y para grabarte cuando hagas algo ilegal, porque eres un asesino y porque tarde o temprano vas a cagarla. Eso es lo que hace la gentuza como tú.

David apretó los dientes poniendo tensa su mandíbula. Era cierto. Era un asesino, o al menos lo había sido, pero si lograba acabar con toda la mierda en la que aún estaba sumergido y sacar a Verónica viva de ella, no iba a volver a verse obligado a matar a nadie más en su vida. Y si Rubén supiese la clase de persona que él estaba tratando de aniquilar, incluso le daría las gracias. David se mantenía en que nadie tenía el derecho de quitar una vida, pero sabía de sobras que ninguna de esas personas iba a parar ni a estar conformes con el daño que ocasionaban a mujeres inocentes para obtener dinero y poder a cambio. Eso no era sólo por todas las chicas que habían captado, era por todas las que aún podían captar. Era por todas las mujeres y las familias destrozadas. Tal vez por eso le molestaron tanto las palabras de Ruben. Lo estaba juzgando, como había hecho el noventa y nueve por ciento de las personas que creían conocerlo.

—Estás muy equivocado respecto a mi. —le dijo con voz gutural, pero luego elevó las cejas y le dedicó una media sonrisa—. Y... ¿Sabes qué? Me importa una mierda.

Tras decir eso volvió a darle otro golpe a Ruben en una zona donde sabía que iba a perder la consciencia. Si ese idiota hubiese seguido tratando de pegarle, se habría visto obligado a pegarle aún más, y por ese día, ya había tenido bastante. No quería matarlo cuando sabía que había sido importante para Verónica y que no era la clase de persona que estuviese mejor muerta. A pesar de todo lo que le había hecho pasar aquella noche, no podía matarlo por eso. Ni tan siquiera odiarlo. Ruben no merecía tanta importancia de su parte. Simplemente, tenía sumamente claro que Verónica estaba con él por decisión propia y que lo quería a él, y Rubén no le llegaba ni a la suela de los zapatos. David era un hombre, y Rubén un niño.

David se levantó e ignoró al coro de personas que se habían quedado mirando la escena de violencia. Eso para él era algo habitual, aunque normalmente, jamás hubiese hecho algo así al aire libre y sin conocer el lugar previamente, pero en aquel momento sabía que no tenía nada de lo que preocuparse.

Se alejó de aquel lugar dejando a varias personas que cuchicheaban por lo bajo y a otras que se habían acercado para ayudar a Ruben. Ninguna se atrevió a echarle nada en cara a David. Ninguna era tan valiente como para decirle nada a alguien con un aspecto tan intimidatorio como el que David tenía en aquel momento. Una chica se quedó mirando su espalda ancha cuando él pasó cerca de ella, sintiéndose atraída, y otra cerca de ella, no pudo evitar mirar su varonil y fuerte silueta mientras se alejaba.

Y hasta aquí la actualización de hoy. ¿Os ha gustado? Me muero por leeros! Un abrazo enorme y mil gracias por vuestro tiempo <3

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