8. Eres una pesada

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Me encontraba a las afueras de la ciudad, cerca del bosque, en un campo que alguna vez debió ser un pueblo porque habían algunas rocas con diversas formas y algunas hasta tenían colores de pinturas o lo que supongo que eran.

Me senté en una de ellas, me crucé de piernas y esperé pacientemente a quien me había pedido venir hasta aquí. No tenía idea qué rayos quería, pero de seguro nada bueno como siempre.

—Camille —dijo el mismo arcángel que me visita siempre.

Esta vez, a diferencias de otras veces, lo veía más claro, pero aun así era algo brillante para mis ojos. Jamás me ha querido decir su nombre, lo cual me enoja un poco, pero al final del día me digo a mi misma que me da igual.

—Hola de nuevo —dije—. ¿Ocurrió algo?

—Quería saber cómo iba todo.

—He hecho todo al pie de la letra como pediste —dije—. Aún no entiendo por qué me lo pides a mí y no a alguien más.

—Debes ser tú. Eres una pieza clave.

—¿En dónde? ¿En tu tablero? —pregunté irónica—. Soy prácticamente una marioneta.

—Jamás te obligué a nada. Aceptaste deliberadamente.

—Porque es lo correcto. Puedo estar bañada en oscuridad, pero mis valores son los mismos —dije enarcando una ceja—. Lo que es justo, es justo.

—Serás compensada.

—¿Cómo?

—Ya verás.

—Mis amigos deben sospechar que algo planeo —dije seria—. ¿Y sabes qué?

—¿Qué? — preguntó sonriendo tierno.

—Siempre que hago planes sola, salen del asco. No esperes que este sea la diferencia.

—Me tienes a mí.

—Sin ánimos de ofender, pero he confiado en criaturas de tu tipo antes y me han ocurrido cosas...malas.

—No seas tan negativa —dijo en forma de broma—. Te he visto, más bien, sé lo que has hecho.

—¿De qué hablas?

—Te has acercado a tu novio y a veces lo espías.

—¿Espiarlo? —pregunté ofendida—. Jamás.

—¿Entonces qué? —preguntó—. Algo te preocupa.

—Solo me aseguro de que nada malo le pase, ¿está bien?

—Eso es amor.

—¿Amor dices? —pregunté irónica—. No lo siento desde que me pasó esto.

Apunté todo mi cuerpo y al evidente cambio de actitud por la oscuridad.

—Si no sintieras amor, no te preocuparías.

—No hay cabida para el amor en un corazón como el mío que es solo oscuridad.

—En toda bondad hay oscuridad y en toda oscuridad hay bondad.

—Solía creer eso fielmente —dije—, pero ahora me doy cuenta de que no es así.

Me dio una mirada curiosa, pero no dijo nada más al respecto.

—Debo irme —dijo sonriendo.

—¿Para eso querías que viniera? ¿Para decirme que sabes todo lo que hago?

—Solo quería saber cómo estás. Eso es todo.

—Ve de donde viniste entonces. También me iré.

—Ten linda tarde, Addie.

Sabía que lo dijo por Daniel y eso me me molestó mucho, pero antes de poder reclamarle por las bromas pesadas que me estaba haciendo, desapareció en un resplandor de luz y me quedé en total soledad. Hice un movimiento de manos rápidamente y ya me encontraba en la cabaña de Will. 

Daniel estaba allí, sentado en el sofá nuevamente con un montón de libros a su alrededor y un montón de papeles en los que había escrito diversas cosas. Me senté en la silla de enfrente, puse los pies sobre la mesa de centro y descansé mis manos sobre mi abdomen.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Will.

Estaba con un montón de otros libros en la mano, los cuales dejó en la mesa. Daniel nos miró inmediatamente y cuando me vio, suspiró resignado. 

—A mi no me veas. Yo no sé nada —dijo Daniel a su hermano.

—¿Camille, qué haces aquí? 

—No tengo nada más que hacer y preferí verlos intentar ''salvarme'' —dije burlona.

—Eres una pesada —dijo Will.

—Dios mío, William, jamás creí que serías tan mal educado con una dama. —Sonreí arrogante y le hice un gesto con la mano para que no me molestara.

—¿No deberías estar llevando a cabo tu plan con las espadas que te robaste? —preguntó mientras se sentaba al lado de Daniel.

—Que fea palabra. No las robé —dije indignada—. Las tomé prestadas.

—Eres un caso perdido. —Suspiró y escribió en un papel.

—Exacto —dije sonriendo—. Por fin te das cuenta. Podrías decirle a los demás también.

—Solo era una expresión —dijo frunciendo el ceño— y baja los pies de la mesa. Tus zapatos tienen infecciones.

Rodé los ojos, suspiré y bajé los pies.

—Como usted diga, Sir William —dije—. Es su casa, no la mía.

Mi atención fue directo a la puerta de entrada porque alguien venía entrando. Era Mia, quien tenía una mochila entre sus manos, la cual dejó a un lado de la mesa y luego me miró incrédula.

—¿Qué diablos hace ella aquí? —preguntó a los chicos como si yo no escuchase.

—Estoy aquí y puedo escucharte —dije.

—No me digas —dijo irónica.

—Aparece y desaparece de la nada —dijo Daniel—. ¿Qué quieres que hagamos?

—¿Echarla de tu casa? —dijo ella.

—Hará lo que se le dé la gana. Queramos o no —dijo Will—. Piensa que es una muñeca que observa todo y no la tomes en cuenta.

—Pero sabrá todo lo que queremos hacer —respondió Mia enarcando una ceja.

—Ella sabe todo. Es como si tuviera espías por todos lados —dijo Daniel—. Acostúmbrate.

Mia me miró frustrada y me hizo un desprecio que me causó mucha risa. Sonreí a modo de burla y la invité a sentarse con un gesto con la mano.

—Si hay alguien a quien deberías molestar, ese es Christopher —mencionó Mia.

—¿Por qué debería molestar a tu padre? —pregunté.

—Porque él es como tú. Probablemente te entenderá —dijo—. Él era oscuridad y aun así sabía controlarse.

Daniel y Will la miraron inmediatamente y luego se miraron entre ellos como si de pronto se les ocurriera una brillante idea, pero no pude saber qué porque no podía leerles la mente por mucho que me gustase. La magia tenía límites, especialmente para mí.

Ella no entendió por qué los chicos la miraban así y la verdad prefería no saberlo. Chasqueé los dedos y los dejé solos porque ya no quería seguir allí. Prefería ver a mi hermano y tal vez sacarlo un poquito de sus casillas. Sería divertido.


***

Esta Camille cada día me da más risa jajajaja. ¿Les gustó? Espero que sí <3

Gracias por leer, votar y comentar <3

Los Caídos #4 - HechicerosWhere stories live. Discover now