Capítulo 31 ✴

74.1K 9.4K 36K
                                    

Allie.

Un dolor crudo como nunca antes he sentido se abre camino en mi pecho y el ácido se cuela en toda mi garganta. Quiero vomitar. Estoy asqueada, horrorizada, triste, indignada.

Me siento profanada.

El malestar me atraviesa profundamente como un cuchillo caliente en mantequilla. ¿Qué más hará conmigo esa bruja? Posee mi cuerpo cuando quiere, invade mis pensamientos, su veneno se encuentra en mis venas y ahora me quitó la posibilidad de elegir ser madre o no.

Me arruinó por completo.

Esto duele demasiado. Quiero que pare, quiero despertar en mi cama y darme cuenta que todo se trata de un horrible sueño. Por favor, necesito que este sufrimiento se detenga. No puedo respirar, no logro ver nada a través de la neblina de lágrimas. El sollozo que escapa de mis labios es incontenible.

Duele.

Oh, hay más tragedias. Está matando a mi loba y probablemente no sobreviviré al cambio de forma. Mi pecho se aprieta y parpadeo para mantener a raya las lágrimas resentidas. Estoy enojada, herida, humillada.

—Déjenme sola —imploro, mi voz desbordando solo sufrimiento —. Váyanse todos, salgan de aquí. No necesito escuchar nada más. ¡Quiero estar sola!

—Allie... —Mila abre la boca, pero meneo la cabeza.

Basta.

—¡No! —grito —. ¡Ya no sigas!

Mila y el abuelo respetan mi decisión. Mis padres, por el contrario, se mantienen firmes. No tolero esa mirada en los ojos de mi madre, no soporto que papá esté observándome como si fuera frágil. Estoy rota, lo sé, pero pronto voy a recomponerme por mi cuenta. Solo necesito respirar y poner en orden mis pensamientos.

Respira, Allie.

Respira.

—Estamos aquí, cielo —susurra mamá —. No tienes que ocultarte de nosotros.

Furia fría y helada me envuelve en su gélido agarre. No respiro cuando las luces de mi habitación se apagan y los muebles tiemblan sutilmente. Estoy frenética, mis emociones heridas no permiten que piense de manera racional.

Quiero estar sola.

Necesito estar sola o voy a desquitarme con ellos.

—Adiós, mamá —digo, la cólera gotea de cada palabra —. Váyanse los dos, háganlo antes de que cometa una estupidez.

Mamá lleva una mano a su pecho, observándome con los ojos inundados de lágrimas. Esta es la primera vez que levanto la voz y le hablo mal. Jamás fui irrespetuosa con ellos, pero últimamente no puedo controlar mi boca.

Hablo sin pensar.

¿Podría el universo darme un descanso por una vez en mi vida? ¿Es mucho pedir? ¿No lo merezco?

—Bonita... —Mi padre suspira —. Ven conmigo.

Mamá se niega a acatar mi orden. En cambio, mantiene su postura petulante. Oh, Dioses. ¿Por qué no escucha? ¿Acaso no ve que estoy perdiendo la cabeza? Haré algo que me arrepentiré después.

—No iremos a ningún lado —sentencia con determinación y limpia sus lágrimas —. No está bien que reprima sus emociones cada vez que se siente mal.

Papá carraspea, él sabe que esto terminará mal si no se retiran. ¿Por qué mi madre es tan terca? Es una Laroux, claro que sí. La terquedad debería ser su segundo nombre.

—Arianne... —insiste papá —. Vámonos.

Nada, a mi madre le importa un reverendo rábano mi furia. No me teme, nunca me temerá. Es la única persona capaz de decirme las verdades en mi cara a pesar de que estoy muriéndome por dentro. Mamá no se reprime nada, ella es demasiado transparente.

Lazos MalignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora