Capítulo 17.1

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Aproximadamente unos cuarenta minutos más tarde, tras no ser capaz de explicar la ausencia de Cat, ni la de Jota y hacerse el desentendido diciendo que Jota y Cat estaban enamorados y que probablemente él la hubiese sacado de aquel lugar, David salió de aquella nave y sintió como había movimiento en el exterior. Es decir, todas las personas que habían estado escuchando lo que acontecía dentro de la sala en la que tuvo lugar la reunión estaban alejándose haciéndose los desentendidos. David salió con gesto altivo y el ceño fruncido, en una expresión que a cualquier prostituta de aquel lugar le habría parecido atractiva.

El chico no tardó en ver a muchas de las chicas de Maek en un rincón de la nave, algunas durmiendo y otras manteniendo relaciones con hombres que trabajaban para Abel, Sean, Juampe o Eme. Los subordinados de esos cuatro hombres eran los únicos que habían pasado de David y de la reunión, al contrario de todos los jóvenes.

David salió con paso decidido, y todos los chicos de aquel lugar lo vieron. En su gran mayoría habían escuchado la parte de la conversación en la que Sean dejaba a David a cargo de los dos grupos de jóvenes, a pesar de haber sido él quien supuestamente había afirmado matar a Marco.

David no le dirigió la palabra a ninguno de ellos. El chico sabía que aquel no era el momento y que debía de dejarles hablar entre ellos antes de comenzar a tomar las riendas de un grupo más a parte del suyo propio. Si lograba ganarse la confianza de los hombres de Marco, quizás pudiese ganar un aliado más fuerte que dominando tan sólo a su propio grupo. David era consciente de que Sean le había dejado al mando para no dar poder a ninguno de sus propios subordinados. Si Sean colocaba a uno de sus propios hombres a cargo de los jóvenes, era posible que estos acabasen siguiéndolo a él más que a Sean. Y no podía permitir aquello. Precisamente por eso había colocado a David. Y también porque era conocedor de que cualquiera de los jóvenes podía matarlo para vengar a Marco.

Algunos chicos se quedaron paralizados cuando él salió de aquella pequeña sala, y otros fingieron estar haciendo algo, pero lo que todos ellos ignoraban y David sabía, era que Sean no iba a dejar las cosas como estaban después de los puñetazos. Quizás por eso no le extrañó cuando Sean gritó su nombre en la puerta de aquella sala de reunión improvisada.

—¡Cobra!

David sacó su arma al tiempo que se giraba, y todos los chicos lo miraron asombrados. Incluso Sean, quien lo apuntaba con su propia pistola, se quedó unos segundos dudando ante la rápida respuesta de David. El chico lo había visto venir. Sabía que Sean iba a tratar de humillarlo en público o que iba a castigarlo por los puñetazos que le había pegado. Ni tan siquiera Abel había sido capaz de haber visto venir eso, pero cuando vio como David apuntaba con su propia pistola a Sean, Abel sacó su arma y apuntó también a David. A su alrededor, el coro de jóvenes que se había formado no supo cómo actuar.

—Suelta la pistola Cobra. —le advirtió Abel, acercándose a él.

—No tengo porqué hacerte daño a ti, Abel, así que harías bien en retirarte.

David habló con tanta tranquilidad y tanta calma que erizó la piel de más de uno de los jóvenes que lo observaban. Acababa de amenazar a uno de los que ahora eran considerados como los cuatro jefes.

David fue consciente de cómo algo en la mirada de Sean cambió y el chico no dudó en apretar el gatillo de su pistola. El disparo sonó dejando en su sitio a todos los presentes y fue seguido por milésimas de segundo después por un segundo disparo. Sean había disparado en dirección a David, pero David había visto que iba a disparar en sus ojos y había sido más rápido. En el mundo del fuego, una mirada podía dar la voz de alarma sin palabras. El hombre soltó un alarido de dolor cuando la bala de David impactó en su mano, haciendo que soltase la pistola y que esta cayese al suelo.

David se quedó totalmente quieto, impasible, y cargó de nuevo el arma, apuntando a Sean, quien se miró la mano dolorida. Tenía sangre en ella, pero nada alarmante. La bala había pasado rozando su mano haciendo que soltase su propia arma y que fallase el disparo.

—Harías bien en recordar por qué me llaman Cobra, Sean.

David arrastró tanto las palabras que hasta Abel tragó saliva. Juampe y Eme salieron de la sala de reunión en ese momento y se quedaron con la boca abierta mirando lo que acababa de ocurrir.

—¡No voy a dejar que me infravalores delante de mis hombres, niñato!

Sean parecía fuera de sí y David siguió apuntándolo con el arma al tiempo que trataba de no dejarse llevar por la situación. Parecía que por fin Sean había vuelto en si mientras fuera, el viento comenzaba a rugir con fuerza en plena noche y golpeaba los maltrechos cristales de la nave.

—Y yo no voy a tolerar bajo ninguna circunstancia que alguien me acuse de matar a Maek. Él era como un padre para mi y nunca me habría vuelto en su contra.

David mintió con tanta naturalidad que en su mayoría todos los presentes lo creyeron.

—Baja el arma, Cobra. —pidió Eme.

El chico se le quedó mirando, e hizo lo que le pedían, guardándose el arma en los pantalones. Estaba convencido de que después de lo que acababan de ver nadie se atrevería a volverse en su contra.

—La bala que encontramos en su cabeza es del mismo calibre que la tuya. —acusó Sean.

Y el silencio inundó el lugar.

Hola personitas preciosas!!! Como ya está próxima la navidad os traigo dos capítulos dobles. Disfrutad mucho. Un abrazo grande y gracias por leer.

Ig: itssarahmey

Fb: sarah mey libros


CIUDAD DE FUEGO© (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora