CAPÍTULO 112

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A la mañana siguiente Jisoo despertó sola y con mucho dolor de cabeza; todo le daba vueltas. Habían sido demasiados sueños locos y extraños los que venían a su mente. Suspiró agotada. Ingirió dos pastillas para la migraña que tenía sobre la mesilla y bajó las escaleras. Su casa lucia de la misma manera que la había encontrado el día que llegó. No había ningún rastro de desorden, latas de cerveza o cajas de pizza arrumandose sobre la encimera. Todo reluciente, elegante y ordenado. La piscina estaba limpia. El jardín intacto. La cocina muy pulcra.

─¿Fue una pesadilla o un sueño?

Amelia no estaba en la cocina. Había ido de compras pues como siempre le dejaba una pequeña nota pegada en la nevera. La pelinegra se sentó a desayunar. Le dió un par de sorbos al vaso de café y luego se llevó una fresa jugosa a la boca. ¿Dónde están Lisa y los guardias? Se preguntó. Parecía como si estuviese viviendo una realidad alterna. Optaba por pensar que había sido un sueño. Terminó su desayuno. Se dio una ducha rápida, se cambió de ropa e inmediatamente fue al gimnasio a correr un poco. Necesitaba pensar e intentar darle sentido al remolino mental por el que atravesaba su mente. Se enfocó en sus pensamientos una y otra vez. Definitivamente no podía ser solo un sueño, todo se sentía real hasta cierto punto, pero luego de mucho pensar todo acabo, ya no recordaba más. De pronto ya no tuvo aliento para continuar con las dominadas, su estómago rugió, de pronto volvió a tener hambre.

Por otro lado, Rosé la observaba en silencio recargada contra el marco de la puerta, tan deslumbrada por la sensualidad que emanaba de su esposa ejercitándose; Jisoo llevaba un top deportivo, una gorra negra y una sudadera algo ligera. Sus brazos brillaban, sus músculos resaltaban, su abdomen bien tonificado se endurecía cada que se contraía por la fuerza realizada. Una imágen extremadamente sexi e idílica. Su nuevo tatuaje la hacia ver como una chica mala y demasiado ruda, pero también resaltaba enormemente su feminidad. A Rosé le encantó todo lo que veía, pero como no, si es que Jisoo es un milagro ardiente digno de ver. La rubia se mordió el dedo índice mientras se deleitaba con la mirada puesta en su esposa. Jisoo se dejó caer de la barra, tomó la pequeña toalla, la paso por su rostro con cuidado y luego bebió unos pequeños sorbos de la botella con proteína. Se dió la vuelta con el objetivo de irse, pero de pronto paro en seco embelesada por la figura de Rosé; la rubia llevaba una bata muy corta color rosa claro, sus piernas y sus muslos quedaban a la vista al igual que sus hombros. Tan linda y sensual. Sus mejillas regordetas relucían rosaditas y sus labios entre abiertos definitivamente confundieron de más a Jisoo. Era como si fueran una obsesión conjunta, pues ambas comenzaron a caminar muy lentamente hasta encontrarse. Rosé tomó la toalla que sostenía la pelinegra en su mano derecha y en silencio, con suavidad y con flirteo comenzó a deslizarla por el cuello de su menor. La rubia pasó saliva al ver a Jisoo verla tan fijamente. Luego la toalla fue a parar a la frente de la pelinegra retirando el exceso. Jisoo estaba tan ensimismada contemplando a su mayor, parecía irreal verla ahí frente a ella. ¿En qué momento había llegado? Se preguntó. Rosé le dió un empujoncito a Jisoo haciéndola sentar en una pequeña banca. La más alta no dijo nada al respecto, tan solo se permitió disfrutar de la imagen sensual de su contraria. Tenía que admitirlo, Rosé le atraía demasiado. La rubia se sentó a horcajadas sin avisó sobre las piernas de su esposa. Jisoo se sonrojó al instante, por algún motivo sintió un palpitar en su zona baja en cuánto Rosé enredó sus brazos en su cuello. A la rubia ya no le importaba nada más, ya no soportaba más el cohibirse, ni mucho menos perder la oportunidad de sentirse amada de nuevo por la persona que más deseaba. Estaba muy celosa y se planteaba recuperar lo que era suyo; anhelaba y codiciaba a Jisoo de manera demandante. Sus ojos se encontraron obsesivos y profundos. Jisoo le acarició los hombros mientras los depejaba de los mechones dorados. A Rosé le encantó el roce de las yemas de sus dedos. Las manos de Jisoo se apoderaron de su cintura con firmeza, ahora era ella quien tenía las mejillas sonrojadas. Se relamio los labios en cuanto la mirada de la menor cayó en ellos, así se fueron acercando lentamente, el calor iba en aumento, sus respiraciones chocaban...

Gay Panic |Chaesoo| Editando.Where stories live. Discover now