CAPÍTULO 1.1

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Esos ojos grises lo inundaron todo durante una fracción de segundo. Verónica sonrió. Jamás entendería la capacidad que tenía el joven para hacerla evadirse de la realidad. Como si fuese magia. Cómo si alguna buena persona no lo fuese. David buscó su mano y le dio un beso en los nudillos, con cariño, y al mismo tiempo haciéndola arder como cada vez que sus pieles se rozaban.

El chico le devolvió la sonrisa. Tan cálida como él. No podía creerse la suerte que tenía de poder estar con ella. Aunque supiese que nada de eso iba a durar mucho. Para su gran pesar.

Sacudió la cabeza y alejó esas ideas de su mente. En ese momento tan sólo importaba el presente, y estaba con la persona que más apreciaba tratando de centrarse simplemente en disfrutar de su compañía. ¿Tratando de centrarse? Con Verónica era difícil centrarse en otra cosa que no fuese ella, sobre todo cuando lo miraba con tanta dulzura.

David acarició su clavícula con uno de sus dedos, y fue subiendo lentamente hasta su cuello. Verónica cerró los ojos, disfrutando del tacto de su piel y de las pequeñas corrientes eléctricas que la piel del joven despertaba en ella por ahí donde pasaba.

El chico contuvo el aliento cuando vio como ella se entregaba a aquel roce. Se sentía afortunado. Afortunado de verdad. Tanto que le costaba creérselo. Y más aún después de todo lo que había pasado. Habían estado a punto de matarlo. Y una vez más, había salido airoso. Se encontraba tantas veces cerca de la muerte que ya había dejado de darle miedo que lo matasen. Lo único que le daba miedo era no poder disfrutar de su vida con Verónica, y... que le hiciesen daño a ella. Eso le aterrorizaba y cualquiera que conociese su historia sabía las altas probabilidades de que eso acabase ocurriendo.

Con lentitud, el chico se acercó a su mejilla y depositó un suave beso en ella, seductor y provocando que se estremeciese de placer. La piel de la chica estaba caliente, pero aún así no pudo evitar notar como aquel beso le provocaba una oleada de calor por todo el cuerpo. David era sensual sin pretenderlo, y la forma en la que la miraba podría hacer arder ciudades enteras. Verónica buscó sus labios y no tardó en encontrarlos. Por fin estaban juntos. Eso era todo lo que necesitaba para sentirse bien y para no poder parar de sonreír. Sentir que aquella conexión que los envolvía seguía ahí, latiendo en sus corazones con intensidad.

David respondió a su búsqueda dándole un pequeño bocado en el labio inferior, y sujetándolo con suavidad entre sus dientes durante unos segundos. Verónica entrelazó sus manos en la espalda de David y notó como el semblante del chico se congestionaba en una mueca de dolor. Fue tan sólo un momento, pero Verónica fue capaz de verlo. Aunque él hubiese aprendido a base de golpes a camuflar cuando algo le dolía. Aún tenía cardenales de la paliza que los hombres de Maek le habían dado, pero aunque su cuerpo estuviese dolorido, su interior estaba lleno de calma. Y lo estaba aún más cuando se perdía en el cielo que Verónica le ofrecía en su mirada.

—Mirarte es como volar. —le susurró él con su típica voz gutural y acariciando cada sílaba.

Sus palabras causaban estragos. La sonrisa aduladora y juguetona que tenía en ese momento en los labios, aún más.

La chica se estremeció al tiempo que una suave vibración recorría la parte baja de su estómago. No pudo evitar cerrar los ojos y aferrarse al chico devolviéndole la sonrisa.

—Y mirarte a ti es como entrar dentro de un huracán y perder todo el aire de golpe.

Ambos se mantuvieron quietos en mitad de aquella habitación, sobre aquella cama con sábanas grises, mirándose el uno al otro durante unos minutos, como si eso fuese lo único que ambos necesitasen. Nada mas importaba que el sentirse bien y disfrutar el momento, y curiosamente eso era lo que ambos sentían cuando sus pieles entraban en contacto en una mezcla química casi imparable.

CIUDAD DE FUEGO© (3)Where stories live. Discover now