30. Eres un todo

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Blas

Davina me había dado unos libros que alguna vez pertenecieron a Ash, los cuales contenían diversos hechizos que había puesto en práctica los últimos días. Hoy, después de lo que pasó con nuestros poderes, decidí practicar un poco más para despejar mi mente de mis poderes como nefilim.

—Piensa en algo que está en mi habitación. De preferencia algo pequeño —dije a Davina. Hizo un gesto pensativa y luego sonrió.

—Tu abrigo —dijo.

Me concentré en la prenda que me pidió, en el color que tenía, su forma y cada uno de sus detalles. Con un movimiento de mi mano izquierda, el humo de color blanco rodeó mi mano derecha y el abrigo colgó entre mis dedos.

—Aquí está su pedido, señorita —dije sonriente—. ¿Qué tal?

—¡Excelente! —exclamó.

Tomó el abrigo y se lo puso inmediatamente, provocando una risa de mi parte porque le quedaba algo grande. Me acerqué y saqué el cabello que le quedó dentro del abrigo a lo cual ella respondió estirándose un poco para alcanzar mi mejilla con un beso.

—Si vas a agradecerme así siempre, te traeré todos los abrigos del mundo.

—No es necesario que traigas los abrigos. —Sonrió traviesa.

Le hice un par de cosquillas y rio encantada, mientras que se alejaba un poco. La atraje hasta a mí, apreté sus mejillas entre mis manos y las presioné un poco, haciendo que sus labios adquirieran una forma graciosa. Reí un poco y luego le di un par de besos cortos.

—Me encantas —dije.

Se sonrojó y me miró emocionada. Sabía que aún estaba acostumbrándose a este tipo de afecto porque la verdad yo era alguien bastante expresivo, mientras que ella era más tímida. Sin embargo, me gustaba soprenderla cada día con acciones diferentes en las más inesperadas situaciones.

Okay, aquí voy —dije.

Estiré mi mano en dirección a una torre de tarros viejos que acomodé un par de metros más allá y dejé que la luz blanca saliera disparada, golpeando alguno de ellos. Volví a acomodarlos, me alejé lo suficiente y esta vez le di con toda la fuerza que tuve, provocando que todos ellos explotaran en mil pedazos.

—Santo arcángel Gabriel, creador mío, perdóname —dije haciendo una mueca—. No puedo controlar eso. Hago explotar las cosas de repente.

Miré a Davina que se quedó en silencio y vi que estaba sentada en una roca que había estado desde que tengo memoria aquí en el patio. Vi que su atención se dirigió hacia las academias porque Mia venía saliendo de una de ellas para luego acercarse hasta donde estábamos nosotros.

—¿Qué pasó? —pregunté.

—Te he estado vigilando durante toda tu práctica —dijo— y apestas, Blas. Te voy a ayudar.

—Muy graciosa, gracias por el apoyo, amiga.

—Sabes que es una broma —dijo sonriendo—. Apuesto que Davina se ha divertido mucho viéndote.

—Como no tienes idea —respondió la reina.

—¿Cómo se supone que me ayudarás si no eres hechicera?

—¿Quieres ver? —preguntó desafiante—. Ponte frente a mí.

Ambos nos acomodamos uno frente al otro con unos cuatro metros de distancia y ella puso sus manos hacia enfrente. Contó hasta tres, señalando con sus dedos y cuando estuvo lista, una ráfaga de viento salió de sus manos en dirección a mí. Reaccioné inmediatamente y le lancé un rayo de luz blanco. Era magia contra un elemento natural y pensé que era lo más genial que habíamos hecho hasta ahora.

Podía sentir la fuerza del viento que mi amiga controlaba, pero no me di por vencido y me mantuve firme. De pronto, sentí algo caliente en mi pierna derecha y miré rápido de qué se trataba. Me había lanzado fuego desde algún lugar y aprovechó mi distracción para lanzarme al suelo con un solo movimiento de manos.

—Distracción —dijo—. Te distraes fácilmente, Blas. Cora me enseñó que la base para aprender a controlar cualquier poder es la concentración. Debería ser sencillo para ti porque tu poder como nefilim requiere mucha concentración.

—Clemente pensará que estamos muriendo —dije quejándome por el ardor en mi pierna.

Afortunadamente ya estaba sanando debido a Mia, pero eso no evitaba sentir que dolía.

—El abuelo Clemente ya se acostumbró, créeme —mencionó.

—¡Estoy listo! —gritó otra persona.

Cuando volteé, vi que Adam venía hacia nosotros junto a Jas, ambos con armas en sus manos.

—¿Planean matarme? —pregunté.

—Planeamos ayudarte a entrenar —respondió Jas.

—¿Cómo?

Los hermanos se miraron entre sí y luego a Mia para luego posicionarse uno al lado del otro.

—Tienes que combinar tus habilidades físicas de nefilim con la magia que ahora tienes. Eres un todo ahora, no dos cosas por separado —explicó Adam—. Así logramos que Tristán supiera convivir con su lado lobo.

Me lanzó una de las espadas que tenía en la mano y la atrapé en el aire. Puse la pierna izquierda adelante y giré un poco el cuerpo como siempre me enseñaron desde niño. Ahora era una posición que hacía inconscientemente cada vez que tenía la espada en la mano.

Vi que Adam se acercó rápidamente y comenzamos a luchar espada contra espada. Después se acercó Jas y me dio diversos golpes en el cuerpo, los cuales intenté esquivar con rapidez e intentando no perder la concentración en la lucha con Adam.

En cámara lenta, vi a Mia estirar su mano para lanzarme una ráfaga de viento, así que le di un leve golpe a Jasmine con la parte de arriba del pie para quitarla de mi vista. En seguida, golpeé a Adam en el estómago con mi otro pie y finalmente, utilizando la espada como una extensión de mi brazo, golpeé la ráfaga de viento, provocando que un rayo de luz blanca viajara a través de la hoja del arma.

Respiré agitadamente y los chicos me miraron sorprendidos a lo cual no pude evitar sonreír emocionado.

—¡Lo hiciste! —dijo Mia.

Finalmente había logrado de alguna manera balancear aquella magia y el lado en el que más experiencia tenía. Tal vez eso era lo que necesitaba: jamás olvidar que siempre he sido y siempre seré nefilim lo quiera o no. Es parte de mí y debía estar orgulloso de eso.


***

Está cortito, pero me gustó.

¿Qué les pareció?


Los Caídos #4 - HechicerosWhere stories live. Discover now