Encuentro

1.3K 171 2
                                    

Me despierto de golpe, sobresaltada por el resto de un sueño revoltoso del que no consigo recordar más que leves detalles aislados. Estiro un poco mis brazos, mientras observo el pequeño lagarto albino que se encuentra recostado sobre mi almohada... Realmente mi dragona ha conseguido muchas cosas mientras estaba fuera. Le acaricio su pequeña cabecita con la punta de mi dedo y ésta se revuelve un poco en sueños, aunque no tarda en volver a adoptar un aire tranquilo y feliz... En mi mente irrumpen pensamientos y sueños de la suya, por lo que veo un enorme cielo bajo el cual se extienden sus alas en un vuelo sin fin... Precioso. No me extraña que esté tan contenta.

Realmente me sorprendió cuando me dijo que quería dormir conmigo... Realmente quería tenerla cerca, pero sabía que era un acto imprudente... Y lo imprudente no es propio de ella. Sin embargo, me tranquilicé cuando me mostró una forma capaz de venir de forma inadvertida... Cuando llegamos simplemente nos acurrucamos juntas y dormimos, consoladas por la presencia de un amigo cercano tan próximo.

Intento volver a dormir, pero ayer no hice demasiada cosa, aparte de resolver ese desagradable incidente con los ladrones, por lo que mi energía se encuentra hasta los topes. Me levanto con la intención de dar un paseo nocturno... Por la noche no hay nadie circulando por los pasillos y, obviando a los guardias del perímetro y la entrada, el lugar se encuentra vacío completamente.

Pienso en salir por la puerta, pero la ventana de mi habitación ofrece una posibilidad mucho más... Divertida.

"Ahora vuelvo, pequeña"

No sé si me ha oído o si siquiera me escuchaba, pero no creo que importe demasiado... No tardaré en volver.

Abro el ventanal lo más silenciosamente que puedo y doy un salto con el que consigo llegar a la parte más alta de éste. Una vez agarrada, me subo al amplio borde de piedra y empiezo a escalar...

El viento nocturno me despeina ligeramente y me enfría la piel con una suave caricia helada. En poco tiempo consigo llegar hasta el punto más alto del edificio, desde donde puedo observar casi toda la ciudad... Un espectáculo de luces de colores se extiende por las calles centrales, llenas de vida a todas horas, y pequeñas alimañas se escabullen entre los callejones más oscuros y abandonados, dotándoles de su propio gentío, peculiar y menos abundante.

Me entretengo un rato trepando por los tejados de distintas alturas del lugar... Salto imposibles, acrobacias aéreas, escaladas sin ningún tipo de protección... La adrenalina circula por mi cuerpo como un elixir que activa mis músculos y mis ánimos.

Estoy descansando, apoyada en una almena, cuando oigo un leve desove, casi inaudible. Me giro con curiosidad mientras me escondo detrás del saliente de roca para no ser descubierta. Una silueta sube por la parte exterior del muro... Alguien intenta infiltrarse en la academia.

Mi reacción es automática... No recuerdo haber cogido la espada, pero de repente se encuentra en mis manos, como si hubiera estado ahí siempre... No me paro a pensar en el porqué de todo esto, simplemente me escurro hacia la muralla por la cual está trepando alguien desconocido.

Quien quiera que sea consigue llegar a lo más alto antes que yo, por lo que puedo verle un poco a lo lejos antes de volver a esconderme, ahora tras una caja que alguien de mantenimiento debe de haber dejado aquí.

Oigo los pasos acercándose con rapidez y desenfundo mi espada silenciosamente... Supongo que una muerte  rápida e indolora será lo mejor, aunque preferiría preguntarle a qué ha venido.

Cuando siento que está a menos de un metro, salto desde detrás de la caja y le tumbo en el suelo de una patada. Antes de que tenga la opción de reaccionar le pongo la espada en el cuello... Sin embargo, algo me detiene cuando me dispongo a clavarle la espada en la garganta...

Es un chico. Joven, puede que no tenga mucha más edad que yo... Como mucho diecinueve años... Respira agitadamente, con miedo,  pese a que está encapuchado y lleva un trozo de tela cubriéndole la cara, cosa que ahoga todo el ruido que pueda producir, puedo sentir un leve sollozo que emana de sus labios... Él: un chico joven que teme a la muerte, como todo el mundo... Yo... ¿Qué soy? Un monstruo dispuesto a arrebatarle la vida, a quitarle el hijo a una familia, a quitarle la pareja a una persona, a arrancar a un amigo de un grupo sin piedad...

Me siento en el suelo a la vez que aparto la espada del cuello del chico... No. Esto no está bien para nada... Matar para protegerme a mí misma no me parece algo malo... Al contrario. Luchar para proteger a mi familia, a mis amigos, a mi misma me parece algo más o menos honorable... ¿Pero qué me llevará matar a este chico? Mantener un cargo que quiero solo de forma temporal, para acabar matando a mi superior y puede que morir en el intento... 

Me inclino hasta casi rozar el suelo con mi frente... Un mareo me ha sobrevenido y noto como los ojos se me humedecen.

-Yo... Lo siento-

El chico me mira con sorpresa. Consigo ponerme de pié otra vez, pero no creo que si se dispone a luchar sea capaz de corresponderle.

Nos quedamos así, en silencio, un buen rato. El chico se me acerca con timidez, pero luego parece ver que no le haré nada y se me pone delante. Es enorme... Me siento como una enana a su lado, pero la sensación, al cabo del tiempo, ya se me ha vuelto familiar.

-No deberías... No deberías de pedirme perdón. Sabía a lo que me arriesgaba viniendo hacia aquí, tu solo eres un soldado que cumple con su deber... No puedo pedirte un buen trato, como si fuéramos críos jugando al escondite... En la vida real no siempre se gana-

-No... Pero perder significa demasiado- Supongo que, pese a que es mi deber, no puedo seguir haciendo este tipo de cosas... Si. Realmente perder significa demasiado.

De repente el chico me mira con intensidad... ¿Por qué sus ojos marrones me parecen, de repente, tan familiares? El recuerdo de su voz sacude mi mente como un huracán. El chico me mira con timidez, a la vez que se destapa la cara y me inspecciona de arriba a abajo.

-¿Salem?- Su voz tiembla de la emoción a la vez que los últimos trozos de ropa negra abandonan su cara. Pese a que su rostro es inconfundible, ya hace rato que sé  quién es... Esa voz dulce, calmada, que me confortaba en las noches de tormenta, que me acompañaba cuando me sentía sola...

-¿Slig?-



Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now