71. Amor de palacio

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Blas

Davina nos había invitado, a mi abuela y a mí, a cenar en su casa porque quería contarnos algo muy importante que había sucedido cuando estuve moribundo con un pie en el mundo de los vivos y el otro en el de los muertos. Sabía que estaba emocionada porque sonreía y andaba más melosa de lo usual, lo cual me encantaba, de eso no hay duda, pero me parecía extraño.

Nos tuvo durante toda la cena con la intriga comiéndonos por dentro, pero cuando terminó de servir el postre no aguantó la espera.

Okay, ya no aguanto. Debo contarles. —Hizo una pausa y sonrió nuevamente—. Durante tu ausencia, Blas, hice un trato con los directores.

—¿Quieres hacer la ceremonia? —pregunté emocionado—. ¿Qué te parece abuela?

—Eso sería maravilloso, chicos —dijo mi abuela.

—Esperen, no, no es eso. Bueno sí, pero no específicamente. Desde que Atalana quedó sin la protección de la barrera, he pensado mucho en la seguridad de los ciudadanos. Como aquí no hay academias de la alianza que puedan estar disponibles siempre, les pregunté a los directores si era posible crear una acá. Por supuesto que me dijeron que llevaría tiempo porque deberían construir un nuevo edificio, pero adivinen qué.

—No inventes, Davina, ¿qué? —pregunté feliz.

—¡Ofrecí mi palacio! —exclamó—. Aceptaron gustosos y me pidieron que fuera la representante de esta ciudad. Claro que hay que arreglar muchas cosas, pero ya tengo luz verde para preparar todo. ¿No les parece genial?

—Es la mejor idea que se te ha ocurrido en la vida —dije.

—Es una muy buena oportunidad para expandir nuestros horizontes como alianza. En nombre de muchos, te lo agradezco, hija —dijo mi abuela cariñosa.

Después de terminar el postre, mi abuela decidió que era momento de marcharse, pero le dije que aquella noche quería quedarme con Davina. No se opuso, pero me pidió que me cuidara y que si pasaba algo malo, la llamara de inmediato.

Cuando estuvimos solos, agarré a Davina por la cintura y la acerqué a mí para darle un tierno beso. Ella sonrió tímida y pegó su mejilla a la mía mientras sonreía.

—Estoy tan feliz, Blas —dijo.

—Me gusta que así sea, bonita.

—Oye —dijo separándose para poder mirarme a los ojos.

—¿Qué sucede?

—Por favor, no vuelvas a irte. Pensé que te perdería por siempre.

—Prometo cuidarme mejor, Dav. Te lo prometo por la garrita —dije levantando el dedo meñique.

Rio divertida y enganchó su dedo al mío.

—Hablaba en serio.

—También yo. No quiero perder esto que tenemos por nada del mundo. Además, eres la única que ama mis chistes sin sentido.

—Sí, así es. Entonces, señor O'Donnell, si hago la ceremonia ¿a que familia crees que perteneceré?

—Si analizamos bien y descartamos, diría que a los Evans no porque son algo engreídos y no lo tomes a mal porque es lo que los hace ellos. A los Hunter totalmente no porque son muy emocionales y ensimismados. Los Wells tampoco porque son impulsivos y algo problemáticos. Diría que la cosa está entre los Night y los O'Donnell.

—¿Por qué?

—Porque los O'Donnell son carisma pura, tan solo mírame, mientras que los Night son líderes por excelencia y tú realmente cabes en esa categoría.

Los Caídos #4 - HechicerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora