No estás sola

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La montaña no tarda en aparecer delante de mí... Emerge de forma misteriosa entre una espesa niebla, que hace que sólo se vea la pare superior de la cima.

Aterrizamos de forma suave en la entrada de la cueva... Puede que sea casualidad, pero precisamente hoy es lunes, el día en el que habíamos acordado vernos en las entrañas de la tierra.

La dragona se hace pequeña y se mete en uno de los bolsillos de mi camisa. El lugar está oscuro, pero conjuro un pequeño fuego fatuo que ilumina nuestro camino . La pequeña puerta de madera no tarda en aparecer y doy unos toques esperando a que alguien me abra. Nadie responde. Intento abrir, pero creo que debe de estar cerrado con llave. A ver, técnicamente esto no es intrusismo, así que tiro la puerta abajo. La madera, ablandada por la humedad, cede con facilidad.

Retiro los tablones del camino y empiezo a recorrerlo. Oigo ruido al otro lado, pero esto está completamente abandonado. De echo, muchas antorchas se encuentran apagadas o totalmente consumidas, y hay tramos del camino los cuales tengo que caminar solo con la ayuda del fuego fatuo.

Por fortuna mía, no tardo en llegar al final del túnel, donde me encuentro con una grupo considerable de chicos de mi edad para arriba gritando cosas ininteligibles. Al frente, un hombre intenta calmarles, pero se ve abrumado por la ingente cantidad de gente.

Logro colarme entre la manada de chicos con facilidad, aunque tengo que abrirme paso a codazos. Cuando llego al frente me encuentro con Slig discutiendo de forma acalorada con el hombre, con Hogre y Svent a cada lado asintiendo por cada frase que dice.

-¡No podéis dejarnos aquí simplemente a esperar! ¡Tu sabes cuanto nos hemos esforzado!- Mi hermano logra imponer su voz sobre el resto, y el hombre asiente, aunque le contesta:

-Lo sé, pero no podemos enviaros a la guerra cuando hace apenas unos meses que entrenáis... No tenéis la suficiente habilidad y experiencia en batalla como para...-

Es interrumpido por una oleada de gritos por parte de todos lo presentes que no le deja terminar.

-¡No os pongáis así! ¡Esto ha sido un imprevisto! No queríamos hacerlo tan pronto, y sabéis que queríamos contar con vosotros, pero todo se ha adelantado demasiado y vosotros no estáis capacitados para...-

Vuelve a ser interrumpido, ahora de forma más furiosa. El ruido ambiental empieza a molestarme.

Cuando por fin consigo llegar a donde están mis hermanos ellos ni siquiera se dan cuenta de ello. El hombre al que gritan se da cuenta, pero mis hermanos no le dejan hablar, interrumpiéndole todos a la vez.

Svent se sobresalta bastante cuando le pongo la mano en el hombro, pero se tranquiliza al ver que soy yo.

-¡Salem! Al final has venido... ¿Te has enterado de lo de...?-

-Lo he vivido, enano. ¿Por qué ahora?-

-Se ve que la escuela de magia no ha podido pasarnos suministros hasta hace poco, pero nos han dicho que ellos tampoco tienen para mucho... Estamos jodidos. Básicamente, en un par de semanas se nos acabará la comida, y los mandamases han decidido que es mejor morir empalado que vegetar lentamente hasta... Bueno, morir.-

La situación es más simple de lo que esperaba... Aunque tampoco es extraña. Mucho ejércitos se han desmantelado precisamente por eso: Los comandantes, incapaces de alimentar a sus soldados, acaban viendo como el ejército se devora a sí mismo hasta desaparecer o quedar en nada. No es muy poético, pero sí bastante habitual... O lo era en tiempos de guerra.

-¿Qué está pasando aquí?-  Pregunto.

Hogre también ha dejado de discutir con el hombre, pero Slig sigue con ello, ajeno a lo que pasa a su alrededor. Le miro, extrañada, y pronto Hogre empieza a explicármelo todo.

Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now