Bosque y templo

2.1K 246 4
                                    

El bosque verde se extiende delante de nosotros, imponente, descontrolado, salvaje. En algún lugar dentro de él, en paradero desconocido por muchos, se encuentra la civilización elfa y, apartado de todo, en el corazón del follaje, el templo de la vida da hogar a  Edel, la maga más poderosa. 

Muchos humanos piensan que no es mas que una leyenda. Nunca se presenta en las reuniones de los monarcas, la gente que dice haberla visto tiene poca credibilidad y los elfos cambian de tema en cuanto se habla de ella. Pero todos los magos saben que la reina del bosque existe, y por eso mismo respetan el reino élfico en todo. Nadie nunca ha osado cortar un árbol o matar a un animal del lugar... O al menos nadie ha vivido para contarlo.

Ahora mismo, entiendo el porqué. El bosque tiene árboles de por lo menos veinte metros de alto, que enrollan sus ramas en dirección al cielo. Las plantas que habitan en él son muy variadas, dejándome ver especímenes que harían enloquecer a cualquier herbologista de mi país. Las flores crecen ufanosas, los troncos de los árboles se poblan de musgo y las hojas tienen un saludable color verde. 

Dicen que en invierno, el bosque adquiere tonos blancos y azulados, gracias a los lirios de invierno, que recubren la boscosidad con su pálido tono celeste o su puro tono blanquecino, y que en otoño el bosque parece un mar de sangre, cuando las hojas se tornan rojas y los frutos maduran, rebosantes de dulzura y cubiertos de una fina capa de rocío matutino.

La belleza del lugar es salvaje, y me cuesta pensar que los elfos dominen algo así de tal manera que consigan establecerse de forma cómoda. No debe de ser fácil edificar entre tanta maleza.

El pensamiento de entrar aquí me emociona. Me he criado en el campo, conozco lo bella y cruel que puede ser la naturaleza, pero un bosque así es un nuevo mundo para mi... La curiosidad me invade por completo y, aunque la idea de entrar en un lugar seguramente peligroso me da un poco de miedo, sigo teniendo ganas de entrar.

Iniciamos el recorrido a pie, y dejamos a los Orms fuera del bosque con órdenes de esperar a nuestro regreso. Tienen fuente de agua y alimento justo al lado, por lo que estarán bien. El único ser no antropomorfo que entra al bosque es la dragona, que avanza con gracilidad por el estrecho camino de piedra, con cuidado de no derribar arbustos con su cola, o de arrancar árboles con su cornamenta.

Devoro con los ojos todo lo que encuentro. Memorizo detalles de cada planta o animal escurridizo que vea, e intento reconocer vegetales que hemos estudiado en clase de herbología y animales de clase de criaturas mágicas. 

Al cabo de unas horas, nos encontramos a un elfo, que no guía durante un trozo de sendero hasta que, de forma improvista, se sale de él. 

Caminamos serpenteando entre gigantes arbóreos, hasta que, fijándome mucho en un árbol de forma abstracta, veo que, en realidad , es una casa. Un tronco hueco reformado para convertirse en un espacioso hogar. Los elfo no han domado al bosque. Se han adaptado a él.

Serpenteamos entre casa y árboles aún vivos, sobre los cuales intuyo las figuras de pequeños niños elfos jugando mientras saltan de rama en rama.

Seguimos caminando hasta que dejamos atrás la bonita ciudad elfa, y empezamos a adentrarnos cada vez mas en las boscosas profundidades del bosque verde.

Los árboles son cada vez mas grandes y se encuentran cada vez mas separados, y sus copas tapan casi por completo la luz del día y le dan un toque verdoso a la que dejan pasar. Las escamas blancas de la dragona reflejan los rallos verdes y hacen que parezca que esté cubierta de pequeños espejos.

De repente, hasta ahora oculto de nuestra vista por los árboles, un enorme roble aparece delante de nosotros. A su lado, un templo de piedra verde se eleva hacia el cielo, aunque no llega a superar al árbol que se encuentra a su lado en altura, pues el roble debe de medir unos doscientos metros. El templo tiene una delicada arquitectura, casi como si hubiera crecido de la tierra al igual que el resto del bosque y, delante suya, una bella elfa nos espera, con gesto calmado. JUnto a ella se encuentran distintas fieras enormes, que ante ella se comportan como dóciles gatitos.

Selen se arrodilla en señal de respeto, y los demás magos y yo hacemos lo mismo.

-Edel...- La voz de Selene tiembla con timidez.

-No hace falta que te arrodilles, Selene, sabes que no soporto las formalidades. Por favor, levantaos-


Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now