51. Quién Cuidará de Ti

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La vio venir inclinada hacia adelante contra las ráfagas sesgadas de viento y lluvia, casi huracanadas, que le impedían cubrirse con la capucha; los hombros encogidos, la cara oculta hasta la nariz tras el cuello de su chaqueta. Al menos se había abrigado para salir.

Stu fue al baño por una toalla y la recibió con las manos en las caderas y una mueca reprobadora. Distaba de estar enfadado, pero alguien tenía que llamarla al orden.

—Te despertaste —saludó C, la cara todavía medio oculta pero una sonrisa brillando en sus ojos.

Estaba hecha un desastre. Tan mojada que un charco comenzó a formarse bajo sus pies apenas se detuvo para cerrar la puerta, los dientes castañeteando de frío, el cabello enmarañado, la chaqueta, los jeans y los tenis chorreando agua.

Stu le cubrió la cabeza con la toalla y abrió la chaqueta, y C logró sacar las manos de los bolsillos para quitársela.

—Dónde mierda... —gruñó él.

—Sa-salí a caminar —replicó C cruzando los brazos, encogida de frío.

Al menos su sweater y su camiseta se veían milagrosamente secos. Al parecer la chaqueta la había protegido bien. Stu buscó en vano dónde colgarla, porque estaba tan saturada de agua que pesaba una tonelada. Al fin se dio por vencido y la dejó caer en el charco que se expandía en torno a C. Se agachó a desatarle los tenis.

—Maldita inconsciente —rezongó, quitándole un calcetín que debía pesar tres kilogramos—. Se supone que grabes las bases de voz de tu álbum en un par de días.

—Lo-lo sé. —C se apoyó en su hombro para alzar un poco el otro pie. Sonaba divertida.

—No parecería —la regañó Stu irguiéndose ceñudo, y le señaló el baño—. Ve a quitarte esta ropa. —Se hizo a un lado para dejarla pasar y la siguió sin suavizar su tono—. No puedes arriesgarte a caer enferma y perder la voz.

En el baño la halló intentando abrir su jean, pero sus manos estaban tan ateridas y el jean tan mojado, que no lograba quitárselo.

Stu abrió la ducha y le indicó que se acercara. C obedeció, estremeciéndose de frío cuando él le quitó el sweater.

—¿Cómo sientes el suelo? ¿Frío o tibio? —le preguntó Stu luchando con los botones del jean, que parecían encajados en ojales de madera.

—Más bien tibio, ¿por qué? —respondió C, y volvió a sonreír mirándolo bajarle los pantalones a tirones.

—¡Maldición! Eso es cuánto frío has cogido. —Stu la enfrentó, siempre ceñudo—. ¿Qué esperas? Métete al agua. Y te quedas allí hasta que recuperes tu temperatura corporal.

—Eres adorable —sonrió C. Se quitó la camiseta y se apresuró dentro de la ducha.

—Calla y ponte bajo el agua caliente —gruñó Stu, viéndola terminar de desvestirse tras la mampara opaca. Y resopló cuando la respuesta de C fue enviar a volar su sostén por encima de la mampara.

—¿Vienes?

Él atrapó el sostén antes de que aterrizara en su cabeza, exasperado. —No. Iré a prepararte algo caliente de beber.

—De acuerdo. Ve, déjame sola. No importa. Ya me las arreglaré.

Stu dejó caer el sostén viendo a C encogida bajo la ducha, los brazos cruzados otra vez, la cabeza gacha. Volvió a menear la cabeza y dio media vuelta para salir del baño. La puerta dejó escapar una bocanada de vapor al abrirse y cerrarse.

Un minuto después, Stu estrechaba a C entre sus brazos bajo la ducha.

Ella apoyó las manos en su cintura y la cabeza en su hombro. Stu sintió los labios fríos contra su cuello cuando habló en un murmullo.

A Este Lado - AOL#2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora