90. El Péndulo

66 17 10
                                    

Tu actitud me sorprendía, porque sonabas seco, indiferente. Habías vuelto a reclinarte en el sofá, con las piernas extendidas y los tobillos cruzados. Tomabas tu cerveza mirando hacia adelante, por la ventana.

—¿Y entonces qué harás? —pregunté en voz baja.

Te encogiste de hombros con una mueca. —Lo firmaré, por supuesto, ¿qué otra cosa puedo hacer? Los papeles no significan nada, no cambian nada. Ya la perdí, ¿de qué sirve conservar un papel que dice lo contrario? —Nunca te había escuchado ese tono opaco, hueco. Suspiraste una vez más, meneando la cabeza—. No importa lo que yo sienta, ella ya no me quiere en su vida. Ella ya me dejó atrás. Y todos a mi alrededor parecen opinar que yo debería hacer lo mismo, o al menos intentarlo. Tal vez tienen razón. —Volteaste a mirarme—. ¿Tú qué opinas, zorro?

Tu actitud me desconcertaba. No estaba habituada a que fueras tan ácido, menos conmigo.

—No termina hasta que termina —repliqué con cautela, como si caminara sobre arena movediza—. Y engañarte a ti mismo no te hará ningún bien. Eso no es seguir adelante, sino colgarte una piedra al cuello y arrojarla al mar. Puedes decirte que estás bien mientras te hundes, pero eso no llenará tus pulmones de aire.

—Una manera diplomática de decirme que estoy siendo un imbécil. Tú no eres así. Quiero decir, diplomática.

—No eres un imbécil, Stu. Estás demasiado herido, y tal vez comienzas a cansarte del dolor. Eso es saludable, pero...

—Pero no alivia el dolor.

—Mirar hacia otro lado no cambia las cosas.

Sonreíste de costado. —No miro hacia otro lado, nena, créeme. Hasta siento que tal vez lo estoy enfrentando realmente por primera vez. —Tus ojos volvieron a perderse en la ciudad—. Pero tú no opinas lo mismo.

Medí las palabras al milímetro y elegí un tono conciliador. —Sólo creo que es demasiado pronto para...

—¿Demasiado pronto? Ya han pasado ocho meses.

—Mentira. Ni siquiera ha pasado una semana.

Cerraste los ojos con una risita amarga y te llevaste la cerveza a la boca.

—Maldita seas, pendeja —gruñiste, antes de vaciarla de un trago.

Nos quedamos los dos en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Sentí el vacío en el estómago. Era por demás evidente que ella vivía haciéndote esos desplantes y rechazándote porque estaba segura de que la seguías amando. Y conociéndote, a vos y a tu concepto de fidelidad a prueba de balas, pero sin saber cómo había entrado yo en tu vida, la idea de otra mujer era una amenaza a su propiedad.

Tal vez todavía te amara, tal vez era sólo posesividad. Lo que sí estaba segura era de que apenas supiera que vos y yo estábamos juntos, iba a reaccionar. Y eso estaba a pocos días de ocurrir, cuando apareciera en internet la primera foto que me mostrara de gira con vos y con Ray. Y si conocía un poco a Ragolini, no iba a desaprovechar la oportunidad de promocionar que una artista que él producía era invitada de una gira tan esperada en todo el continente.

La cuestión era cómo reaccionaría tu ex entonces, cuando comprobara que era todo verdad: había otra mujer en tu vida, por la cual habías cruzado el mundo, y hasta te la habías llevado seis semanas de gira con vos.

Tal vez hiciera lo que vos esperabas, ofenderse y pedir el divorcio. O repentinamente podía darse cuenta de que todavía sentía algo por vos y bien valía la pena volver a intentarlo.

Y por desgracia, yo me inclinaba a esperar eso último.

Así que la cuestión pasaba a ser qué haría yo al respecto, porque si te conocía un poco, ni se te había ocurrido que los celos pudieran hacerla reaccionar. Es una estrategia más femenina. Y tus niveles de complejidad pueden batir récords, pero la manipulación nunca tuvo cabida en tu diccionario. Así que ahí estaba yo, viendo indicios y señales que podían no significar nada en absoluto, o podían cambiarnos la vida a los dos.

¿Me correspondía hacértelo notar?

Se me aceleró el pulso y sentí una punzada de frío quemante en el pecho. Acá estaba por qué el deseo y la amistad son enemigos mortales. ¿Realmente quería ser la heroína abnegada, que daba un paso al costado para ayudarte a recuperar la felicidad conyugal, como hubiera hecho un verdadero amigo? Se me retorcían las tripas de sólo pensarlo. No. Yo te quería feliz pero conmigo. Feliz por lo que pudiéramos vivir juntos, mientras estuviéramos juntos. Quería llenarte de buenos recuerdos que se reflejaran en tus ojos y en tu sonrisa la próxima vez que la vieras.

—Por Dios, nena, ¿qué ocurre?

Tu voz rompiendo el silencio me sobresaltó. Te encontré observándome interrogante, frotándote el pecho. Claro, mi miedo había sido tan intenso, tan vívido, que no había forma que no lo percibieras.

—Esta falta de privacidad se hace molesta, ¿sabes? —respondí, fingiendo que me molestaba tu pregunta para no responder.

Te tendí una mano. La tomaste y la llevaste a tus labios, que se fruncieron en una de esas sonrisitas sugerentes que me encantan. Cerré los ojos cuando tu lengua tocó mi piel. Un instante después me sentaba sobre tus rodillas para besarte.

—No quiero pensar más, nena —dijiste en un soplo junto a mi boca—. Sólo quiero estar. Y aquí, contigo, es la mejor forma de estar para mí en este momento. —Buscaste mis ojos y asentí sonriendo—. En el bar dijiste algo sobre reparar tu falta de consideración —agregaste, enredando tus dedos en mi pelo de una forma que solía tener un solo significado entre nosotros.

Volví a asentir. —Sí. De modo que ahora irás a esperarme en la cama, con sólo una lámpara de noche encendida.

—Me gusta cómo suena.

—Y no te atrevas a quedarte dormido.

—Que me den si me duermo.

—Bien, eso es exactamente lo que haré. Así que si te quedas dormido, tú te lo pierdes.

—Aún queda aceite, ¿sabes?

Resoplé, revoleando los ojos. —Dios, ¿volverás a verme alguna vez como algo más que un trasero?

—¿Después que me elegiste para ser el primero? —Deslizaste tu pulgar sobre mis labios de una forma que me provocó un escalofrío—. Lo lamento, pero eso no ocurre todos los días y siento que preciso afirmar mi soberanía.

—Maldito alfa —rezongué, volviendo a besarte.

A Este Lado - AOL#2जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें