Capítulo 62

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Verónica salió de su portal con algo de preocupación en el pecho. Llevaba dos maletas con sus pertenencias y de nuevo demasiados recuerdos en su cabeza. Era su segunda mudanza en muy poco tiempo y una parte de ella se sentía mal por su familia y por obligarlos a cambiar de hogar de nuevo. Sobre todo por Víctor, quien protestaba adormilado en brazos de Violeta porque no entendía el motivo por el que su madre había tenido que volver a guardar todos sus juguetes en cajas.

—Tarde o temprano teníamos que irnos de aquí —le comentó su padre poniéndole una mano sobre el hombro a modo de apoyo, aunque aún estaba enfadadísimo.

Verónica agradecía que ya se le hubiese pasado el enfado monumental que tenía o que al menos no lo mostrase y que volviese a apoyarla. Por otro lado, su madre la miraba iracunda sin comprender cómo había sido capaz de entrar en ese lugar.

—Has perdido por completo el juicio —le espetó cuando pasó por su lado.

Verónica puso los ojos en blanco y negó con la cabeza al tiempo que su padre metía las maletas en el coche.

—Actúas como si estuvieses sola en el mundo. Podrían habernos matado a todos...

La voz de su madre se rompió, pero había una ira descomunal en ella. Verónica sintió como cada una de las palabras de su madre se le clavaban en el interior. Violeta tenía razón. Lo había sacrificado todo durante esa noche. Y lo peor de todo, era que volvería a hacerlo con los ojos cerrados. La chica tenía una mezcla de emociones en el pecho, pero seguía estando emocionada por lo que ella y sus amigas habían logrado hacer.

Miró hacia todas partes en la calle y volvió a llevarse la mano hacia donde debería de estar su flequillo. Sin lugar a dudas iba a volver a cortárselo cuando tuviese tiempo, aunque eso no le preocupaba en absoluto en comparación con todo lo que acarreaba amar a David. La joven sollozó tragándose las lágrimas y el nudo en la garganta. David y Cobra eran algo así como un pack que siempre iba a ir junto. Por mucho que David luchase por librarse de Cobra, siempre iba a estar en su oscuridad, pero Verónica iba a estar en su luz para ayudar a David a ganarle la batalla las veces que hiciesen falta. Y a ella no le importaba sucumbir en la oscuridad si así lograba ayudarlo. La joven sabía que era una persona lo suficientemente fuerte para entrar en la oscuridad y no dejarse llevar por ella. Así eran las personas de diamante, como David la había llamado hacía ya semanas.

Su padre la llamó con un movimiento de mano que captó su atención y la sacó de sus pensamientos. David siempre iba a ocupar su mente, y lo mejor de todo es que lo hacía de una manera invasiva, pero jamás posesiva, y eso era lo que a Verónica más le gustaba. Nunca le decía cómo debía de pensar, ni trataba de imponerle un modo de comportamiento ni un cambio en su manera de ser, y aquello tan sólo era sinónimo de paz aunque el chico lograse poner todo su mundo y sus hormonas patas arriba con una simple mirada de esos ojos grises.

La chica miró a su padre enarcando una ceja. Aún seguía enfadada con él por darle una cachetada, pero sabía que lo que había hecho era algo muy pero que muy peligroso y que nadie en su sano juicio haría. Por otro lado, pensó en sus amigas y en que aún no le habían respondido cuando les mandó un mensaje desde el teléfono de David diciéndoles que tuviesen cuidado y que deberían de cambiar de domicilio cuando antes. Se comenzó a plantear si sus amigas estaban locas por haberlas seguido hasta ese lugar cuando siguió la mirada de su padre hacia donde le señalaba.

Verónica abrió la boca al ver a Beatriz. Estaba en la esquina de la calle y a Verónica le dio la impresión de que tenía el manos libres de su móvil puesto porque parecía hablar con alguien. Su mirada cambió a la sorpresa cuando se encontró con los ojos de Verónica.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt