45. En el Camino

82 20 15
                                    

—¡Mierda! ¿Cómo puedo ser tan perra?

Tu risa y mi exclamación llenaron la cabina a oscuras de la SUV.

—La tercera seguida —notaste.

—¡Y ahí voy de nuevo! ¡Cuatro! ¡Dios, odio esta canción!

—¿Por qué no dejas que la tecladista toque la rítmica? Apenas se escucha su base, nadie advertiría si no está.

—Me encantaría, pero Elo nunca logró aprender bien el riff, y Mario tampoco.

—Pero no es complicado.

—¡Claro que no! ¡Oh! ¿Escuchaste eso?

—¿Ahora también la pifias con la voz?

—¡Mierda!

Volviste a reír divertido y tu mano derecha dejó el volante para darme a tientas un palmazo al mejor estilo Ray.

—¡Escucha eso! ¡No le aciertas a una maldita nota! —exclamaste, muerto de risa—. ¿Qué te dio? ¡Suenas como un marinero ebrio!

Yo meneaba la cabeza, la frente contra mi mano, pasmada ante la seguidilla de errores de guitarra y desafinadas con la voz que cometiera durante Heart. Cuando te escuché decir eso, estuve a punto de contestarte, 'Nada, nada, sólo tenía al maldito Stewie Masterson a cinco pasos, mirándome a los ojos.' Pero a diferencia del resto del universo, vos no lo ibas a considerar una excusa válida.

Terminó la canción y de puro maldito pusiste pausa para poder reírte a gusto. Prendí un cigarrillo y me cebé el último mate, deplorando el papelón y que todavía faltaban como cincuenta kilómetros para la próxima estación de servicio.

Cruzábamos los campos entre Chascomús y Dolores hacia el sur por la Ruta 2. Se abrían negros y quietos de horizonte a horizonte bajo un cielo cargado de estrellas, la luna todavía baja en el horizonte.

La temperatura se resistía a reconocer que estábamos en pleno invierno y era una noche hermosa para viajar. Descubrí que eras un amante de la ruta como yo, te gustaba manejar, así que disfrutábamos aquel viaje nocturno por igual.

Íbamos escuchando lo que me diera Quique del ensayo. Ir comentándolo con vos no sólo me resultaba súper útil, sino también muy interesante. Más de una vez te había pedido opinión durante los meses anteriores, pero ahora que nos habías visto en vivo, y ensayado con nosotros, tenías un panorama mucho más amplio y completo. Por momentos hubiera querido prender la luz y ponerme a anotar tus observaciones. Salvo en esa segunda vuelta de Heart, por supuesto, que era lo que te tenía lagrimeando de risa.

Seguimos escuchando la grabación, coincidiendo en que el resultado general era muy bueno, y tuve que confesar que estaba buscando cómo convencer a Ray para que dejara Slot Coin y se uniera a nosotros. De Heart en adelante se generó todo un debate. Era cuando vos habías empezado a participar más. Yo alucinaba escuchándote cantar mis canciones y vos rezongabas porque no le terminabas de pescar la onda. Y por supuesto que los dos insistíamos con que el otro estaba equivocado.

En eso estábamos cuando allá adelante aparecieron unas luces prometedoras. Según el GPS, era la estación de servicio a la entrada de Dolores, que marcaba más o menos la mitad del camino. Decidimos hacer un breve alto para ir al baño y estirar las piernas.

El aire era ligero y apenas frío en la madrugada cuando me reuní con vos bajo los árboles en el área de descanso, a un costado del playón desierto. Acepté el café con leche que me ofrecías. Lo sostuve con ambas manos, disfrutando el calor del vaso térmico. Encontré tus ojos, nos sonreímos, nuestras miradas se desviaron hacia la ruta y los campos oscuros. Miramos juntos hacia afuera, el mar de sombras quietas más allá de la isla de luz en la que estábamos. Fumamos lado a lado en silencio, tomando nuestros cafés sin prisa, contemplando la noche invernal despejada y apacible.

A Este Lado - AOL#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora