55 (Segunda Temporada)

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Maratón 3/3

Casi salté del susto. Me di vuelta rapidamemte y ahí estaba ella, parada cerca de la puerta y muy pálida. Sus ojos grandes y expresivos me observaban. Apreté los ojos con fuerza, creyendo que no podía ser cierto lo que estaba viendo. 

Es una ilusión. Solamente puede ser una ilusión. Si sigo con los ojos cerrados, quizás todo vuelva a la normalidad.— Pensé alarmado.

 — Bueno, sé que aparecí de sorpresa. Así que si no queres hablar conmigo hoy, podemos arreglar para otro día. — Dijo la ilusión de forma muy real.

 — ¡No! —  Grité abriendo los ojos y entendiendo que, por haber actuado tontamente, había sido mal interpretado. — Yo quiero hablar con vos ahora.

En el segundo siguiente, caminé hasta ella lo más rápido que pude. Me paré ansioso adelante suyo y dije la primera cosa que se me vino a la mente.
 
 — ¡Sos vos! — Exclamé y apenas podía respirar. — ¡Sentí tanto tu falta!

Yo la miraba como un ciego que pasa a ver la luz por primera vez. No podía dejar de mirarla. Estaba banqueteando con su figura. Ahora más de cerca, podía ver mejor su pelo. Ella estaba usando un bufanda roja y sentí celos de esa bufanda.  
Daría todo por cambiar de lugar con esa prenda de vestuario y envolverme suavemente en su piel.  Vestia también un tapado negro, pantalón de jean, botas de lluvia. Ropa bastante típica de invierno. Pero para mí, ella estaba tan linda que era como si estuviese usando un vestido, joyas y una corona. Confieso que no me importaba lo que ella estuviese usando porque ella siempre sería la reina de mi corazón.

 — ¿Estás muy ocupado? — Me preguntó, mirándome insegura. 

 — Para vos, nunca — Respondí rapidamente.

Después de todo este tiempo, finalmente pasó: Micaela estaba ahí, de verdad, había cumplido con su promesa. Micaela estaba ahí, parada adelante mío, a pocos pasos. Todo lo que más quería era abrazarla, besarla, decirle lo mucho que la amaba y que nunca más se alejara de mí.
Por un momento, me sentí fuertemente tentado a cometer esa locura. Llegué a dar un paso hacia adelante, pero algo en sus ojos me hizo desistir. Su mirada estaba diferente. Algo en sus ojos me hacía recordar a la mirada que tiene un animal abandonado por su dueño. Esa mirada cargaba tristeza, dolor, desconfianza y carencia. Era una mirada que decía:  “Quedate donde estás, si sabes lo que es bueno para vos”.

Me di cuenta que sujetaba nerviosa su cartera mientras que con su otra mano sujetaba un sobre blanco, fino y rectangular. Ella seguía mirándome, sin decir nada. Me quedé esperando, extrañado con su silencio. Sin contenerme más, comencé a hablar.

 — Micaela, perdóname por favor. Sé que no me merezco nada, pero a pesar de todo te suplico que me escuches y...

 — ¡Estoy embarazada! —Declaró súbitamente.

La miré, creyendo que algo en mis oídos estaba mal y que seguramente había escuchado cualquier cosa.

 — No entendí lo que dijiste. — Hablé, colocando mis manos en la cintura. 

 — ¡Yo estoy embarazada! Practiqué mil maneras para contartelo, había preparado hasta un buen discurso. Pero todo lo que puedo decir es eso.

Yo la miraba con los ojos bien abiertos y volví a creer que podría estar durmiendo y soñando con esa escena. Soñaba que Micaela había llegado, que hablaba conmigo y me había confesado que estaba esperando un hijo mío.
De repente, respirar se volvió muy difícil y comencé a sentir las piernas duras. Abría y cerraba la boca para intentar decir alguna cosa, pero nada salía.

Más Que Hermanos [Adaptada]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora