El hombre que busca a su corazón

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Tengo un sueño intranquilo, pero al menos duermo... Un rato. No tardo en despertarme. La cueva está bastante oscura... La mayoría de las fogatas se apagan por la noche y se vuelven a encender por la mañana, por lo que el ambiente en este momento es bastante oscuro.

Me quito de encima la montaña de mantas debajo de la cual me había enterrado y me escabullo entre la maraña de extremidades que cubren el suelo de la cueva... Ni siquiera nos hemos molestado en ir a las rudimentarias habitaciones grupales a dormir... Aunque no es nada raro. En tiempos convulsos, lo último que quiere la gente es sentir el vacío a su alrededor, sentirse solos.

La dragona está dormitando entre las brasas de la hoguera, aún caliente, y cuando paso por su lado puedo ver que tiene un sueño agradable que prefiero no interrumpir.

No tengo ningún rumbo fijo, pero mis pies me llevan, sin que me de cuenta de ellos, hacia la pequeña cueva a la que me trajo el anciano cuando vine aquí por primera vez. Me dispongo a irme, ya que esto no es más que un camino sin salida, cuando la puerta se abre y detrás de ella aparece el viejo con una sonrisa. 

-Pasa, jovencita. No te preocupes por mí. Apenas necesito dormir por mi edad, y tu compañía será de agradecer en esta noche tan solitaria y fría... Por favor, entra- Dice, ofreciéndome pasar por la puerta.

No tengo nada que hacer, así que acepto. El lugar se encuentra iluminado por una multitud de velas que parecen estrellas ancladas en el cielo nocturno, construido con las paredes de la cueva misma.

-¿Por qué me has llevado hacia aquí?- Empiezo a intuir que no ha sido el azar el que me ha hecho venir a parar a este lugar, así que se lo pregunto directamente.

-Digamos que... Para contarte un cuento... Nunca se es demasiado mayor para eso, ¿Verdad?- Me pregunta, a la vez que me alarga una taza de té.

La cojo y el calor de la misma invade mis manos y calienta mi cuerpo cuando aún no le he dado ni un trago... Cuando lo pruebo siento un sabor dulce con un leve toque picante apenas degustable... Por segunda vez, no logro saber de qué está hecho la infusión, pero no creo que el hombre me haya envenenado, así que me lo bebo con total confianza.

Mientras mira como bebo, el anciano empieza a hablar, con voz aterciopelada, como un cuenta cuentos que reúne a todos los niños del pueblo alrededor de una hoguera para explicar sus historias en mitad de la noche.

-Hace mucho tiempo, demasiado como para acordarme de cuanto, había un hombre. No tardó en destacar por sus habilidades en la batalla. Traía a su pueblo triunfo tras triunfo y por eso la gente lo alababa como una gran guerrero. Eso, claro, hizo que dispusiera de muchas pretendientes, pero él nunca se enamoró... Hasta que ella apareció... A los ojos de alguien objetivo, no tenía nada de especial... Sin embargo, por algún misterioso motivo, los hombres se sentían fascinados por ella y no tardó en interesarse en el siempre victorioso soldado, aunque sus intenciones diferían mucho de ser buenas... El soldado no tardó en caer enamorado y esa mujer lo sedujo con extrema habilidad, adquirida por el paso de los años. En principio ella pretendía, simplemente, abandonarle, como había hecho con tantos hombres antes, pero era retorcida, malvada, disfrutaba del sufrimiento ajeno, y por eso tramó un plan mucho peor...La mujer, sabedora de que el hombre era ahora totalmente suyo le pidió como gesto de confianza absoluta que le diera su corazón... Y el hombre no dudó en aceptar. Ella, aprovechando el momento de exposición del mismo, lo selló fuera de su cuerpo para que el hombre nunca más pudiera ser dueño de sí mismo. Él, horrorizado, aprovechó sus últimos movimientos de libertad para matar a la malvada mujer que, en su lecho de muerte, le dijo estas palabras:

"Nunca serás libre. Puede que no vuelvas a ser mío, pero tampoco serás tuyo"

Dicho esto, la mujer envió el corazón del hombre muy lejos... El hombre lo buscó de forma desesperada, pero alguien lo encontró antes que él... La mujer se había encargado de que todo aquel que se encontrara con el corazón del hombre supiera como manipularlo, por lo que quien lo encontraba tenía a su merced al guerrero más poderoso... El corazón no tardó en ir de mano en mano. Cuando estallaba una guerra era el objeto más deseado, y cuando había paz el más custodiado... Sin embargo eso no evitó que fuera robado en muchas ocasiones, haciendo que el hombre se viera obligado a servir ahora a su enemigo ahora al enemigo del bando contrario... Pronto, el hombre dejó de sonreír, de llorar, de amar, y dicen que, todavía ahora, espera a que alguien le devuelva su corazón, sabedor de que nunca podrá recuperarlo por sí mismo...-

Un incómodo silencio se extiende por la gruta... Le doy otro trago al té, meditando sobre lo que el anciano acaba de contarme... ¿Por qué? ¿Por qué contarme un cuento antiguo, hacerme venir aquí sólo para eso? No tiene mucho sentido...

-Por favor, querida... Acábate le infusión. Creo que te ayudará a aclararte la mente-

Le hago caso al viejo y apuro los últimos tragos de líquido hirviendo que quedaban en el vaso... Curiosamente, estos tienen un sabor mucho más amargo que el resto, como si me hubiera tragado el poso pese a que no he visto ningún resto de hierbas en el fondo del vaso.

-Los recuerdos suelen ser amargos- Dice el anciano cuando ve la mueca que hago. - Pero es mejor un sabor amargo que ninguno...-

Me mareo un poco cuando me trago toda la infusión... Bueno, quizás no estaba del todo acertada cuando he pensado que el viejo no me envenenaría... Sin embargo, esto no es del todo un veneno... No me está matando, ni siquiera me está haciendo daño. Es algo... Difícil de describir. Imágenes desconocidas acuden a mi mente como si fueran recuerdos propios, aunque estoy segura de no haber vivido ninguno de ellos...

Una habitación escura, con una gruesísima puerta metálica con cerraduras, pomos, cadenas, cierres... Parece estar hecha para no ser abierta jamás, pero, de alguna manera, la atravieso y logro entrar. En las entrañas de una construcción de piedra, hay una habitación del tesoro... Hay joyas, hay obras de arte, hay objetos de incalculable valor, pero sé que lo más importante de este lugar no está entre ellos... Una pared. La de la derecha, concretamente... Una puerta secreta. Una pequeña caja fuerte y dentro de ella...

Dentro de ella... Dentro de ella... Un gema. Una gema del tamaño de un puño con forma de corazón cristalino... Brilla, como si fuera capaz de alumbrar la noche más oscura y... ¿Palpita? Si, no son imaginaciones mías... Es un corazón de verdad. Es tan bonito... Algo me succiona lejos de él, de este lugar y, de repente, me encuentro otra vez en la cueva donde el anciano me mira detenidamente.

-Señor... ¿El hombre solo puede morir si le rompen el corazón?-

-Exacto, chica lista... Pero, dime, ¿Crees que merece ser salvado?-

-Más que cualquier otra cosa- Digo, levantándome con ímpetu. Por primera ven en mucho tiempo tengo un plan.

Salgo del lugar y dejo al anciano con una sonrisa en la boca... No. Realmente le hecho de venir hacia aquí no ha sido una coincidencia, pero no tengo tiempo para preguntas... Tengo un largo recorrido por delante.

Cuando paso por la cueva central, donde un montón de chicos siguen ahí tumbados, durmiendo, veo que algunos se despiertan al oírme llegar, pero sigo caminando, sin pararles demasiada atención... Lo mejor será hacerlo sola, mucho menos arriesgado... Aunque no sola del todo, claro.

Voy hacia las brasas de la enorme hoguera y le doy unos toques al costado de mi dragona, que tiene las escamas de un leve toque rojizo por el calor.

"Despierta, tenemos que irnos"

"¿A dónde?" Pregunta a la vez que despliega sus diminutas alas para desperezarse.

"A la capital... Alguien no se queda quieto mientras van a ejecutar a un amigo"


Danza de demonios: La chica y el dragónحيث تعيش القصص. اكتشف الآن