Demonio blanco

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Deimos mira a su víctima con indiferencia. No es la primera, ni la última, seguramente, pero es de las que mas difícil se lo ha puesto. Pero ya está. SU hoz está clavada en su pecho, y su rostro no demuestra nada, ninguna expresión, ningún sentimiento. está muerta. 

Saca el arma del pecho de la chica, y su cuerpo cae hacia adelante y empieza a rodar hacia el límite del tejado. Deimos se gira antes de ver como cae. No le resulta satisfactorio lo que hace, ni tampoco un reto. Es solo su trabajo, pero su trabajo aquí no ha terminado. No venía por esa aprendiz menor. Viene a buscar algo mucho mas grande... A un brujo de verdad.

De repente, oye un ruido detrás de él. Entonces se gira. Y la ve.

Un demonio de pelo blanco y ojos rojos como la sangre. Una herida enorme abierta en su pecho, que no parece importarle lo más mínimo, y la espada de la chica que acaba de matar cogida de un férreo agarre. La espada tiene una niebla roja que se remueve en su interior, pidiendo su sangre.

"No puede ser... ¡La he matado! ¡La he visto morir!" Deimos tiene ese pensamiento en su mente, removida por el miedo.

La chica sonríe, y muestra unos afilados dientes, como los de un demonio devorahumanos.

-Hola, Deimos, mi nombre es muerte- La voz de la chica sigue siendo la misma, pero tiene un toque frío, distante, como si estuviera muy lejos. La herida chorrea sangre, pero la chica camina hacia él como si sólo fuera un rasguño. Sus otras heridas, como ve Deimos consternado, se han cerrado completamente, sin dejar ningún tipo de cicatriz. La otra se va empequeñeciendo.

-¡Pero tú...! ¿Que se supone que eres?-

Como respuesta, la chica se abalanza de forma salvaje como él. Su forma de pelear no tiene nada que ver con la pelea anterior. Todos sus golpes van dirigidos a puntos letales, y ahora es Deimos quien tiene problemas para esquivar. Dos cortes en su brazo derecho, uno en el izquierdo y una herida profunda agujerea su pierna y hace que un espasmo de dolor le recorra el cuerpo a Deimos cada vez que apoya su peso sobre ella. Un poderoso golpe acaba con la pelea, con Deimos tumbado en el suelo, y la chica cogiendo su hoz.

-La historia tiende a repetirse, ¿No crees?-

Algo en el tono de voz de la chica le dice a Deimos que podría haber acabado con su vida cuando hubiera querido, incluso con la protección mágica que le protege. La chica enfunda su espada y lanza con desprecio la hoz, que se clava en el tejado, demasiado lejos como para que el asesino la alcance. 

Aún con esas, el asesino intenta moverse en dirección a su arma, pero un pisotón de la chica le parte el brazo y le hace gritar de dolor. El tejado tiembla por la fuerza del impacto.

Un dragón irrumpe en la escena, rugiendo con fiereza. Y se sienta al lado de la chica, clavando sus garras en el techo para no resbalar. Tiene sus alas extendidas para mantener el equilibrio, y eso sólo le hace parecer más grande e imponente.

-Hola, pequeña- 

La chica hace aman de acariciar el dragón, pero el animal aparta la cabeza, acobardado.

"¿Qué clase de cosa tiene que ser para acobardar a un dragón?" El asesino mira a quien pensaba que iba a ser su víctima, para descubrir que seguramente termine siendo su verdugo.

-Tranquilo, los magos llegarán dentro de poco... No voy a matarte... Solo voy a hacerte mucho, mucho daño-

Salem coge al muchacho del cuello y lo alza sin esfuerzo alguno. Luego, le deja suspendido en el aire.

La chica vuelve a desenfundar su espada, y la acerca a la piel del chico, que siente que no puede moverse. El arma roza su piel, suave como el beso de un amante, pero de repente, la hoja se clava en su cuerpo, y el asesino grita. Grita de dolor, pues nunca había sentido uno tan fuerte como el que le provoca la espada, ni los dientes de esa chica.

"Oh dios mío... Voy a morir aquí"

Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now