Capítulo 32 ✴

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Ronan.

Cuando un Dumont viene al mundo, está condenado...

Todo empezó cuando solo tenía diez años. Mi tía Ophelia y su esposo asistieron a una cena que organizaron mis padres. Esa noche estaba muy nerviosa. Recuerdo que cambié mi atuendo más de cinco veces. Quería verme presentable, interesante y hermosa.

Iba a conocer a mi prometido.

Mi primo Demetrio Dumont.

Me sentía inmensamente feliz porque por fin sería otorgado mi regalo. Conocería el amor y sería amada hasta el resto de mi existencia. Creía plenamente y devotamente que me esperaba una hermosa vida al lado de él.

Me equivoqué.

Demetrio nunca me vio como a una mujer, solo como su prima con quien compartió gran parte de su infancia y adolescencia. No me amaba de la misma forma que yo lo hacía. Antes de nuestro matrimonio en la ciudad de New York; era un hombre amable, dedicado y cariñoso. Pensé que era el hombre perfecto, creí que sería el mejor esposo.

Me equivoqué por segunda vez respecto a él.

¿Qué más podía esperar? Lo estaban forzando a casarse con su prima. Teníamos la misma sangre. Nuestro ADN era sucio, repugnante. Al principio lo veía como algo normal y maravilloso. Pronto cambié de opinión cuando comprendí la cruda realidad.

La unión entre familia era obligatoria.

Así lo quería nuestro gran señor.

El gran dios que todos los Dumont's amábamos.

Él. Solo él.

Es el padre del mal.

El dios del vacío y la soledad.

Es la divinidad que hizo nacer la oscuridad.

Es el representante de las blasfemias en el mundo.

Él consume la oscuridad.

Es el dios de las penumbras.

Al unir nuestras sangres, portábamos un grandioso mal que lo volvía insaciable.

Mi primo Peter fue el primer caso. Era un monstruo con trastornos de personalidad.

Mi hermano Hale es un psicópata adicto a la sangre.

Mi esposo Demetrio hambriento por la lujuria, capaz de lo más bajo para acceder a ella.

¿Qué hay de mí?

Estoy condenada a servir, llevar almas a las zonas de sacrificios para alimentarlo. Es mi deber principal como súbdita de mi señor. Nunca habrá marcha atrás. Lo intenté una vez y tuve terribles consecuencias.

Me ataron a la mesa dónde terminaron todas sus víctimas. Fui torturada, deshonrada y utilizada a su antojo como si fuera un sacrificio más. Nunca podré olvidar mis gritos, mi pobre intento de lucha, cada parte de él en mi cuerpo.

Abusó de mí.

Hace diecinueve años la oscuridad invadió mi alma. Se impregnó en mi piel y su aroma jamás será olvidada.

Me marcó para el resto de mi existencia y dejó una parte de él en mí...

El diario cae al suelo cuando termino de leer la primera página. Finalmente, llevo mis ojos a los de Allie. Desearía no haberlo hecho, porque siento que mi corazón se parte en mi pecho y un sollozo sale de mi cuerpo. Su dulce expresión está llena de confusión y de dolor. ¿De lamento, tal vez?

Lazos MalignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora