Dragón de huesos

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La creación de un dracoliche es mas fácil de lo que los magos hacen creer. Piensan que, haciendo creer a sus alumnos que es un oscuro y desconocido ritual, que implica años de trabajo y ingentes cantidades de energía, les persuadirán de usar la magia negra. Y tienen razón. Los alumnos prefieren ser guardianes, magos de alquiler, ladrones de guante blanco, asesinos... Pero muy pocos llegan a ser nigromantes, o a planteárselo siquiera.

El dragón bate las alas con lentitud. Son la única parta del cuerpo que conserva su piel. Si no, no podría volar. El movimiento de su cuerpo provoca crujidos de huesos chocando entre si, y el viento silba al pasar entre los huecos de entre sus costillas, o las vacías cuencas de sus ojos. El ruido particular de un dracoliche suele significar la muerte.

Con la energía de la que dispone, a Tánatos no le costó resucitar el cadáver del joven dragón, muerto en una batalla centenaria contra alguno de los de su especie. Es un dragón salvaje, así que no se molestó en proteger su cuerpo para que nadie pudiera usarlo, algo que Tánatos agradece, mientras, tranquilamente sentado en la grupa del extraño y putrefacto animal, ve como el colegio de magia se acerca a él y a su ejército de criaturas artificiales.

El dragón suelta un poderoso y gutural rugido que hace que los pocos Djavers que se atrevían a volar cerca de él se alejen. El dragón suelta, además, una poderosa llamarada verde.

Uno de los poco inconvenientes de los dracoliches es que no ven mas allá de la muerte. Así que la quieren dar a todos aquellos a su alrededor. Sólo el control de Tánatos hace que al animal no se abalance sobre los Djavers que le rodean, aunque lanza miradas de odio a los molestos bichos alados con el deseo de sentir el sabor de su sangre.

El nigromante mira al colegio... Cada vez mas cercano... Tiene la sensación de que algo está a punto de ir mal. Muy pero que muy mal.

Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now