2. MØRE

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C dejó su guitarra y habló con el público. Los hizo agitar una mano en alto, luego la otra. La gente obedeció divertida. Entonces ella los hizo alzar ambas manos juntas y comenzar a aplaudir al ritmo que marcó la batería. Así comenzó la tercera canción, y ella sacó el micrófono del pie para adelantarse a cantar junto al retorno, arriesgando unos pasos de baile.

Vestía jeans ajustados y botas sin taco hasta la rodilla. Y la camiseta oficial del concierto de Slot Coin el año anterior, con la moneda blanca del logo de la banda medio envuelta en la bandera argentina.

En el estribillo hicieron un corte y ella cantó sola, "¡Game over!" Señaló al público con el micrófono y todo el mundo repitió, "¡Game over!"

Stu y Finnegan asentían con sonrisas satisfechas, viendo que la gente aceptaba participar y dejarse guiar. Stu notó que en algunas mesas desplegaban más entusiasmo que las demás, y se inclinó hacia Nahuel. El chico dejó de cantar para escucharlo.

—¿Conoces a los que están en esa mesa? —preguntó Stu, señalando con disimulo.

Nahuel se tomó un momento para ver las caras. —Ésos son los coiners que mamá conoció el año pasado, en el concierto y el día que conoció a... —Se interrumpió con otra risita entre nerviosa e incrédula—. ...a ti. El día que te conoció a ti.

—¿Y aquella mesa?

—Ésa es Valeria, la novia de Jero, así que esos son los amigos de él.

Vio que Stu señalaba otra mesa y le indicó que le diera un momento. Alzó una mano para cantar, "¡Game over!" y le sonrió. —Discúlpame, ¿decías?

—No te preocupes —sonrió Stu, y señaló una mesa de gente bastante mayor para la media del público—. ¿Familia?

—Sí, los padres de Beto, Jero y Elo. Y en la mesa contigua están los amigos de la escuela de mamá. Y aquéllos son sus compañeros del call center. Y ésos... —Nahuel vaciló, señalando una mesa en primera fila, directamente frente al micrófono de C—. No sé quiénes son, pero parecen conocer las canciones.

—Es cierto.

Se demoraron observando a la decena de personas sentadas a esa mesa. La mayoría aplaudía, coreaba y hasta bailaba a medias en sus asientos, con gran despliegue de entusiasmo.

—¿Seguidores? —aventuró Stu.

—No. Aquí sólo hay familia y amigos, y los ganadores de las doscientas entradas que se sortearon. MØRE aún no tiene seguidores, aunque esperamos cosechar algunos esta noche.

—Seguramente, a juzgar por cómo va todo —sonrió Stu.

—¡Martín!

La exclamación de Nahuel lo sorprendió, y lo vio señalar la mesa que habían estado observando.

—¿Quién?

—¡Martín! ¡El primer guitarrista que tuvo la banda!

—¿El imbécil? —preguntó Stu, con tanta naturalidad que hizo reír a Nahuel.

—Ya veo que mi mamá te habló de él. ¿Por qué vendría?

Stu se encogió de hombros con una mueca despectiva. —Tal vez quería verlos fracasar sin él.

Nahuel volvió a reír, asintiendo. —Sí, sería muy propio de él.

Finnegan les chistó para que se callaran. Comenzaba Hesitation, su favorita, y quería escuchar los arreglos que hiciera Mario, el "nuevo" guitarrista.

—Hay que admitir que Martín la tocaba mejor —le cuchicheó Nahuel a Stu, que no ocultó su sorpresa.

—¿A qué te refieres?

El chico se encogió de hombros, cabeceando en dirección al escenario. —Escúchalo. A Mario le gusta presumir de su digitación, y eso le va bien a las canciones más rápidas. Pero una lenta y depre como Hesitation necesita otra cosa.

—¿Como el ebow original? —intervino Finnegan, que acabara inclinándose hacia ellos para seguir la conversación ahora que hablaban de música.

—Sí, o tus punteos —respondió Nahuel.

Finnegan rió y volvieron a prestar atención al escenario.

Aunque el guitarrista hubiera alivianado un poco la atmósfera de la canción con sus arreglos, distaba de sonar mal, y en el punteo final supo lucirse, cosechando aplausos y gritos.

Siguieron pasando las canciones, con buena respuesta de la gente, aunque Stu notó que estaban tocando las más tranquilas. Nahuel le confirmó que el plan era ir subiendo de ritmo e intensidad para cerrar la noche a todo vapor. La canción bisagra sería Anew, y la subida instrumental al terminar la letra lo demostró, arrancando más gritos y aplausos antes del final de la canción.

Entonces el escenario volvió a quedar a oscuras y C soltó el principio inconfundible de End. El mismo reflector que usaran en la apertura la iluminó de lleno desde atrás. Se había plantado por delante de su micrófono, entre los retornos, con los pies separados. Tras ella, en las sombras, el resto de la banda marcaba el ritmo con las palmas. La gente los imitó.

Stu y Finnegan se acomodaron para apreciar el momento, ya que ésa era la canción que la banda eligiera para darse a conocer.

Entró el bombo para acentuar el ritmo de la guitarra rítmica, la primera guitarra y el bajo entraron juntos. La gente terminó de reconocer la canción y varias personas sentadas en el suelo se incorporaron, acercándose al escenario para volver a aplaudir a ritmo. Eso provocó un efecto dominó: todos los que estaban sentados en el suelo se pararon también, los de las primeras mesas los imitaron para seguir viendo bien el escenario, los de las mesas de más atrás tuvieron que hacer lo mismo.

Stu y los demás, que veían el escenario un poco de costado, no precisaron ponerse de pie.

C comenzó a cantar, y en el puente volvió a quedar sola con la batería. La gente volvió a marcar el ritmo. Toda la banda cantó el último verso fuera de micrófono y la batería los tapó, entrando al estribillo como un toro en un bazar. Una vez más, el escenario pareció incendiarse de luces y música a pesar de que End seguía siendo una balada rápida.

—¡Son una maldita máquina en el escenario! —exclamó Ray entusiasmado.

Stu asintió sonriendo, su mano siguiendo el ritmo sobre la mesa. Lo que estaba viendo era básicamente lo mismo que en aquel primer video que mirara con Norton en Hawai. Con arreglos más trabajados, un escenario donde no se tropezaban unos con otros, y sobre todo con buen sonido. Sin embargo, ni los videos ni el demo capturaban la energía que se derramaba desde el escenario. La fuerza compacta de la canción, la forma en que cada instrumento llenaba su nicho, con el volumen y la intensidad necesarias para transmitirle un sacudón de emoción al público.

Por primera vez tuvieron que darle un momento a la gente para que terminara de aplaudir y gritar. Y a partir de entonces, todo fue un crescendo sostenido de ritmo, energía, entusiasmo arriba y abajo del escenario, interacción, buena vibra. Tras End llegó Heart y las canciones más rápidas, y la presentación se convirtió en una fiesta.

Stu disfrutaba viendo a C allí arriba, cantando y tocando. Y cuando la tecladista la relevaba en la segunda guitarra, ella se adueñaba de la escena. Porque al poder concentrarse sólo en cantar, su voz cobraba más cuerpo y expresividad, y su lenguaje corporal cantaba también, y asomaba lo que realmente latía para ella en cada canción.

C dejaba su puesto estático ante el micrófono, buscaba más formas de interactuar con la gente que se agolpaba a sus pies. Los hacía bailar y cantar con ella, en esa forma que hace del público argentino algo único en el mundo, en un club para trescientas personas y en un estadio para sesenta mil. C se entregaba a ellos, les ofrecía su corazón en cada verso, y los arrastraba con ella.

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now