Moradora de tumbas

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La chica acaricia la suave tierra de la tumba, con aire distante. La piedras, y la tierra misma acarician su piel con una húmeda caricia. La chica se levanta y se sienta en el borde de una lápida medio derruida, con la estatua de algo que debería de ser un ángel, pero que el paso del tiempo ha convertido en una grotesca deformidad de piedra de rostro irreconocible.

Sentada encima de la tumba, aspira profundamente. La idea de que el aire contiene polvo de los cadáveres que ahí residen le tranquiliza siempre que piensa en ello. Los muertos resultan mucho mas agradables que demasiados vivos. Cruza las piernas y espera. Y espera. Y la lluvia cae sobre ella. Y el tiempo cubre de musgo su cuerpo, y convierte su piel en piedra grisácea, y apaga el brillo de la vida de sus ojos. Y espera. Espera a que su amo le avise.

Siglos mas tarde, la chica abre los ojos, se sacude los restos de musgo y se vuelve a sentar, esta vez en otra lápida (La otra ha sido derruida por el paso del tiempo). Y espera otra vez. Pero esta vez ya no espera a su amo.

Danza de demonios: La chica y el dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora