Capítulo 14.1

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David sintió un escalofrío nada más llegar a aquella zona. Había hecho tiempo sentado en la moto, esperando ver si alguien salía de la nave o si por casualidad los hombres de Baref estaban al acecho y dispuestos a atacar a los hombres de Maek. Eran más de las doce y media de la noche y la luna brillaba en el cielo despejado. Por primera vez en mucho tiempo pudo ver las estrellas, y de nuevo, sólo deseó que Verónica estuviese a su lado para disfrutar de ese espectáculo del universo con ella. Se quedó unos instantes más en la moto y luego se bajó comenzando a andar. No le hizo falta iluminar el lugar con la linterna del móvil ni con ningún otro utensilio. Conocía aquel lugar demasiado bien.

Había pasado bastante tiempo en esa nave abandonada cuando era un joven de unos catorce o quince años. Antes de que Maek se estableciese en uno de los barrios más pobres de Neone para no llamar la atención de nadie, David y los demás jóvenes de la banda de Maek habían vivido en esa nave. Era una estructura industrial bastante amplia, de unos dos mil metros cuadrados y de forma rectangular. Los techos eran lo suficientemente altos para albergar dos pisos y David, de más joven, había pensado que incluso podría edificarse un tercer piso entre el segundo y el techo.

El único sonido que se escuchaba en toda la explanada de tierra eran sus pasos. Ligeros, aunque él caminase con pesar en su interior. Le daba la sensación de que estaba caminando hacia un matadero de humanos por voluntad propia. Todo su cuerpo quería irse de aquel lugar. De hecho, aún estaba a tiempo de hacerlo. Todavía podía montarse en la moto y salir dándole puño y haciendo rugir el motor en la noche. Aún podía hacerlo y quería hacerlo, pero no lo deseaba. Deseaba proteger a Verónica y asegurarse de que nadie perseguiría a Cat ni Jota, incluso a Marco y a Alex, en Francia, y para eso no había más remedio que tratar de volver a entrar en la banda de Maek. Quizás hacer cómo que nunca había salido de ella.

David observó de nuevo el cielo, centrándose en él como quien recuerda una historia, mientras seguía avanzando sin pararse. Obligaba a sus pies a dar un paso tras otro. Uno. Dos. Uno. Dos. ¿Cuántas veces había automatizado su cuerpo para hacer algo sin ser ni tan siquiera consciente de ello? Uno. Dos. Uno. Dos. Uno. Dos. Los rayos de la luna creaban un entramado de sombras en su semblante y le daban aún un aspecto más solemne y atractivo.

Ajeno a eso, el chico de fuego tenía el corazón en la garganta, pero no le prestaba atención. Estaba acostumbrado a ese tipo de sensaciones. La adrenalina era algo que siempre había estado presente en todos y cada uno de sus días. Volvió a pensar en los demás. Estaba convencido de que su instinto nato de anteponer a los demás a él mismo iba a acabar causándole problemas a la larga, pero en aquel instante lo menos que le preocupaba era que eso. El joven sentía que le debía demasiado a la vida y al mundo en general después de todo el daño que había causado siendo obligado a ello como para arrepentirse por anteponer a los demás a su propia seguridad. Además, hacia eso más que por nadie, por Verónica y por él mismo. No había marcha atrás. El reloj estaba corriendo sin que nadie pudiese detenerlo. Su suerte, hacía lo mismo. Corría. Aunque era imposible saber si para tener buena suerte o mala.

No tardó en escuchar como unos pasos se acercaban en la distancia. El chico se mantuvo quieto y puso ambas manos en alto. Reconoció a Erick y le dirigió una dura mirada. El otro joven, alto y con ojos claros, era uno de sus subordinados y David pudo apreciar un extraño brillo en su mirada al verlo. Erick no sabía cómo reaccionar ante su presencia. ¿Qué era David para él en ese momento? ¿Su jefe o su enemigo? Probablemente Erick era uno de los que estaban haciendo guardia esa noche. David bajó las manos, elevó la cabeza y no le dio tiempo al otro chico a decir la primera palabra.

—¿Por qué demonios nadie me ha informado de que hemos cambiado de sitio de residencia?

David colocó una media sonrisa confiada en sus labios, tratando de manejar la situación y de hacer ver a Erick que él aún se consideraba uno de los suyos. Sin embargo, había acusación en la mirada de Erick cuando le contestó, y a pesar de estar a oscuras en medio de aquella explanada de tierra, David fue capaz de verla.

—La pregunta más bien sería ¿qué haces tú aquí?

David entrecerró los ojos, aparentemente iracundo. Luego se llevó lentamente una mano a la barbilla y se la acarició con suavidad. Aún necesitaba aliados y darle una paliza a Erick no era algo que le complaciese lo más mínimo.

—Suéltalo. —le instó David.

Erick dudó pero aguantó la mirada del chico de fuego. Era curioso como a pesar de estar rodeado de su gente, Erick se sentía en peligro y David aparentaba estar sumamente tranquilo.

—Se rumorea que mataste a Maek.

Su voz sonó dura, pero no lo hizo tanto como sonó la de David. El chico ya se esperaba aquello, pero no era con Erick con quien debía de interpretar mejor que nunca su papel.

—Si hubiese querido matar a Maek, créeme que todos vosotros también estaríais ya muertos.

Erick quiso retroceder y David se dio cuenta. Aprovechó ese vacile para avanzar un paso hacia el chico que siempre lo había respetado y temido y lo penetró con la mirada, rudo.

El recuerdo de cómo disparó a Maek, sin previo aviso, se le vino a la cabeza como un tsunami que lo inundó todo a su paso. Sin embargo, no podía mostrar nada de eso al exterior, así que decidió quedarse quieto y se mostró todo lo imponente que su ser podía aparentar. Erick no era un mal chico. Se había visto obligado a pegarle en más de una ocasión, y aún así, el chico de ojos azules jamás se había quejado. Y lo obedecía ciegamente sin hacer preguntas. Fue él quien mató a Ilic, uno de los hombres con los que Baref había hecho un trato dejando de lado a Maek. Aquello había sido parte de su plan días antes de la muerte de Maek, cuando aún quería enfrentar a Maek y a Baref. Matar a Ilic, alguien que había hecho alianzas con Baref. Y alguien que había elegido a Baref por encima de Maek.

Aprovechó para matarlo fingiendo una misión importante con algunos de sus propios subordinados. Se las apañó para enterarse de donde habían quedado Baref e Ilic, donde sabía que Ilic iba a llegar antes y que más tarde llegarían Baref y sus hombres e indagarían en lo que había pasado. Ordenó a sus subordinados que matasen a Ilic antes de que llegase Baref, y una vez medio muerto, él mismo entró creando rumores de que Maek se había vengado de Baref matando a ese cliente por escoger hacer tratos con Baref y no con él. Erick había contribuido en su plan, y ni tan siquiera era consciente de ello. El chico de ojos azules parecía asustado ante la presencia de David, y hacía el intento de hablar hasta que una voz lo interrumpió.

—¡Vaya vaya, mirad a quien tenemos aquí!

Os subo la continuación en seguida. Un abrazo grande y gracias por leer <3

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