22. Recalculando

101 20 14
                                    

Los invasores te siguieron de regreso al comedor un minuto después, y detuve a Ray cuando se iba tras ellos. No tenía nada en especial para decirle, pero sentía la vaga necesidad de hablar con él cinco minutos, tranquilos, como hacía ya varios meses no nos lo permitíamos.

Al parecer él opinaba lo mismo, porque se quedó sin chistar y me regaló una de esas sonrisas afectuosas que ponen en peligro las capas de hielo polar.

—Ahí estás, amiga —dijo—. ¿Cómo va todo?

Le devolví la sonrisa, meneando la cabeza. —Dime, amigo mío, ¿cómo es que ocurrió todo esto? ¿Cómo es que los tengo a ustedes dos aquí, en mi propia casa, siendo quienes son?

Ray se lo tomó con calma. Abrió una cerveza, me convidó un cigarrillo y se prendió otro, y se apoyó contra la pared donde te acorralaran a vos un momento atrás, los tobillos cruzados y una mano en el bolsillo. Su sonrisa había adquirido una expresión pensativa, y la botella fue y vino entre nosotros mientras hablábamos.

—Estamos aquí porque tú me ayudaste a patearle el trasero a Stu cuanto fuera necesario —dijo al fin, en un tono tranquilo y más bien serio. Sólo se lo había escuchado en un par de ocasiones, durante algún momento especialmente difícil en Hawai, cuando se permitía compartir conmigo sus preocupaciones sobre tu estado—. Y porque tú hiciste que volviera a sentirse un hombre, un ser humano. —Intenté protestar y su mirada me advirtió que me ahorrara la falsa modestia—. Olvídate de su apellido y atrévete a decir que no es así. Lo tomaste a tu cuidado y lo sostuviste durante la peor crisis de su vida, y créeme que ha tenido más de cuatro. Ignorar quién era en realidad te permitió hacer, demostrar, dar y exigir lo que jamás te habrías atrevido si hubieras sabido que se trataba de tu 'futuro esposo'. Y de esa forma le demostraste que aún valía algo como hombre, más allá de sus logros profesionales. No servía que nosotros, sus amigos de toda la vida, se lo dijéramos, porque Stu sabe de sobra cuánto lo queremos. —Soltó una risita amarga—. ¿Recuerdas ese día espantoso en que descubrió que Jen estaba viendo a otro hombre?

Empecé a asentir y me cayó la ficha. Me cubrí la cara con ambas manos, recordando las barbaridades que le había dicho a Stewie Masterson esa noche.

—Creí que lo perdíamos, amiga. Y lo digo en serio. El día antes de hablar contigo estuvo a punto de matarse. Por eso te envié ese mensaje desde su cuenta. —Meneó la cabeza suspirando, me pasó la botella—. En cualquier otro momento hubiera llamado a Flynn y a Scott, y seguramente lo habríamos internado en algún centro de rehabilitación. Pero no fue necesario, porque estabas tú. —Se mordió un labio—. Te lo echaste a la espalda y lo arrastraste hasta sacarlo de toda esa mierda. Y lo hiciste sola, querida. Flynn y yo cuidábamos los detalles cotidianos. Que comiera, que durmiera... que no se suicidara. Pero fuiste tú quien lo hizo volver a ponerse de pie.

—No, Ray, yo no...

—Cállate —me interrumpió, riendo por lo bajo—. Sabes que es verdad. Y lo admitirías si fuera Stewart Smith en vez de Stu Masterson. Tú lo hiciste. Y lo hiciste porque lo amas. —Ahora rió más alto—. Oh, bien, a veces reparo en detalles así.

Tuve que reír con él.

—Sabes que cargará toda su vida con el dolor de haber perdido a Jen, ¿verdad?

Asentí.

—¿Pero sabes también, tienes alguna idea de lo que siente por ti?

Mi expresión me valió un palmazo en la cabeza, que no me sirvió para creerle más. O sea, sí, sabía que me querías. Era hasta obvio. Siempre había sentido que el cariño entre nosotros era recíproco y vos lo habías demostrado infinidad de veces. Incluso cuando cometí el error de permitir que ese afecto se convirtiera en un amor incipiente y bastante enfermizo. Vos lo aceptaste y no pusiste distancia porque no me correspondías. Al contrario. Tu reacción había sido venir tan pronto habías podido. Y acá estabas. Pero de ahí a decir que sentías algo más que cariño por mí, por todo lo que habíamos pasado juntos...

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now