Cuentos de Tesálea: La primera jinete 2

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Seris tocaba la flauta cuando oyó un quejido extraño. Para otros hubiera sido solo otro rumor del bosque: Quizás un oso, o un puma. Pero Seris llevaba demasiado tiempo ahí como para no identificar un sonido que era nuevo para ella. Ese sonido no se parecía para nada al de un animal a los que ella estaba acostumbrada.

Siguió el rumor hasta que encontró el origen del sonido en una cueva: Una dragón herido. Muy malherido. El animal no le dejó acercarse para nada, así que Seris no insistió... Ese día. Al día siguiente volvió con plantas medicinales y comida. El dragón siguió receloso, pero esta vez le dejó acercarse más.

Cada día Seris se acercaba más al dragón que, pese a su ayuda, estaba muriendo. Un día, por fin, Seris se acercó tanto que consiguió tocarle. El dragón le miró, con los ojos apagados por la fiebre. Con esfuerzo, e dragón se levantó y le llevó hasta el final de la cueva, un lugar en el que nunca le había dejado entrar. Y, ahí, el dragón le enseñó el tesoro por el cual daría su vida: Un huevo. Un huevo de dragón de color verde suave.

No todos los dragones saben hablar. Muchos de ellos lo aprenden con el tiempo, después de interactuar con personas, con la intención de entenderles mejor o, incluso, llegar a comerciar con ellos. Pero este dragón era joven. No sabía hablar, pero podía comunicarse.

Mediante el pensamiento, el dragón le enseñó la muerte de la madre del huevo, su pareja. Le mostró como los cazadores de bestias mágicas mataron a su esposa y consiguieron herirle a él. Estaba débil. Tenía la esperanza de curarse, pero la herida fue demasiado grave. No tardaría en morir.

Los dragones cuidan sus huevos con fiereza. No dejan que nadie se acerque a ellos. Nunca. Pero, por encima de todo, este dragón quería salvar la vida de su futuro hijo, y sabía que solo, en las vastas montañas llenas de fieras y peligros, no conseguiría sobrevivir.

Así que el dragón le pidió a Seris que cuidara de su hijo, y Seris le prometió que lo haría.

Tres días después, el dragón murió. Unas lágrimas de pena y dolor resbalaron por sus escamas, pues el dragón estaba triste por abandonar a su hijo... Pero feliz de volver a ver a su esposa. Las lágrimas del dragón cayeron al suelo y se convirtieron en flores de cristal... Que aún perduran hoy en día y anuncian la llegada de un brujo.

Seris lloró por el dragón. Pero no faltó a su promesa. E cuanto la cría nación, le enseñó todo lo que sabía. Prácticamente vivía en el bosque, así que cuidaba de él casi todo el tiempo. El animal creció, y dejó de necesitar su cuidado... Pero no su compañía. Seris era para él algo más que quien le había criado, era su amiga . Algo mas, de echo. Era su jinete. Así fue como el dragón creció, bajo la tutela de Seris. Y así fue como nació la primera jinete. Los dragones mas afines a los humanos dejaron algunos de sus huevos a su tutela, y la profesión de jinete o tardó en prosperar.

Y dicen que, en las montañas cercanas a Uggla, hoy en día, se puede escuchar todavía el sonido de la flauta de Seris, o incluso su canto, pues ella y su dragón viven en paz en las profundidades boscosas, impunes al tiempo.

(Nota de la autora: Las sección Cuentos de Tesálea pretende ser una compilación de cuentos populares del país de Salem. Pueden o no interferir en la historia y ser reales o ficticios dentro del mismo relato, pero creo que es una sección que ayudará a entender los orígenes de ciertas cosas, y me ha parecido que los jinetes eran un buen comienzo. Besos a todos mis lectores y aquí tenéis vuestro premio: Ya sabéis como se llama el país de Salem. Abrazos a todos desde Tesálea)

Danza de demonios: La chica y el dragónWhere stories live. Discover now