Coraza agónica

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Corro detrás de Luften, siendo la más rápida de mi grupo. Supongo que debe de ser porque soy la que más ha descansado. Ni siquiera tengo que esforzarme, sigo el ritmo del elfo con normalidad. 

Ni siquiera se a donde vamos. No se ni lo que vamos a buscar. Sólo nos han dicho que sigamos al elfo, que no parece del todo convencido de lo que va a hacer. De forma improvista, gira hacia una puerta medio escondida, que cualquiera pasaría por alto de no fijarse mucho.

Llegamos a una sala bastante amplia, pero totalmente vacía. Al otro extremo, una enorme puerta de metal oscuro, casi negro, se alza majestuosamente, mostrando una serie de candados, cerraduras y cierres conectados entre si  con filigranas metálicas gravadas en la puerta misma. La puerta desprende seguridad. 

Luften se dirige hacia ella con el ceño fruncido y empieza a abrir una por una las cerraduras. El manojo de llaves que lleva da la impresión de tener todas las llaves del castillo, pero veo que, en realidad, más de la mitad de las llaves son usadas para abrir esta puerta. Seguramente este manojo no tenga ni la cuarta parte de las llaves, contraseñas, placas, conjuros ni objetos que se necesitan para abrir las puertas del castillo.

Un crujido resuena por toda la estancia en cuanto la última cerradura se abre y las filigranas de la puerta se alejan por las paredes, como si se trataran de serpientes de metal. Luften abre la puerta con un golpe seco y por fin vemos lo que hay al otro lado.

Armas. No como las de la armería, ni mucho menos. Todas ellas armas encantadas. Veo espadas talladas en forma de serpiente o dragón, puñales con intrincados gravados, armaduras de piezas tan brillantes que parecen bruñidas en la luz del sol... Una colección de armas ancestrales encerrada en lo más profundo del castillo... Me pregunto cómo alguien puede llegar a la conclusión que un colegio puede ser el mejor lugar para guardar éste tipo de cosas...

Luften ignora ésta sala y pasa directamente a una puertecita que hay justo al otro extremo. Al abrirla, veo que, en realidad, no es más que un armario. Un armario con una armadura de un negro brillante, como si fuera una enorme pecera que contiene un líquido negro en movimiento. constante, como si fuera una burbuja de cristal que contiene una neblina negra.

Me acerco a ella y acaricio la superficie de un protector del pecho. No es difícil de ver que la armadura es femenina. La cintura es estrecha, la cadera es ancha, se intuyen las formas de los pechos y los brazos y las piernas son más delgadas de lo que les correspondería a una armadura de hombre.

Tengo una extraña sensación de familiaridad cuando miro la coraza negra.

"Eris... ¿Te suena esto?"

"Es... Es la armadura de mi madre... Ni siquiera tendría que poder estar fuera del infierno sin un demonio dentro de ella... ¿Cómo han conseguido...?"

-Esta armadura pasa de generación en generación en la familia portadora. La siguiente en el linaje era Eris, por eso la armadura le siguió desde el infierno hasta aquí- Luften explica esto sin dejar de mirarla con recelo, como si en cualquier momento fuera a saltar y a cortarnos el cuello a todos.

"Es la armadura de las matriarcas del infierno... Ni siquiera pensé que podría llegar a llevarla... Desapareció después de que mamá muriera"

"¿Matriarcas del infierno?"

"Si... EL infierno es un lugar bastante distinto. Aquí, desde siempre, han mandado los hombres, pero ahí todo es muy diferente. La capacidad de concebir es considerada casi como un poder divino, por lo que a las mujeres se les respeta por encima de todo desde que tenemos memoria... Las mujeres suelen ser las ancianas sabias que guardan los templos, las guerreras más fieras y las comandantes de los ejércitos demoníacos... Normalmente, se esperan grandes cosas de las hijas de grandes madres, así que la armadura solo cambia de familia en cuanto el descendiente es varón o cuando se gana un desafío para obtenerla. Cuando desapareció, el infierno lloró durante meses por la pérdida de una reliquia tan valiosa"

Miro a la armadura con respeto. No sabía que un objeto podría llegar a comportar tanto para tanta gente.

"En cuanto acabe todo esto... La devolveremos a su lugar"

"Si... Las sacerdotisas se pondrán contentas cuando vuelvan a tener algo que custodiar"

"Tienes que explicarme muchas cosas del infierno"

"Algún día... Algún día te contaré sobre mi hogar"

Saco a la armadura de su lugar y empiezo a ponérmela. Las piezas encajan con mi cuerpo a la perfección, aunque al principio me parecía que era demasiado grande como para que la pudiera llevar, y al cabo de un rato estoy recubierta de una capa de un material que no logro identificar... Como si estuviera envuelta en mantas de seda y me sumergieran en el agua.

"Es... Reconfortante"

"Si... Se siente como mamá... La llevaba casi siempre. Pocas veces la vi sin ella... Era una pena, era muy hermosa"

"Eris... Tengo que contarte algo..."

"Ya lo sé, Salem. Tranquila, yo estoy contigo"

Me levanto y me estiro con la armadura, comprobando que casi no me quita movilidad, además de ser increíblemente ligera.

-Ve con cuidado con ella... Este tipo de armas y armaduras no son como las demás- Luften me mira con preocupación mientras dice esto

-No te entiendo-

-Este tipo de armas o armaduras ancestrales, que han sido llevadas por tanta gente, con ideas tan variadas y contradictorias entre ellas... Suelen poseer cierta voluntad autodestructiva. La mayoría de los portadores morían llevándolas-

"El elfo tiene razón, Salem, ve con cuidado... Con esta armadura murió mi madre. La coraza agónica no es algo que se deba tomar a la ligera"

Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now