Extra: Un Escrito de C

62 16 8
                                    

Fue en esos días tan especiales junto al mar de invierno en Mar del Sud, que nos detuvimos a notar y comentar por primera vez lo que nos pasaba a nivel físico.

Llegamos a la conclusión de que tenía qué ver con otras cosas, que utilizaban el deseo físico para manifestarse. Porque se relacionaba más con el placer de dar o hacer lo que le causaba satisfacción al otro, que con el placer individual en sí.

Llegamos a la conclusión de que a pesar de ser los dos kinestésicos en mayor o menor medida, habíamos forjado un estrecho vínculo entre nosotros que carecía de todo contacto físico, lo cual iba bastante en contra de nuestras tendencias naturales. Un vínculo que nunca había sido exclusivamente intelectual, y andando las semanas, lo emocional fue imponiéndose poco a poco. 

Entonces ahora, que al fin compartíamos coordenadas geográficas, nos dominaba una necesidad tácita de manifestar físicamente cuanto nos venía quedando en el tintero. Por eso la sobredosis de abrazos, de caricias, y lo que más nos sorprendía a ambos: de sexo.

Los dos teníamos más de veinte años en cada pata, y un historial de tendencias conservadoras en el pasado, apenas las relaciones estables y la madurez eclipsaron las ganas de living-la-vida-loca. Éramos de los que suelen considerar que la noche y una cama matrimonial, preferentemente la propia, son el mejor marco para el sexo, que además suele ser más bien tranquilo, un punto de encuentro con mucho más espacio para la ternura que la urgencia, y según las épocas, ni siquiera cotidiano, sobre todo según pasaban los años.

Sin embargo, todas esas concepciones que nos acompañaran durante buena parte de nuestra vida adulta eran barridas limpiamente cuando estábamos juntos. Lo cual nos provocaba al mismo tiempo mucha gracia, algo de vergüenza y bastante extrañeza.

Por mi parte, me resultaba más que obvio y esperable que no me cansara de hacer el amor con Stu, y que me bastara pensar en sus manos para desearlas en contacto con mi piel. Aunque sí me llamaba un poco la atención el súbito interés que iba desarrollando, por ejemplo, por la lencería poco convencional.

También me sorprendía que actividades tradicionalmente solitarias como leer, navegar en internet o escuchar música resultaran mucho más placenteras con él al lado, de ser posible abrazados, o al menos con un mínimo de contacto, como estar hombro con hombro, o uno con la pierna apoyada en las del otro. 

Me resultó preocupante una tarde que me senté a escribir y me interrumpí a los diez minutos, incapaz de concentrarme como si me faltara algo tan vital como mate, cigarrillos o música. Preocupante porque la única forma que descubrí para meterme realmente en lo que estaba haciendo, resultó ser irme al dormitorio, donde Stu se había recostado a descansar un rato.

Lo encontré leyendo en la cama. Ni siquiera me miró cuando entré, pero al instante me tendió la mano. Pocos minutos después estaba recostada a su lado, boca abajo, con todo mi equipo de escribir conmigo, y la mano de él acariciando distraídamente mi brazo o mi espalda.

Escribí tres horas de un tirón, sin pausa. En algún momento Stu se durmió a mi lado, sin que hubiéramos cruzado palabra o tan siquiera una mirada. Se tendió de costado, hacia mí, y su brazo vino a descansar en mi cintura con naturalidad. Y cuando más tarde cambié de posición para corregir, y me senté en la cama, él me dio la espalda, y corregí lo que había escrito con una mano acariciando al descuido su pelo.

Leer... Nada era mejor para leer que hacerlo juntos, apoyándonos uno en el otro, cada uno perdido en su propio libro.

Tampoco conseguíamos dormir separados. Ni siquiera la noche que la temperatura superó los 40º a orillas del Caribe y la humedad rondaba el 200%. Ahí estábamos, en la habitación donde el aire acondicionado peleaba una batalla perdida, los dos amantes de los climas más fríos y más secos, dando vueltas en la cama incapaces más que de dormitar. Sin embargo, su mano venía a descansar contra mi cuerpo, o mi pie buscaba el suyo.

Pero me fui de tema, como me pasa siempre con todo lo quese relaciona con Stu. Siempre me pierdo hablando de él. Me pierdo en él, porque... 

¿Ven? Ahí voy de nuevo, no tengo remedio. Como iba diciendo...

A Este Lado - AOL#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora