Los dragones son demasiado presumidos

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                        -Un mes mas tarde-

Hoy es fin de semana, así que, en vez del despertador, me despierta un gruñido suave pero grave y potente. Miro y veo como mi dragón me mira desde la ventana. Ahora mismo tiene el tamaño de un caballo... No me esperaba que creciera tanto en tan poco tiempo... Aunque, bien pensado, los bebés triplican su tamaño en el mismo tiempo, así que supongo que debe de ser normal. 

Luften y Mel supervisan un poco su cuidado, pero dejaron de hacerlo a la semana. Era diligente y cuidadosa, por lo que descubrieron que no tenían de qué preocuparse, así que me dejaron a cargo de él... No, espera, aún se me sigue olvidando... Aunque sólo lo sé desde hace un par de días, así que supongo que es normal... El dragón no es "él"... resulta que es "ella".

El echo me recuerda que aún tengo que ponerle nombre... Creo que es algo por lo que debo esperar... No quiero darle a un ser que vivirá incluso más que yo un nombre del que se avergüence...

-Buenos días pequeña...- Le digo, frotándome los ojos.

-Salem- Hace poco que sabe mi nombre, pero parece que es una palabra a la que tiene aprecio.

-Sí... Peque, Salem- Me levanto y empiezo a vestirme. 

El dragón entra con delicadeza y el blancor de sus escamas me ciega. Acaricio su cabeza, grande como una sandía, y sus pequeñas escamas masajean mi palma y me hacen unas cosquillas agradables.

Cierra los ojos y se tumba en el suelo, mostrándome su barriga mientras se friega contra el suelo. Los dragones se parecen incluso demasiado a los gatos en muchos aspectos. Sus ojos han pasado de su tonalidad verde a un rojo profundo. Es lo único que resalta en su cuerpo de un blanco acendrado. En su cabeza han empezado a crecer cuernos, que se expanden en todas direcciones.

EL dragón se pone de pié otra vez y me mira con espectación. Hace tiempo que quiero hacer una cosa... Y hoy, día de fiesta y en el que no tengo nada que hacer hasta unas cuantas horas, aprovecharé para hacerlo.

Toco las escamas de la zona que une su largo cuello y su cuerpo. Son flexibles, como las de todos los dragones que nacen para ser acompañados de jinetes, pues es el lugar donde suelen montar los humanos.

Pruebo a subirme encima de esta zona, y la dragona parece sorprenderse, pero baja la cabeza para facilitarme el trabajo. En poco tiempo, me encuentro encima del dragón, que salta un poco para comprobar que no me caiga al moverse.

-Muy bien chica... Vamos a probar algo...- Antes de que acabe la frase, el dragón salta en dirección a la ventana, y me encuentro suspendida en el aire.

Caemos en picado y grito de miedo y de emoción. Poco antes de tocar el suelo, la dragona remonta el vuelo de forma espectacular. Dentro de poco será otoño, pero la temperatura sigue siendo agradable, casi veraniega. Volamos un rato, sintiendo el aire siendo atravesado por nuestros cuerpos.

De repente, el dragón baja de forma repentina, en dirección al lago.

"O no... Otra vez no"

Nos sumergimos en el agua y volvemos a salir inmediatamente. Un pequeño charco se forma en un hoyuelo que hay entre el cuello del dragón y su cuello. El charco suelta pequeñas gotas que resbalan por su cuello y se pierden en el viento. Precioso.

Volvemos a mi habitación al cabo de un buen rato, con olor a viento y los ojos lacrimosos por el efecto del aire. Alguien llama a mi puerta con insistencia. Menos mal que he llegado ahora y no media hora más tarde. La abro y Luften me mira desde el otro lado.

-¿Se puede saber qué...?-

-Un vuelo. Parece que mi destino es acabar empapada cada vez que me decido a surcar el aire.-

-A esta hora las cuadras no están abiertas, ¿Cómo puedes haber...?-

Echa un vistazo dentro de la habitación y se fija en la dragona, goteando agua encima de la alfombra persa.

-¿Ya has volado con ella por primera vez?-

-Si... Ha sido genial, aunque ahora estoy empapada. ¿Qué quieres decirme?-

-Venía a avisarte de que en dos horas llegan los de los colegios de magia... Esto... No tenéis porque estar todos los alumnos, pero suele venir bastante gente. Suponía que no lo sabías, así que he venido a avisarte... Se supone que tenéis que ir... arreglados ¿Vale? Así que nada, te dejo con...-

-Ella, sin nombre... Todavía.-

-Pues nada, ya nos veremos... Ah, y tráela, la bienvenida suele hacerse con los animales adoptados, por costumbre... Creo que los alumnos de las demás escuelas alucinarán bastante...-

Dice, sonriendo. Cierra la puerta y se va. No me esperaba esto para nada, me ha pillado desprevenida.

-Bueno pequeña, vamos a tener que arreglarnos... Pero tampoco demasiado, ¿Vale?-

La siguiente hora me la paso en el baño. En diez minutos, la dragona se las arregla para abrir  la puerta y se cuela en la bañera. Es tan grande que cabemos las dos de sobras, y le limpio la suciedad de las escamas, los cuernos y las uñas.

Salgo del baño mientras me seco con mi toalla. Miro las prendas que he puesto encima de la cama, pensando en qué ponerme. Pienso montarla, así que me decido por unos pantalones (Negros, obviamente) y una camisa del mismo color. Me pongo el collar de cristal y me reviso el peinado. 

Aún me queda un buen rato para ir, así que me dedico a revisar mis plantas. Las flores que me dieron mis hermanos siguen tan bonitas como cuando llegaron aquí. Tengo unas cuantas plantas mas, aromáticas, que llenan la habitación con el olor del campo. 

-Ay... Me aburro... No sé si podrás salir por la puerta, así que mejor vayamos tirando, que puede que no pases y tengamos que buscar un camino alternativo...-

Ya me cuesta hacerla pasar por la puerta de mi habitación... Así que rezo para que quepa por la del salón. Consigo hacerla pasar por la del pasillo y la puerta de la sala común no representa ningún problema, así que nos dirigimos, yo caminando y ella "Trotando" detrás de mí, como un cachorro de perro siguiendo a su madre. Nos tropezamos con un par de personas, que se apartan, sobresaltadas, al ver a... Dios, necesito un nombre.

Llegamos a una de las numerosas puertas del gran salón. No hay nadie cerca, todo el mundo esta dentro, desayunando, o fuera, esperando a que lleguen los otros colegios.

-Bueno ¿Estas preparada? Hace mucho que no estás entre tanta gente. ¿Algo que quieras hacer antes de presentarte ante la multitud?-

La dragona suelta una llamarada que se queda contenida dentro de su boca y se apunta a si misma con ella. De repente, toda ella arde en llamas blancas y rojas y, cuando el fuego para, el dragón brilla como el mismo sol. Le rozo una escama con la punta de un dedo. No quema nada. Otro de los grandes misterios de la magia de los dragones.

Abro la puerta y el ruido del salón me recibe como de costumbre. La mayoría de los integrantes se encuentran con sus mascotas sentadas a su lado, recostadas en su falda o orgullosamente erguidas sobre sus hombros.

Casi todo el mundo se gira al ver al deslumbrante dragón, incluidos los animales. Un pequeño zorro de nueve colas viene a olisquear una de sus patas y ella le lame, haciendo que el animal se marche, ya sin curiosidad y cubierto de saliva.

-¿Siempre tienes que llamar la atención?- Le digo, mientras sonrío.

-¿Me lo dices tu?- Me dice, con mirada de desaprobación.

-¿Ya haces frases y todo?- Le pregunto, sorprendida. Hasta ahora sólo decía palabras sueltas y mi nombre.

La dragona se marcha, con la cabeza alta, como si estuviera indignada, hacia la mesa en la que suelo sentarme, al lado de Celeste, que tiene un lagarto dorado puesto a modo de bufanda perezosa.

"Ay dios... Los dragones son incluso más fáciles de ofender que las personas. Demasiado presumidos para mi gusto"


Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora