55. Una Guitarra, Todas las Guitarras

66 19 8
                                    

El llamado de Mariano vino a rescatarme de la melancolía, como cantaba Charly García. Y las noticias que tenía terminaron de levantarme el ánimo definitivamente. Al parecer la tormenta no sólo había noqueado internet, sino que también había cortado tramos de la Ruta 2. Así que oh, qué pena, no podríamos volver a Buenos Aires hasta que bajara el agua y limpiaran la ruta de postes y cables caídos. Estábamos aislados en Mar del Sud, al menos por el fin de semana.

—No te entusiasmes. Dicen que para el lunes a más tardar ya está rehabilitado el tránsito. Así que nos juntamos el martes.

—Perfecto. ¿Alguna novedad?

—Sí, Cristian Etchegaray ya está confirmado como productor del álbum. Viene a conocerlos el jueves, ya con planes de empezar a trabajar. Y además...

Beto lo interrumpió, pidiéndole que lo dejara hablar conmigo.

—¡Ceci! El productor este viene con guitarrista. Marian nos hizo escuchar hoy algo del flaco, ¡es buenísimo!

De lo cual podía deducir que lo de Martín había quedado en nada. Me sorprendió sentirme aliviada.

—Mandame algo. En una de esas los dioses de internet permiten que me llegue.

—¡Dale!

Fue el turno de Jero de reclamar su momento conmigo. Era Jero, así que sonaba moderadamente satisfecho, lo cual era el equivalente a tener a Beto saltando y gritando gol. Lo cual siendo de Chacarita no ocurría con frecuencia, pensé con orgullo riverplatense.

—Es bueno. Creo que te va a gustar —dijo cuando le pregunté por este guitarrista—. A mí me gustó.

Eso era toda una declaración. A Jero no le gustaba tomar posiciones definitivas, y antes de que Mario se quedara con nosotros, su opinión más positiva sobre los guitarristas que probábamos solía ser un "creo que puede andar".

—¿Hace mucho que te quedaste sin internet? —preguntó.

—Un par de horas. ¿Por qué? ¿Qué me perdí?

—Diego te escribió por Facebook, porque no tiene tu número nuevo. Y como le llamó la atención que no le respondieras, me escribió a mí. Está de vuelta en Buenos Aires y pregunta cuándo ensayamos para pasar a vernos.

Me quedé boquiabierta por la sorpresa.

Diego era un conocido mío de Bariloche, de la edad de Jero, treinti cortos, tatuador y guitarrista. Como a muchos de nosotros, la crisis lo había empujado a probar suerte en Buenos Aires, y se había quedado casi dos años antes de volver a la Patagonia. Sus últimos meses en la Reina del Plata habían coincidido con el período entre que Martín se fuera y que confirmáramos a Mario en la banda.

Así que Diego había ensayado durante más de un mes con nosotros de forma extraoficial. Había sido amistad a primer acorde con Beto y hasta con Jero, y estábamos los tres más que contentos de tenerlo con nosotros. Le gustaban nuestras canciones, le ponía ganas y garra, aunque no tocaba lo suficiente para ser una primera guitarra en regla. Y justo entonces se quedó sin trabajo y decidió que para vivir de la caza y de la pesca, la Patagonia es un lugar más amigable que la gran ciudad.

Había vuelto a Bariloche y nosotros nos dimos por vencidos y confirmamos a Mario como primera guitarra.

Jero rió por lo bajo cuando tardé en responder.

—Parece que nos ahorramos la invitación y que nos digan que no —dijo—. De repente nos aparecen guitarristas hasta debajo de las baldosas. Esperá que pongo en altavoz, porque Beto está insoportable.

—¡Esto es genial, Ceci! —exclamó Beto—. ¿Te acordás lo que decíamos cuando se fue Martín?

—No más virtuosos —asentí, dejándome arrastrar por su entusiasmo.

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now