¿Qué eres? ¿Qué somos?

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Cuando me dicen quién quiere venir a verme no me lo puedo creer. Ni siquiera tengo claro cómo va a entrar, o si tengo que ir yo. Pero en cuanto Selene aparece delante de mí como si la magia del castillo no la afectara mis dudas se desvanecen en el aire. 

Mi dragona emite un gruñido de amenaza, pero parece relajarse en cuanto Selene la mira con expresión calmada. La directora me mira y me mira, con una mezcla de sorpresa y miedo.

-Tendrías que estar muerta- Me dice, con sorpresa, como si no se creyera lo que dice.

-Lo sé- Respondo yo, cabizbaja.

-Tu... ¿Qué eres?- Me pregunta. Una emoción similar al odio tiñe su voz.

-Yo... No lo sé... Yo solo...- Tartamudeo sin quererlo, llena de inseguridad.

La directora me mira con comprensión.

-Durante siglos, este colegio ha admitido alumnos de todas las razas. Casi todos ellos salían de aquí siendo magos ejemplares, fieros guerreros, grandes ingenieros mágicos... Y algunos pocos, se corrompían por dentro, y se convertían en asesinos, ladrones o... Nigromantes-

Traga un poco de saliva y prosigue.

-Tu... Sabes acerca de Tánatos, ¿cierto?-

-Sí-

-No te preguntaré cómo. No te preguntaré si nos oíste, si lo supusiste tú misma o qué, pero la cuestión es que lo sabes-

Hace una pausa un tanto larga y mi dragona viene hacia mí, poniendo su cabeza en mi falda otra vez, como si quisiera protegerme.

-Pero no vengo por eso. Sé que, si no se lo has contado a nadie es porque no tienes la intención de hacerlo nunca. Vengo por otra cosa.-

Me mira fijamente y siento como sus ojos se clavan en mi alma, como si vieran mis mas tenebrosos secretos.

-Tú no sabes lo que eres... Así que vengo a averiguarlo-

De repente, todo son su ojos. Nada más importa, solo esta vasta extensión azul, que la traga y lo ve todo. De repente, oscuridad.

Estoy en medio de una oscuridad total. El suelo es agua negra, y sólo yo existo. Es como si estuviera en un mundo vacío. A lo lejos, una figura blanca se encuentra delante de mí.

Me acerco, y noto como la figura me ve, pero aguarda, esperando mi llegada. Cuando estoy cerca, puedo ver que se trata de una chica.

Su piel es blanca. No clara, si no de un blanco total, como el papel, como la nieve, como un hueso... Su pelo es del mismo color, y dos cuernos de carnero salen de su cabeza, retorciéndose hasta terminar apuntando hacia adelante otra vez, también de color blanco, aunque un tanto desgastado. Dos alas blanca parecidas a las de un murciélago, o un dragón, salen de su espalda. Sus ojos me miran, y un escalofrío de terror recorre mi cuerpo. Dos pozos rojos como la sangre me miran, con la promesa de la muerte en su mirada. 

La chica sujeta una espada, mi espada, en su mano izquierda, y me la da, con aire indiferente. La cojo, pero, sin quererlo, me hago un fino corte en la palma de la mano. Una gota cae y el agua se vuelve roja, el cielo se vuelve rojo. Me veo rodeada de sangre, y solo la blancura de la chica es un punto de referencia en un mar de color escarlata.

-Yo soy muerte- La chica me dice esta frase ininteligible. Sus labios se mueven de forma muy lenta... Me doy cuenta, horrorizada, de que esa chica soy yo.

-Quién eres?- Le pregunto. Es un poco estúpido, teniendo en cuenta lo que acaba de decirme, pero me siento en necesidad de preguntar algo.

-Soy tú-

-Espera... ¿Qué...?-

-Ángel, demonio, ser... ¿Qué mas da? Soy parte de ti, y tu eres parte de mi, nada más importa. Somos uno dividido en dos partes, pero estas partes están siempre juntas...-

-No entiendo lo que...-

-Ahora debes volver-

-¿A dónde?-

-A lo físico. No tengas miedo, yo te espero-

-Esperarme, ¿Quieres decir que tengo que volver? No puedes explicar...-

Todo vuelve a ser negro, y la chica ya no está. Estoy sola. Miro mis manos y veo que mi piel es blanca. Cojo un mechón de mi pelo y veo que es del color del nácar. Miro de reojo hacia atrás y contemplo dos inmensas alas que surgen de mi espalda. Me agacho y miro mi reflejo en el suelo. La chica tiene razón. Es yo. Yo soy ella. Pero... ¿Qué somos?

Despierto con un sobresalto y veo los ojos azules de Selene devolviéndome la mirada.

-Yo... No soy sólo yo-

-Lo sé, Salem, lo sé-

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Sin que ninguna de ellas se dé cuenta, una gata negra se esmuñe fuera de la habitación. Lo que ha visto le ha complacido.


Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now