76. Peligro es nuestro segundo nombre

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En uno de mis sueños, Miguel me visitó para comunicarme que quería encontrarse conmigo en el lago de Alana. No estaba segura de si realmente había sido él, pero me pasé toda la mañana pensando en eso, así que le pedí a Blas que me acompañase porque no quería ir sola y tampoco quería involucrar a Daniel.

Paseamos un rato por la ciudad antes de irnos al lago y comentamos lo que Adam nos contó acerca de Oliver. Todos nos pusimos muy tristes y quisimos ayudarlo a que estuviera mejor, pero no quiso. Jasmine nos dijo que se encerró en su habitación y no había querido salir de allí ni para ir a comer.

Estaba muy triste y también molesta por no saber qué hacer. Oliver no merecía nada de eso y aunque demorara mil años en hallar una solución, lo intentaría. Ese ángel de la muerte no puede hacer de las suyas cuando quiera, no debe ser legal entre ellos.

Una vez que emprendimos camino al lago, que en realidad no estaba tan lejos, le pregunté a Blas cómo supo que las piedras de los diez no funcionarían y me contó que Gabriel lo visitó.

—Estaba en un lugar totalmente oscuro. El piso, las paredes y el cielo eran de color negro. Imagina que estás en medio del océano pero que el mar es duro como una roca y todo a tu alrededor es de color negro —explicó—. No sé cuánto tiempo estuve allí, pero Gabriel apareció para decirme que mi momento de volver a mi cuerpo estaba próximo. Me dijo que en algún momento entendería lo que me había pasado porque él no podía explicarme debido a las reglas que tienen allá arriba; sin embargo, me ayudó. Según él, las piedras están diseñadas para contener los poderes de los diez y que era poco probable que pudiera contener la energía de Dan que sin duda era mucha. Ahí fue que me dio la idea del lobo y en quien primero pensé fue en Tristán.

—Cada día pasan cosas más extrañas con los caídos y los ángeles, pero aún así no logran sorprenderme del todo. Siento que algo grande ocurrirá, Blas y eso me asusta.

—Tendremos que confiar en ellos. No nos queda de otra.

Al llegar al lago, ambos nos quedamos observando el agua iluminada por la luz del sol y esperamos un rato, pero Miguel no apareció, lo cual me hizo pensar que solo fue un sueño más de los tantos que he tenido últimamente.

—Solo fue un sueño. Deberíamos volver a casa —dije.

—Yo no lo creo. Mira. —Apuntó hacia arriba, pero no pude ver del todo por la potente luz solar.

Después de un rato, otra luz casi igual de potente comenzó a descender. Su luz dorada era diferente a la del sol y en lugar de ser cálida y reconfortante, era fría y escalofriante. Siempre que veía a un arcángel, o las pocas oportunidades que había tenido de verlos, sentía la necesidad de comportarme como una verdadera dama y obedecer a todas sus órdenes porque ellos infundían respeto y eran objeto de devoción. Sin embargo, no me comportaba así porque creía que no era lo correcto y que ellos eran tan solo otras criaturas diferentes a nosotros.

Miguel bajó completamente en su forma humana, pero no menos digno de admiración por eso, y se posó frente a nosotros. Sus alas ya no estaban y su piel no brillaba intensamente de un color dorado como hace unos segundos. Nos penetró con la mirada a Blas y a mí, lo cual me causó escalofríos, pero disimulé.

—Me llamaste. ¿Cómo es posible que puedas entrar en sueños?

—Tan solo una de nuestras miles de habilidades, Camille —respondió tranquilo—. Te he convocado aquí para darte un regalo, así que debía ser en persona.

—¿Un regalo? —pregunté confundida—. Si es otro poder, no lo quiero. Ya tengo suficiente con los que tengo.

—Ven aquí, por favor.

Me acerqué cautelosa y pude darme cuenta de lo realmente alto que era, incluso más que los caídos y ángeles que conocía. Acercó su mano, colocó los dedos índice y pulgar sobre mi frente y sentí una leve corriente eléctrica recorrer toda mi cabeza que me mareó un poco, pero la sensación desapareció de inmediato.

—¿Qué me hiciste?

—Protección. La necesitarás.

—¿Para qué? ¿Contra qué?

—Solo a modo preventivo. No te asustes.

—¿Que no me asuste? Acabas de poner una supuesta protección en mí y me dices que no es nada malo. Yo creo que...

—Adiós, chicos —dijo Miguel— y díganle a Daniel que reconsidere mi oferta.

Lo miré totalmente desconcertada, especialmente por lo de Daniel, pero no tuve tiempo de decir nada porque extendió sus alas y ascendió hasta desaparecer entre la luz cálida del sol que nos cubría.

—Te dije que algo malo va a pasar, Blas. Mi instinto me lo dice y me temo que es algo más grande que todos nosotros. Debemos prepararnos para lo que sea que venga.

—Me he preparado toda la vida para lo que sea que venga, Cam. Como nefilim, siempre tendremos que estar preparados. Peligro es nuestro segundo nombre y ya deberíamos estar acostumbrados.

—Sí, pero ¿no te da aunque sea un poco de miedo?

—Claro que sí. Si son los mismos arcángeles los que están tomando precauciones, tenemos razones para asustarnos. Sin embargo, confío en que ellos sabrán resolver sus propios problemas.

—Bueno, yo creo que sus problemas nos concierne, ya que probablemente se trate de demonios.

—Claramente, pero ya no me preocuparé por eso . Aprendí a disfrutar cada momento del presente y ahora, querida amiga, no hay nada que quiera más que comer un enorme helado. ¿Me concederás el capricho?

—Solo si me compras uno de menta con chocolate. —Lo apunté con el dedo y alcé una ceja.

—Todo sea porque me acompañes a cumplir mi anhelo.

Sonreí y me lancé sobre él para abrazarlo y darle besos por toda la cara. Se quejó por todo el amor que le estaba entregando, pero tendría que aguantar el sufrimiento porque después de todo lo que había pasado, aprendí a valorar más el tiempo que pasaba con él y con todos mis amigos. Nunca más en la vida daría algo por sentado y aprovecharía cada maldito segundo.


***

Ese Miguel es estresante jajaja. No sé cómo lo aguantan.

¿Qué les pareció?

Los Caídos #4 - HechicerosWhere stories live. Discover now