48. Pieza mediadora

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Lo último que recuerdo fue quedarme dormida en el sofá entre los brazos de Daniel, así que no sé cómo llegué a esta habitación tan luminosa. Él estaba a mi lado y seguía durmiendo profundamente.

Le di un beso en la frente, tomé una manta y me cubrí con ella cuando me levanté. Bajé al primer piso sin hacer el menor ruido y recogí la ropa que estaba esparcida en el suelo a un lado del sofá. Me vestí rápido porque hacía frío y luego busqué el celular para ver la hora.

Aún era muy temprano, así que aproveché de ir por comida al centro de la ciudad, pero primero le dejé un mensaje a Daniel por si despertaba antes de que llegara. Había olvidado lo que era andar por la ciudad a las ocho de la mañana porque normalmente paso mis mañanas en la academia y era muy tranquilo la verdad.

Compré un par de cosas en Valu y volví a casa. En el trayecto, Clemente me llamó preocupado porque nadie sabía dónde estaba. Le expliqué que estaba con Daniel y que había olvidado avisarles, pero noté que estaba algo molesto. No lo culpaba en absoluto porque soy muy propensa a morir o a que me dañen, pero me divertía lo exagerado que era a veces.

Al volver, Daniel seguía durmiendo, así que no me quedó de otra que comer algo sola porque tenía mucha hambre. Después de un rato, salí al patio trasero, me senté en el pasto a tomar sol y tomé un par de fotos a los árboles y plantas que habían alrededor para distraerme un rato más.

Por primera vez en mucho tiempo, me sentí una humana sin ninguna responsabilidad que probablemente me pondría en peligro. Quizás será bueno no estar las veinticuatro horas del día en la academia por más que quisiera. Tenía una vida también y debía disfrutarla aunque fuese un poco.

De pronto, cerré los ojos e imaginé niños corriendo por aquí, mientras jugaban y yo los cuidaba junto a Daniel. Me pareció la idea más dulce que se me pudo ocurrir, pero lo dejé pasar porque aún me daba miedo pensar en eso; miedo de traer niños a este mundo solo a sufrir. Sin embargo, recordé lo que Daniel me dijo acerca de que todo vale la pena si hay amor.

—¿En qué piensas?

Lo miré inmediatamente y estaba apoyado en el umbral de la puerta, comiéndose una dona. Se acercó hasta donde yo estaba, se sentó a mi lado y me miró curioso.

—Solo disfrutaba el sol como un humano normal. Creo que este será uno de mis lugares favoritos de la casa.

—Podemos leer juntos aquí.

—Esa es una muy buena idea. —Le di un beso rápidamente y sentí el sabor dulce de su boca debido a la dona que comía—. ¿Te gustó la dona?

—Las amo. —Hizo una cara chistosa, se relamió los labios y me ofreció un poco—. ¿Quieres?

—Ya comí porque desperté temprano. —Sonreí realmente feliz y le apreté una mejilla—. Creo que seré yo la que prepare los desayunos y tu la cena.

—Me parece genial —dijo—. ¿Cómo crees que reaccionen los chicos?

—Se sorprenderán sin duda. Cuando Mia y Blas despierten, inauguraremos todo este lugar y compraremos muchas donas.

—Si hay donas y estás tú, diré que sí a todo. —Levantó el pulgar y sonrió—. Hablando en serio, puedes hacer lo que quieras aquí, Cam, cualquier cosa que se te ocurra.

Hice un sonido de felicidad y me lancé sobre él, haciendo que cayera de espalda al pasto. Acaricié su cabello delicadamente y observé algunos mechones que se veían más brillantes que otros producto del sol.

—Me gusta el contraste entre tu cabello tan claro y tus ojos tan oscuros —mencioné.

Me dio un beso en la mano y luego se quedó mirando mi pecho, específicamente la marca que se encontraba allí. La rozó tan solo un poco con su dedo y alejó su mano para luego voltear la cabeza. No estaba avergonzado, sino decepcionado y arrepentido.

Los Caídos #4 - HechicerosHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin