Capítulo 13.1

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Verónica abrió la puerta todo lo sigilosamente que pudo y volvió a rebajar un poco más la luz de su teléfono móvil. No podía permitirse volver a equivocarse y que la viesen. Alumbrando con cuidado la estancia comprobó como la habitación que también estaba a oscuras tenía una cama individual en el centro y para su sorpresa, también había varias estanterías con libros. A la chica le resultó curioso que una persona como su vecino tuviese ese buen hábito de leer. No le pegaba en absoluto. ¿Qué hacía? ¿Leer de día y violar chicas de noche? La chica suspiró en silencio. Por el propio bien de ese joven esperaba que hubiese cumplido su palabra y que no le hubiese puesto ni una sola mano encima a ninguna otra chica. No porque ella fuese a contarle algo a David, sino porque ella misma sería la que iría a por él y buscaría personalmente a todas las chicas que habían sido víctimas de abusos por ese cobarde para atacar todas juntas. Era curioso lo fácil que le parecía saltarse la ley y dar palizas a las personas después de haber conocido a David y de saber todo lo que le habían hecho. Donde la calle gobierna, la ley no manda, indiferentemente de que la ley debería de ser igual para todo el mundo.

Al reconocer al chico en la cama no pudo evitar relajarse. Era él. No se había vuelto a equivocar de habitación, ya que en su cabeza se instaló por unos instantes la idea de que tal vez sus padres durmiesen en camas separadas por cualquier motivo. De hecho, la joven había escuchado a sus padres hablar más de una vez de varios matrimonios que conocían y cuyos conyugues no dormían juntos.

Verónica alargó una mano hacia el chico y sacudió su cuerpo con suavidad. No quería hacerle daño. No. A pesar de saber la clase de persona que tenía delante, no quería hacerle daño. Aunque lo haría si se enteraba de que volvía a tratar de violar a una mujer, pero por el momento, ella no era esa clase de persona, y la Verónica calmada que siempre trataba de buscar la parte buena en los demás se imponía a todos los pensamientos negativos que aquel chico pudiese despertar en ella.

El joven se removió incómodo en la cama, tratando de zafarse de las manos de Verónica girando hacia el otro lado de la cama y siguió durmiendo. La joven se lo quedó mirando. Dormido no parecía en absoluto peligroso. Apretando los labios, volvió a zarandearlo esta vez con algo más de brusquedad, logrando que el chico entreabriese los ojos.

Cuando reaccionó y por fin fue capaz de ver que había alguien en su habitación, Verónica pudo jurar que su cara se volvió pálida por el miedo.

—Tranquilo, soy yo. —le susurró alumbrándose a si misma con la pantalla del móvil.

El chico suspiró aliviado, pero como si acabase de darse cuenta de algo, volvió a ponerse tenso. No podía relajarse si tenía a la novia de Cobra delante de él, en la misma habitación que él, con sus padres y su hermana pequeña durmiendo en las habitaciones contiguas.

Con un salto enérgico se levantó de la cama y Verónica desvió la mirada. El chico iba vestido tan sólo con unos calzoncillos.

—Ponte algo encima. —le pidió sin ni tan siquiera mirarlo.

El joven obedeció y se puso unas calzonas cortas, pero no se vistió de cintura para arriba y eso incomodó a Verónica. Callándose lo que pensaba de ese chico, le indicó que permaneciese en silencio con una mano mientras se acercaba a él todo lo que su instinto de supervivencia le permitía. Bajo ningún concepto iba a volver a dejar que él se aproximase tanto a ella ni mucho menos que le pusiese ni una sola mano encima.

—Mi primera norma es que no te acercarás a mi sin mi permiso y bajo ningún concepto me tocarás. —le dijo ella, tratando de mostrarse autoritaria a pesar de que no le gustaba hacer lo que estaba haciendo.

Se sentía una completa estúpida al dar órdenes a los demás y al presuponer que éstos iban a obedecerlas. Sin embargo, había respeto hacia ella en el semblante del chico que la miraba aún con los ojos medio cerrados por la interrupción del sueño.

—Me parece lógica. —respondió el con voz queda.

La chica asintió con la cabeza y respiró con fuerza.

—Segunda norma, todo lo que hablemos, queda entre tú y yo o habrá consecuencias. —prosiguió ella con voz neutra.

¿Qué consecuencias? Pensó Verónica ¿Qué sería ella capaz de hacer? Ni tan siquiera quería hacerle daño a las moscas que se colaban en su habitación en verano. Ni a los mosquitos. Eran seres vivos que seguían su propia naturaleza. El chico volvió a asentir enérgicamente con la cabeza y ella se le quedó mirando, pensando en si podía confiar en él realmente. Tras unos segundos de vacilación, llegó a la conclusión de que no podía hacer otra cosa.

—Quiero que vayas al coliseo, un instituto de una ciudad cercana, Neone, y que busques a alguien.

El chico acabó de abrir los ojos por completo, tal vez despertándose del todo y arrugó la frente al tiempo que se cruzaba de brazos. Su cuerpo en absoluto se parecía al de David, pero también estaba fornido. Sin embargo, a Verónica ni tan siquiera le parecía atractivo después de haber estado con ese chico de fuego que era capaz de darle calor y cobijo al mismo tiempo.

—Está bien. Lo haré...

Verónica no le dejó terminar y se puso lo más seria que pudo cuando continuó hablando.

—Lo harás asegurándote de que nadie te siga, y sin decir nada de esto a nadie, ni tan siquiera a Erick, ¿entendido?

Os subo el último. Besos!!!

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