Debería estar con alguna chica en citas, jugar al béisbol sin ninguna preocupación o estudiar para mi próximo examen. En cambio, estoy presenciando nuevamente otro evento desafortunado con gente muerta. Algunos saben que ya no forman parte de este mundo, otros no como la niña con agujero en la cabeza. Imagino que se dará cuenta con el tiempo. Espero no volver a verla, su llanto me rompe el corazón.

Poco a poco mi casa aparece a la vista y contengo el aliento. Se supone que un hogar es el lugar más seguro del mundo, pero no considero al mío así. A veces escucho voces que provienen desde el sótano y me piden ayuda. Ese maldito columpio que se balancea sin ayuda del viento me provoca escalofríos.

Mierda.

Me relajo cuando "The Monster" de Eminem y Rihanna suena. Abro el enorme portón de mi casa. Los perros ladran al notar mi presencia y sacuden sus colas. Lucen como bestias, pero son leales, uno de los pocos amigos que tengo.

—Eres un buen chico, Teddy —rasco la cabeza del pastor alemán —. Tú también, Mora—añado, consintiendo a la hembra.

Le sonrío a ambos y luego me alejo. La enorme casa se eleva sobre mí. Es de dos pisos de altura. Las ventanas están decoradas con cortinas blancas y jardineras que contienen alegres flores rosadas unidas a su base. Debajo del toldo, apoyada contra la pared, está mi madre cruzada de brazos y bastante molesta. No le gusta que salga sin pedir permiso. Me parece ridículo, cumpliré veinte pronto.

No tengo que darle explicaciones de nada, pero es necesario porque vivo bajo su techo. Lógica de madres.

—¿En qué lío te has metido esta vez? —exige saber —. ¿Dónde estuviste, Ronan?

Paso por su lado e ingreso a la sala de estar. Nuestra casa está ubicada en el centro del bosque, muy cerca de la famosa Fortaleza Karlsson. No tenemos vecinos lo cual es perfecto. Siempre he sido un chico muy problemático y... enfermo.

Soy considerado un fenómeno. Ver fantasmas y escuchar voces en mi cabeza no es muy normal que digamos, ¿eh? También he visto cosas relacionadas a mi futuro. He soñado con eventos que luego suceden.

Lo mío es anormal.

Mis padres nunca creyeron que poseía tales dones. Durante años me enviaron a dolorosas terapias para borrar "ideas absurdas" de mi cabeza. Los terapeutas me recetaron medicamentos, sugirieron que vaya a clínicas psiquiátricas. No entendían por qué diablos un niño de seis años afirmaba ver gente muerta. Quisieron ayudarme, pero ningún tratamiento funcionó. Era inútil, lo mío no tiene cura.

Desde ese día supe que no podía seguir diciéndole a nadie más lo que veía. Así que, cuando crecí, empecé a mentirle descaradamente a los terapeutas y a mis padres. Me convertí en un experto. Pronto estuvieron convencidos de que mi supuesta locura desapareció y estaba cuerdo.

Ahora vivo mejor, es solo cuestión de ignorar a los estúpidos fantasmas. Los muertos no son un problema, los vivos son quienes lastiman.

—Siempre piensas lo peor de mí, mamá —me quejo, sentándome en el sofá y me quito los auriculares —. Déjame respirar un segundo. No te molesto, ¿qué más da lo que hago? Soy un adulto que puede cuidarse muy bien. Relájate.

Su ceño fruncido se profundiza y cierra la puerta con una violencia innecesaria. Mira mi cara, buscando algún rasguño. No puedo culparla por desconfiar, golpeé a más de un imbécil en el pueblo porque se burlaron de mí.

—Son casi las diez —Señala el reloj en su muñeca —. Mi único hijo camina solo en el pueblo durante las noches. Es peligroso, Ronan. Alguien puede asaltarte o hacerte cosas peores. Me preocupas.

Lazos MalignosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora