31 (Segunda Temporada)

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La cuestión es que ya estaba sufriendo con el simple hecho de pensar en la posibilidad de estar en un cuarto diferente al de Micaela, lejos del calor de su piel, despertar sin sentir su perfume.
Pero a pesar de todo, tal vez debería replantearme mis decisiones y ofrecerle un poco más de espacio.

Era probable que la estuviese asustando al mostrarle diariamente la fuerza de mi pasión.
Si estuvieramos separados, quizás ella podría llegar a desarrollar más confianza sin tener que sentirse tan presionada.

¿Y si pasa todo lo contrario? — Pensé preocupado.

¿Y si con la distancia, Micaela llegase a la conclusión de que no me necesita y de que no me quiere más? ¿Que no siente nada demasiado fuerte por mi para que nuestra relación siga?
Al ofrecerle una distancia mayor entre nosotros dos, con total seguridad puedo decir que también correría con tener que enfrentar ese riesgo.

Pero, ¿qué más podría hacer?
La amo demasiado. Jamás la forzaría a entregarse si no quiere, incluso si mi control estuviera al límite, como estaba pasando últimamente.

Lo que más quería era que Micaela viniera hasta mi por una voluntad libre y espontanea, deseandome y queriendome como yo ya la deseaba y tanto la quería.

Entonces es eso. Si para que Micaela me vuelva a amar, tengo que renunciar a la alegria de tenerla junto a mi todas las noches, yo estoy dispuesto a hacer ese sacrificio.

En cada noche voy a morir un poco al tener un pared entre nosotros y recordando su aroma, su calor, sus besos, sus susurros ahogados en medio de la madrugada; sintiendo la falta de su mirada, que al mismo tiempo demostraba sorpresa y culpa, cuando notaba que casi podía llegar a perder el control al disfrutar de mis caricias, como si ellas fueran algo prohibido pero imposible de resistir.

De repente Micaela apareció entre la multitud, caminando con ese estilo tan particular.

— ¿Estás preocupado por algo?—Preguntó ella, sujetando gentilmente mi mano. 

— Nada, es solo que estoy un poco cansado. — Respondí, intentando disimular todo, besando su mejilla. — ¿Nos vamos?

— Si, vamos.

¡Que Dios me de fuerza para hacer lo que tengo que hacer! —Supliqué en un pensamiento.

Tomamos un táxi y nos sentamos uno al lado del otro. Pase uno de mis brazos por detrás de sus hombros e, incluso con esa cercania, nos quedamos en silencio. A veces nos mirabamos brevemente y nos sonreíamos mutuamente.

El clima estaba tenso, como si de alguna forma ya supieramos que esa noche sería diferente a las demás, que vientos de cambio se acercaban a nuestras vidas.

Los últimos recuerdos de la noche invadieron en mi mente, Micaela bailando en la fiesta tan linda y talentosa. Era una mezcla perfecta de dulzura, fuerza e ingenua seducción.

Después de algunos minutos, finalmente llegamos a casa. Todas las luces estaban apagadas y el ambiente silencioso.

A pesar de que la noche había sido maravillosa, sentía que la alegria ya se había ido. Mi pecho estaba repleto por la tristeza que ya sentía porque tenía que despedirme de ella.

Quería abrazarla fuertemente y decirle que nada podría llegar a separarnos. Repetirle incansablemente que la amaba, y que siempre estaríamos juntos, hasta que perdiese completamente la voz.

— ¿Vamos a la pieza? — Pidió ella en un susurro, yo simplemente asentí y subimos las escaleras en pleno silencio.

— Mica, desde hoy voy a dormir en otro cuarto.— Le dije directamente una vez que ya estabamos en el cuarto, y yo agarraba algunas cosas. Comencé a hablar rápido, sin darle tiempo a que ella respondiera algo.  También decidí no mirarla a los ojos, para no sufrir más de lo que ya lo estaba haciendo.— Estuve pensando mejor las cosas, y creo que me apuré demasiado en pedirte que durmieras conmigo. Creo que necesitas más tiempo, para que puedas decidir que es lo que queres y necesitas.

Me di cuenta que Micaela respiraba profundamente. A pesar de eso, seguía sin mirarla.

— Por... ¿Por qué? — Preguntó con un tono de voz que no lograba descifrar que era lo que sentía.

— Porque creo que es eso lo que necesitas. Creo que estoy invadiendo demasiado tu espacio, que te impuse cosas que quizás no querías. Prácticamente, no te di ni chance de respirar, no te di la libertad de que elegieras las cosas y creo que necesitas un tiempo.

Por un momento, nos quedamos en silencio

— ¿Ya no queres tener más nada conmigo?

— Mica, estoy tomando esta decisión porque quiero estar con vos. Si para volver a tenerte completamente, tengo que privarme de tu presencia, entonces lo voy a hacer, a pesar de que.... eso me genere un dolor insoportable.

Después de eso, el silencio parecía no tener fin. Todo lo que sentía era que mi corazón latía demasiado fuerte y que mi respiración era desigual.

— ¿Puedo pedirte un favor?—Preguntó Mica, en un tono de voz demasiado bajo.

— Claro. — Murmuré confuso, sin imaginarme lo que podría llegar a pedirme

— Cerra los ojos.

— ¿Qué? — Pregunté sorprendido, pero todavía con la cabeza agachas.

— Cerra los ojos y solamente abrilos cuando yo te lo diga. ¿Podes hacer eso por mi?

Creía que ese pedido era demasiado raro. Pero, ¿que podría llegar a pasar? Decidí hacer lo que ella me pedía.
Una vez que ya tenía mis ojos cerrados y que estaba sentado en la cama, comence a prestarle más atención a los sonidos que se producían a mi alrededor.

Pude darme cuenta que Micaela se había levantado cuando escuche el ruido del picaporte de la puerta. Por un segundo, se me paso por la cabeza esa loca idea de que ella se fue y me dejo encerrado en el cuarto.
Realmente, era un pensamiento muy tonto y me arrepentí de él, cuando escuche algunos pasos en el cuarto.

Ahora escuchaba sonidos suaves que no podía identificar.
Inesperadamente, Micaela se sentó en la cama y casi abrí los ojos. Pero me contuve. Sin embargo, seguía sin entender que era lo que ella estaba haciendo.

Mi corazón latía como un loco adentro de mi pecho, hasta que finalmente escuche su voz en mi oido.

— Ya podes abrir los ojos. — Susurró

Abri mis ojos lentamente y me lleve el mayor susto de toda mi vida.

¿Qué está haciendo Micaela completamente desnuda?- Pensé sin saber cómo reaccionar.

***

Narra Micaela:

¡Ahora me volví completamente loca! — Pensé asustada. Pero mi corazón gritaba otra cosa adentro de mi pecho.— ¡No puedo perderlo a Bruno, no puedo!
Había pasado casi toda la noche, con aquella duda sobre cual sería el mejor momento para confesarle que lo amaba...

Más Que Hermanos [Adaptada]Where stories live. Discover now