6. Nunca se debe juzgar un libro por su portada

1.2K 162 50
                                    

Blas

Las espadas, rodeadas por humo negro, desaparecieron sin más de las manos de los caídos y supe inmediatamente que se trataba de mi querida y adorada amiga. Miré hacia las gradas y ahí estaba ella de pie mirándonos atenta como si no fuese culpable de haber hecho desaparecer nuestra única manera de matar al demonio.

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó Jasmine Evans.

—Porque quiero —respondió Camille.

—¡Era nuestra única oportunidad!—exclamó Cristal enojada.

—Y ahora no la tienen —dijo Cam—. No siempre se obtiene lo que se quiere. Superalo.

—¡Dios! —gritó Cristal.

Estaba tan enojada que caminó hecha una furia hacia Camille, pero antes de que pudiera tan solo tocarla, la loca Cam desapareció de inmediato.

—Ni siquiera es capaz de pelear —dijo Tal.

—Yo creo que evitaba dañarte —mencionó Adam.

Cristal lo miró mal y le mostró el dedo medio a lo cual reí un poco. 

Toda esta situación era turbia, pero no podía hacer nada para ayudar a los diez o a los directores. Lo único que estaba en mis manos era sacar al hechicero que llevo dentro para ayudar a Camille, pero esa posibilidad la veo tan lejos como matar al demonio.

Miré a Davina a mi lado y le hice una señal para que me acompañara porque no quería ir solo y considerando los ánimos por aquí, nadie querría ir conmigo. Nos fuimos sin que los demás lo notaran y la llevé hasta la academia de los Hunter.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Quiero hablar con el hechicero de la alianza porque quizás sepa cómo ayudarme.

—¿El vive en la academia de los Hunter?

—No, vive con la Guardia Caída, pero como todas las reglas se modificaron, ahora solo es posible entrar al recinto mediante un portal hecho por un chico a cargo de eso.

—¿Seguro que es buena idea? —preguntó nerviosa—. Los de la Guardia Caída se ven muy escalofriantes.

—Lo son, pero no me queda de otra más que intentarlo.

Le pregunté al guardia si había visto a Bruno, el chico encargado de los portales, y me dijo que le tocaba trabajar en la sala de armas. Cuando entramos, estaba limpiando un montón de espadas y organizandolas en un cajón.

—Bruno —dije sonriente—, justo a quien estaba buscando.

Bruno dejó de hacer su labor y me miró confundido porque jamás en la vida habíamos hablado más que decirnos hola. 

—Hola, Blas —dijo mirando a la chica a mi lado— y...

—Davina —dijo ella sonriendo—. Un gusto.

—Un gusto también Davina —dijo él dándole una mirada de arriba a abajo.

Miré a ambos y suspiré algo molesto porque fue un descarado y también porque no es justo que Davina conquiste a quien sea con tan solo sonreír. Tendría que enseñarme sus tácticas de conquista porque de verdad las necesitaba o quizás es algo natural que jamás podré desarrollar.

—Necesitamos ir a la Guardia Caída —dije.

—¿Pediste el permiso? —preguntó él.

—¿Qué permiso? —pregunté.

—Debes pedirle permiso al director de tu academia y luego vienes conmigo. Son las reglas.

Los Caídos #4 - HechicerosWhere stories live. Discover now