Un último conjuro

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Inspiro aire tranquilamente, delante de una enorme puerta de madera y metal. La magia emana de ella como si fuera calor humano, dejando claro su anterior propósito: Contener a los esclavos que tendrían que acabar muriendo en el coliseo. 

El público se oye a través de los treinta centímetros de grosor de la puerta. Noto el vibrar de sus voces y el latir de sus corazones. No estoy en mi forma completa, pero estoy en algo que se le acerca mucho, tampoco necesito nada más. Mi forma completa emanaría demasiada energía y sería fácilmente detectable por gente con la más mínima sensibilidad mágica, y no veo necesario hacer es para un torneo en el cual sólo me enfrentaré a chicos como mucho tres o cuatro años mayores que yo... Si fuera a luchar contra magos o incluso contra guerreros muy experimentados me lo plantearía.

El torneo ha llegado con mucha más celeridad de lo que me imaginaba... Las dos semanas de dormir poco, comer a toda prisa y caer rendida en mi cuarto han pasado volando, supongo que por la expectativa de lo que venía después. Los representantes de la academia de la capital están en esta sala... Hay quince más, si no me equivoco. Unos cien por sala. Mil quinientos adversarios (Sin contar los de mi propia promoción)... Van a ser unos días largos.

Miro mis manos. Veo que parecen las de mi aspecto mixto: de una piel blanca como el papel más fino con intrincados dibujos espiralados de color carne más bien pálido. Sé que bajo un complejo conjuro de camuflaje que me ha costado una semana entera perfeccionar se esconde una piel escamosa y dura como el acero, un pelo gris claro, unos ojos con la esclerótica verde y el iris rojo y, lo más llamativo, unos pequeños y retorcidos cuernos. Mi aspecto neutro ya es lo suficientemente  llamativo, pero se puede esconder bajo la escusa de un antepasado mágico, pero mi aspecto semi-completo es lo más. Mejor camuflarse y evitar preguntas incómodas...

La puerta se abre y vemos el enorme coliseo con su máximo esplendor: Una enorme construcción circular repleta de gente gritando a la espera de sangre.

Pese a que ya han pasado dos semanas desde que la tuve, la conversación con Al sigue clavada en mi cabeza como una molesta espina. Los interrogantes sobre mi nombre no hacen más que crecer... Creo que voy a tener una conversación muy interesante con mi madre cuando todo esto acabe. El momento exacto dentro del gimnasio acude a mi mente aunque yo no lo pida, y me dejo arrastrar por el recuerdo, que me saca de esta enorme sala con olor a encerrado y me lleva hasta un gimnasio en estado de abandono...

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Al me mira con una expresión seria. Algo me dice que no haremos clase, precisamente. Parece algo que se tarda tiempo en explicar. Se sienta en el suelo y levanta una pequeña nube de polvo, que se arremolina como si fuera una tormenta de arena diminuta. Yo hago lo mismo y provoco el mismo efecto. Miro los minúsculos torbellinos de polvo rojizo y me imagino un desierto siendo azotado por las inclemencias del tiempo.

Al empieza a hablar con la voz más solemne que he oído en mucho tiempo.

-Salem era un pueblo antiguo... Cuando Yerácia todavía no se llamaba así, cuando los pueblos de la zona recién se estaban formando, ahí estaba: Un pequeño pueblo que subsistía, que tenía el afán de que el invierno fuera corto, las cosechas provechosas y los niños fuertes y sanos. En esos tiempos... Se temía a lo desconocido. Se le tenía miedo a todo aquello que no se pudiera explicar. Se sabía que la lluvia caía del cielo, que las estaciones pasaban, que llegaba el verano, el otoño, la primavera... Pero nadie podía explicar por qué había gente capaz de hacer magia... Ni siquiera podían decir lo que la magia era en sí misma... Y le tenían un miedo atroz desde siempre. Se les enseñaba a los niños que las brujas eran malvadas, que estropeaban las cosechas, que hacían enfermar a los animales... Se negaban a creer que dios fuera cruel con ellos, así que culpaban a algo externo y desconocido. Las brujas huyeron del lugar, se adentraron en las montañas, se escondieron en los bosques... Ahí otros seres desconocidos, perseguidos, repudiados, las acogieron... Gigantes, duendes, algún que otro demonio... Todos huían del hombre como si fuera una plaga, una peste... Porque en aquel entonces lo era. Los hombres crecieron deprisa... Salem cada vez era más grande y no tardó en convertirse en un pueblo grande, el más grande de toda la zona, y empezó a ser transitado. Durante mucho tiempo hubo paz... Las brujas no estaban, pero los aldeanos hacían crecer su odio hacia ellas de generación en generación... Y no tardó en llegar el desastre...-

Deja de hablar un momento, mientras mira hacia el suelo con tristeza. Después de esta breve pausa vuelve a hablar, con expresión cansada.

-Un grupo de brujas llegó al pueblo... Necesitaban pasar por ahí, pero desconocían que el odio estuviera tan arraigado. Pudieron esconder su condición durante un tiempo, pero los pueblerinos descubrieron lo que eran... Y las quemaron vivas-

Un escalofrío recorre mi espinada... NO me imagino muchas muertes peores que ser quemado vivo... Recuerdo quemaduras a lo largo de mi vida... Grandes, pequeñas, por cosas cotidianas o por batallas sangrientas... La piel se separa del músculo y la carne se hincha de líquidos que supuran incansablemente... Las más profundas dejan el hueso al descubierto, rodeado de carne chamuscada que ya no duele, pues los nervios han sido calcinados hasta quedar inservibles. Huele a quemado, a tu propia carne quemada, y el olor se mete en tus fosas nasales y parece que no quiere abandonarte nunca...

-Las brujas tardaron en morir. Su agonía fue lenta, pero todavía estaban lo suficientemente conscientes como para hacer algo: Un conjuro. Un último conjuro plagado de odio y tristeza... No se puede expresar con palabras lo que las brujas hicieron en aquel momento... El conjuro no mató a nadie, no estropeó las cosechas, no enfermó a los animales ni dejó estériles a las mujeres... Los aldeanos ni siquiera supieron de él. El pueblo no desapareció... Solo cambió de nombre, de forma, de población... Ahora, por supuesto, ya no se odia a las brujas... Pero el conjuro sigue ahí... Un conjuro latente que espera a ser despertado, como un volcán inactivo que espera a pillar desprevenidos a aquellos que viven cerca para sepultarlos entre cenizas y magma ardiente. Hace apenas unos siglos que un mago se atrevió a analizar la finalidad del conjuro, a intentar comprenderlo... A intentar abastar lo que las brujas intentaban en aquel momento... Se volvió loco. Fue un considerable peligro, ya que, pese a su locura, era inteligente y poderoso... Conoces a ese mago, Salem, su nombre es Necros... Necros, el primer nigromante.-

Me quedo en silencio, intentando abastar todo lo que me acaba de decir.... Cuanto más sé, más preguntas acuden a mi mente, como una tormenta de confusión...

-¿Por qué... Por qué mi madre iba a llamarme así?... Por lo que has dicho, no parece que mucha gente sepa sobre la existencia de Salem-

Al me mira, pensativo... Parece cansado, como si contarme todo esto le cansara mucho más que recorrer todo el país a pié.

-Salem... Dime ¿Qué sabes a cerca de tu madre?-

Esta pregunta me pilla por sorpresa.... ¿Que qué se sobre mi madre? Parece tan simple a primera vista.... Pero no. Me doy cuenta de que no sé nada. Nunca he pensado en mi madre fuera de la casa, del hogar... No sé que hacía antes de conocer a mi padre, cómo lo conoció o cuando... Esto me inquieta bastante... Se supone que debería de saber algo sobre ella... Pero no sé nada, no soy capaz de recordar que me hablara sobre su vida antes de casarse... Ni siquiera he conocido a mis abuelos... De alguna forma, creo que la vida de mi madre es como un hueco en mi cabeza... Al menos sé algo sobre Eris, mi otra madre... La conozco, sé sobre ella, se me ha mostrado como alguien conocido. Aunque todavía hay misterios entorno a ella, sé mucho más sobre mi madre muerta en el otro mundo que mi madre viva en este mismo... Caigo en que, de hecho, ni siquiera sé su nombre de pila. La gente siempre le llamaba "Señorita Kedward", nosotros le llamábamos "Mamá" y papá siempre le llamaba "Cariño"... NO sé el nombre de mi propia madre.

-Yo...-

-Sonará duro, pequeña, pero hay cosas que no puedo decir... Tienes que descubrirlas por tú misma... Investiga, pregunta, descubre... Yo no sé nada más, pero tú puedes saberlo...-

Esto me deja destrozada... Ni siquiera sé si volveré a ver a mi madre... Me doy cuenta de que no conozco a alguien que creía cercano... Es una sensación extraña, como si en realidad mi madre no existiera, fuera una simple invención mía, un personaje vacío creado por la emoción del momento

-Al... ¿Que hacía el conjuro?-

Me mira y traga saliva. Veo el miedo en sus ojos.

-El conjuro de las brujas de Salem... Es un potente reconstituyente... No como los que conoces... Suelen ser usados para reconstruir cosas o curar ciertas heridas pero también pueden ser usados para...-

-Eliminar plagas... ¿Qué quieres decir con ésto?-

-El conjuro, si llega a activarse... Podría destruir a todos los no magos de la corteza terrestre... Si el conjuro es activado... Se llevaría a cabo la mayor masacre desde el origen de la humanidad misma-




Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora