Capítulo 32.2

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Carmen lo observó como si fuese algo obvio.

—Ya sabes... de tu condición... quiero saberlo para conocer algo más sobre los homosexuales por si mi pequeño elige o nace así poder hacer que lo vea como algo natural. No tengo amigos homosexuales, de hecho, creo que ahora mismo no tengo amigos de ningún tipo. Estaba sola y era una persona muy solitaria cuando me raptaron. Apenas tengo familia y llevaba años sin hablar con ella.

David se quedó anonadado y soltó una suave carcajada que llamó la atención de varias personas. El chico se llevó una mano al cabello y se lo revolvió, adquiriendo un matiz salvaje y peligroso que la mujer se quedó mirando con una ceja alzada.

—Espera... —David se acercó a ella sin poder creerse lo que acababa de escuchar—. ¿Piensas...? —dudó unos instantes hasta que fue capaz de volver a hablar, esa vez con voz más baja—. ¿Piensas... que... soy gay?

El chico de ojos grises abrió la boca de par en par, expectante. Ella hizo lo propio y lo imitó al tiempo que él no sabía cómo reaccionar.

—¿No lo eres?

Carmen tenía los ojos tan abiertos que parecían dos platos.

—¿Parezco gay? —David reculó, eso de parecer gay era algo así como marcar aún más un estereotipo, y había demasiadas personas atraídas por su mismo género como para caer en esos prejuicios que tan sólo discriminaban y etiquetaban al colectivo—. Retiro mi pregunta, quiero decir, ¿por qué crees que soy homosexual?

David aún no podía creerse aquello, no porque fuese algo malo ser gay, sino porque jamás le había pasado algo así antes.

—¿No lo eres? –volvió a preguntar Carmen, asustada.

El chico negó lentamente con la cabeza. Su cara era todo un poema.

—Vaya, lo siento yo...

—No es ningún insulto ser homosexual como para que me pidas perdón, tan sólo quiero saber porqué pensabas eso.

Ella asintió con la cabeza.

—Es sólo que... ni tan siquiera me miraste cuando me desnudaste... y pensé...

David se pasó la lengua por el labio inferior y acabó riéndose de aquello con suavidad.

—No te preocupes. —David dudó sobre si hablar o no de Verónica, pero a esas alturas, estaba convencido de que todos sus subordinados sabían que tenía algo con una joven—. No te miré porque estoy enamorado de otra persona. Una chica preciosa. —le dijo explicando su nula atención en ella y sin entender del todo porque se estaba abriendo tanto con aquella mujer—. Además, para ser sinceros, te miré los pechos, sólo unos segundos, pero lo hice.

La mujer se quedó quieta y luego se acercó a él, tocándole el brazo como si admirase sus músculos, o queriendo hacer que las demás personas que los rodeaban pensasen eso.

—Esa chica tiene muchísima suerte, y tú, no dejes que todos esos malos te hagan creer que eres como ellos.

La mujer se separó de David dejándolo de nuevo sin saber qué decir o cómo reaccionar. En cierto modo le hizo gracia eso de "esos malos".

—Creo que soy yo quien tiene suerte de tenerla.

Carmen le sonrió.

—¿Cómo te llamas Cobra? —le preguntó alzando de nuevo una ceja de forma inquisitiva.

David dudó y negó con la cabeza. Aquello de la sinceridad se le estaba yendo de las manos. ¿Qué era lo que le pasaba? ¿Por qué era tan fácil hablar con Carmen?

—No creo que sea una buena idea.

Ella alzó la mirada como si David no se diese cuenta de algo.

—Todo lo que estás haciendo ahora mismo es una mala idea.

Él chico desvió la mirada. Tenía razón. Podrían matarlos en cualquier momento. Aquella mujer le hacía sacar una parte de él hasta ese momento oculta al mundo. Su madre debería de tener más o menos la edad de esa mujer si aún viviese, y había tenido tan poco roce con mujeres de esa edad que le diesen la confianza que le daba esa mujer que tenía delante, que se vio a si mismo abriéndose ante ella y bajando por completo su guardia. Extrañaba a su madre y eso era algo innegable. Se había acostumbrado a su ausencia, pero la falta continuaba en algún rincón de su interior. Maek le privó de ella cuando era un niño, pero los recuerdos que compartió con su madre seguían ahí en su cabeza y nadie iba a sacárselos. Aunque a veces se volviesen borrosos, los sentimientos de calidez que despertaban en él eran totalmente claros. Y el vacío que su ausencia le provocaba y que ni tan siquiera Verónica podría llenar jamás. Una madre es una madre al fin y al cabo, y que palabra tan pequeña para algo tan grande. Cinco sílabas.

—David. —le susurró él con una media sonrisa.

Ella asintió con la cabeza y le dirigió esa clase de miradas de agradecimiento que no son fáciles de describir.

—Ya sé cómo va a llamarse mi bebé si es un chico.

David sintió una punzada de ternura ante la mujer y sus palabras y supo que ella fue capaz de ver ese cariño a través de sus ojos cuando le colocó una mano en la mejilla. Un sonido fuerte se escuchó en ese preciso momento en el que unos disparos comenzaron a sonar. El caos parecía haberse disparado en aquel lugar donde comenzaron a sonar gritos y más gritos mezclados con el sonido de las balas.

Carmen pegó un grito ahogado y se llevó impulsivamente una mano al vientre y la otra al corazón.

—Tranquila. Esto es lo que esperaba. —le sonrió David, colocándose delante de ella para protegerla, con esa clase de sonrisa capaz de transmitir calidez a las personas incluso cuando el mundo se caía en pedazos.

Holaa de nuevo personitas preciosas!!! ¿Cómo estáis? ¿Os ha gustado? Contadme que os leo <3 y.... sorpresa sorpresa os voy a subir varios más en un ratito para amenizaros la cuarentena :) Gracias por leerme!

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