48. Consulta

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El mensaje me tomó tan por sorpresa que tardé varios segundos en comprender realmente su significado. Y entonces me quedé mirando mi teléfono, sin poder decidir si era un chiste o era en serio. Enseguida recibí otro mensaje, previendo mi reacción, y tuve que convencerme de que no era ninguna broma.

—¿Ocurre algo?

Tu pregunta me obligó a reaccionar. Era jueves, nuestro tercer y último día en Mar del Sud. Nos habíamos levantado a media mañana y nos habíamos decidido por un brunch, que todavía no terminábamos. El veranito de San Juan había huido cobardemente durante la noche, sin ánimos de enfrentar el viento del sur que traía nubes, frío y la promesa de lluvia.

Alcé la vista, y sólo me di cuenta de que estaba frunciendo el ceño cuando vi tu expresión.

—¿Qué sucede? —insististe con aprensión.

Meneé la cabeza con aire ausente, desviando la vista hacia el mar picado allá afuera, todavía tratando de descubrir cómo me caía realmente la pregunta de los chicos. Le escribí a Jero para que me llamaran. No era algo para hablar por mensaje de texto. Prometió llamarme apenas llegara a lo de Beto, en diez o quince minutos.

—Regreso enseguida —murmuré, y fui al dormitorio a buscar mis auriculares, para tenerlos cuando me llamaran.

Volví a la mesa e hice mi plato a un lado. El mensaje me había sacado el apetito. Prendí un cigarrillo y al fin enfrenté tu mirada interrogante.

—Era Jero —dije, señalando mi teléfono—. Al parecer Mariano todavía no encuentra un buen guitarrista que esté libre como para sumarse a nosotros de forma estable. Y oh casualidad, Martín llamó a los chicos para verse con ellos. Así que Jero me escribió para preguntarme qué opino de invitarlo de regreso a la banda.

—Martín, ¿el imbécil? —dijiste, para asegurarte de haber entendido bien.

—Sí. Lo ven hoy o mañana y querían saber qué pienso de invitarlo.

No hiciste ninguna pregunta, pero ladeaste la cabeza hacia un hombro, los ojos entornados, observándome con atención. Suspiré encogiéndome de hombros.

—Preguntan porque lo hemos hablado más de una vez —agregué sin mirarte, sonreí sin el menor rastro de humor—. Y que me den si no es nuestra mejor alternativa.

—Nunca lo mencionaste. —Tu acento procuraba ser casual, pero yo tenía la cabeza en otra cosa para perderme en las sutilezas de tus inflexiones.

—Nunca salió el tema —respondí.

Me di cuenta de que parecías sorprendido, y sólo más tarde caería en la cuenta de que era la primera vez desde que llegaras... no, en realidad, en el último par de meses, que surgía algo capaz de distraerme de vos. Hacía al menos seis semanas que te habías convertido en el eje absoluto de cuanto yo hacía, decía, pensaba, sentía.

En ese momento sólo podía preguntarme por qué me resultaba tan complicado decidirme por sí o por no. Por qué el mensaje de Jero había barrido con mi buen ánimo, dejándome inmersa en esta incertidumbre ambigua. Reparé en que habías traído la cafetera para servirte más café y señalabas mi taza, por si yo también quería más. Volví a menear la cabeza forzando una sonrisa.

Llevaste la cafetera de vuelta a la cocina y me sorprendió que esperaras a darme la espalda para hacer la pregunta obvia.

—¿Y qué hay de lo que hubo entre ustedes?

—Imagino que si acepta volver, tendremos que sentarnos a hablar. Al menos para limpiar la pizarra y dar vuelta la hoja, tanto como eso sea posible en nuestra situación.

Y mientras te contestaba lo que no me habías preguntado, me di cuenta de que acababa de encontrar la respuesta para los chicos: sí, quería que lo invitaran a volver, quería a Martín de nuevo en la banda.

Con esa sincronicidad que nos caracterizaba, me entró la llamada de Beto. Apenas los tuve a los dos en la pantalla de mi teléfono, hablé sin darles tiempo a nada.

—Sí, fíjense si estaría dispuesto a volver.

—¿Y vos, Ceci? —terció Jero—. ¿Segura que no tenés problema?

Fue mi primera sonrisa espontánea desde que recibiera su mensaje. —Segura. Estaría bueno volver a ser los cuatro. Esperemos que no le gane el orgullo y acepte.

—¿Vos decís? —preguntó Beto.

—Mi horóscopo dice que por un lado va a decir que no por soberbio, para regodearse en la noción de que mucho contrato y disco en camino, pero sin él no podemos. Y por otro lado va a decir que no por mí, por cómo terminaron las cosas entre él y yo.

Beto torció la boca en una mueca de contrariedad.

Jero rió por lo bajo. —¿Y entonces para qué le vamos a decir?

—Porque ojalá esté equivocada. Ya lo habría llamado yo misma hace rato, si no estuviera tan segura de que me mandaría a la mierda, por honestidad o por mantener la pose.

—Es que ustedes dos tendrían que sentarse a aclarar los tantos —dijo Beto, que como correspondía al menor de la banda, siempre era el que veía las cosas desde la perspectiva más adulta.

—Si no vuelve, no tiene sentido hacerlo. Y si para volver quiere hablar, me siento a hablar. Y si quiere hacer como si no hubiera pasado nada, todo bien también. Hay una sola cosa que no estoy dispuesta a hacer para que vuelva: dejar la banda. —Rieron al escucharme—. No es chiste, chicos. O no se lo imaginan diciendo "me encantaría, pero está Ceci", o "disculpen, chicos, pero mientras esté ella no vuelvo."

—Hum —dijo Jero, dándome la razón—. Pero él tiene que saber que eso no es negociable.

—Ah, ¿no? —lo interrumpió Beto haciéndose el sorprendido.

—Pedazo de pelotudo —repliqué, riendo con ellos.

—O sea que vamos a tener que poner en marcha el proyecto paralelo, nomás.

—Pendejo de mierda, de Chacarita tenías que ser.

Jero nos dio un minuto más de recreo antes de llamarnos al orden. —Bien, ahora le confirmo que nos juntamos a almorzar hoy o mañana.

—Traten de verlo lo antes posible.

—Ahora no nos vengas a apurar.

—Mirá, nene.

—Le escribo en un rato y te aviso —dijo Jero, volviendo a reclamar nuestra atención—. Igual vos volvés en un par de días, ¿no?

—Si no me queda otra.

—Dejala de luna de miel con Masterson, Jero. Tenemos una banda paralela por armar.

—Andate a la mierda. No te vas a librar tan fácil de mí, nene.

—Hablamos, pasala lindo —se despidió Jero.

—Ustedes también, dúo dinámico.

—Y si no querés volver, ya sabés que no hace falta.

—Andá a cagar, querés.

—¿Ves? ¿Quién va a querer tocar con nosotros, con ese carácter que tenés?

—Dejala con su carácter, que vos sos de Chacarita y te aguantamos igual.

—Y vos sos vegano, si vamos al caso.

—Un hincha de Chacarita, un vegano y una bruja. Ésos somos nosotros —reí—. Buena suerte.

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now