17. De Visitantes

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Los hicieron esperar en el lobby hasta que apareció uno de los guardaespaldas de los músicos a recibirlos, en bermudas pero a cara de perro. Los saludó con cortesía casi forzada y les indicó que lo siguieran al ascensor. Ragolini se fijó que iban al último piso. El solárium y el spa. Iba a hacer un comentario, pero Mariano estaba viendo algo en su teléfono y el americano les daba la espalda. El ascensor se detuvo a mitad de camino y subió un chico de unos trece años tamaño ropero, con una acústica sin funda en la mano.

El americano le hizo lugar sonriendo.

—¿Vas a tocar? —le preguntó con toda familiaridad.

—No, Ray me pidió que se la traiga. —En ese momento el pibe reparó en Mariano y le tocó el brazo sonriendo—. ¡Hola, Marian! ¿Venís a ver a mamá? —agregó con acento trescientos por ciento porteño.

Mariano le estrechó la mano, asintiendo con una sonrisa. —Sí, ¿está?

—Sí. —El pibe le mostró la guitarra—. En una de sus sesiones con Ray.

La mirada perentoria de Ragolini le recordó a Mariano que su jefe era el único que estaba quedando fuera de la conversación.

—Él es Nahuel, el hijo de Cecilia —dijo, y se dio cuenta de que eso no ilustraba a Ragolini en lo más mínimo—. Cecilia Rodríguez, la cantante de MØRE.

—Ah...

Su tono indicó que seguía sin tener la menor idea de quién estaba hablando. Mariano sólo podía desear que no le hiciera más preguntas delante del chico.

Nahuel le tendió la mano a Ragolini sonriendo. —Vos sos Lalo Ragolini, el dueño de Vector, ¿no?

Mariano lo hubiera abrazado, sabiendo que ese pequeño gesto había restaurado un poco el ego del empresario.

Bajaron todos del ascensor y el chico se adelantó a cruzar las puertas del spa y la pileta, donde el guardaespaldas los detuvo, les pidió que esperaran y entró solo. Ragolini espió por los círculos traslúcidos de las puertas dobles que acababan de cerrarle en la nariz. ¡A él!

—¿Quién es esa mina que nombraste? —preguntó.

Mariano esbozó una sonrisa paciente. —La cantante de MØRE, "mi bandita".

Ragolini vio al de seguridad cruzar el amplio solárium cubierto con toda la parsimonia del mundo hasta el otro extremo, donde estaba la única mesa ocupada. Otro guardaespaldas se puso de pie al verlo venir y se adelantó hacia las puertas, a montar una guardia innecesaria pero ostentosa, para que a los invitados ni se les ocurriera tratar de mandarse solos.

Había una mina en una reposera entre la mesa y la pileta, y otra sentada a la mesa con alguien que de lejos parecía Ray Finnegan. El pibe amagó a tirarle la guitarra a Finnegan, que casi se paró de un salto, y luego se la entregó riendo. En ese momento, Ragolini vio que el propio Stewie Masterson salía de la pileta, se acercaba al pibe por detrás y lo apresaba con ambos brazos. Forcejearon, intercambiaron un par de trompadas amistosas y Masterson consiguió empujarlo al agua. Se zambulló de cabeza tras él para seguir jugando.

Ragolini sintió que la comprensión le caía como una piedra en la cabeza. Una piedra grande.

—¿La mina de tu bandita está acá?

Mariano asintió, siempre con la misma paciencia maternal, viendo que el guardaespaldas le entregaba su tarjeta a Finnegan y el guitarrista le gritaba algo a Masterson.

—Está acá... ¿con ellos?

—Claro, Lalo, ¿o no te acordás por qué aceptaste producirlos? Por eso arreglé esta reunión, así firmamos todo de una sola vez.

El guardaespaldas junto a Finnegan giró y asintió. El que estaba junto a las puertas se asomó y los invitó a pasar.

Mientras cruzaban el solárium hacia la mesa, Ragolini vio que Ray Finnegan seguía las indicaciones de la mina para tocar algo que ella tarareaba. Ella estaba en bikini y camiseta, los pies descalzos apoyados en otra silla como si fuera la dueña del hotel.

Y Ragolini comenzó a sospechar que aquello era aún más grande de lo que había pensado en un principio. Porque ahí estaba él, que era quien era (como Dios pero de Boca, viste), obligado a esperar afuera como el cartero, mientras ella tocaba con Finnegan y Masterson jugaba con su hijo. Y se le ocurrió que en realidad había sido una buena movida que Mariano se hiciera cargo de "la bandita".

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now