82. Instrucciones Para Tener Novia

59 19 5
                                    

C propuso caminar un poco antes de dirigirse al hotel y pasearon sin apuro por la orilla del río, con Brian siguiéndolos a varios pasos, hacia el Puente de la Mujer, que se tendía estilizado sobre las aguas oscuras y silenciosas. Caminaban en silencio, de la mano, mientras los ojos de Stu vagaban por las luces y los contornos de la ciudad.

Antes de salir había hablado con su abogado. Jen no lo había contactado, tampoco ningún representante legal en su nombre, y nada indicaba que estuviera preparándose para pedir el divorcio. En cambio, el abogado le había sugerido que lo iniciara él, porque ya era tiempo de ordenar ese aspecto de su separación. Y había ido tan lejos como insinuar que en caso de estar interesado, tal vez pudiera pelear la tenencia de sus hijas. Stu se había negado rotundamente. ¿Separar a las niñas de su madre? ¿Por qué querría hacer algo así?

Antes de despedirse le había preguntado si estar o ser visto con otra mujer podía tener consecuencias legales negativas para él. Su abogado lo había descartado sin vacilar. La propia Jen estaba en pareja abiertamente hacía varios meses, de modo que no podría utilizar algo así en su contra.

A continuación había llamado a sus hijas, todavía pensando en esa conversación. Y se había quedado de una pieza cuando, de la nada, Elizabeth le había reclamado que tuviera novia. Su mamá tenía novio, así que él tenía que encontrarse a alguien, porque ni a ella ni a su hermana les parecía bien que estuviera solo.

Para ahorrarle tiempo, ellas ya habían estado buscándole candidatas, y habían llegado a la conclusión de que C era la mejor opción. Porque era simpática y hacía música como él. Y porque era la madre de Nahuel, por supuesto. Elizabeth le explicó que como Sudamérica queda cerca de Buenos Aires, podía aprovechar la gira para ir a ver a C de nuevo y pedirle que fuera su novia. Y le pidió que les avisara cuando ella aceptara.

En otro momento, Stu se hubiera muerto de risa y de ternura con el tono decidido en que su hija mayor le hiciera su planteo, mientras la menor asentía vigorosamente para demostrar que estaba de acuerdo.

En otro momento.

Esa noche enmudeció sorprendido, preguntándose por qué de pronto todo parecía trabajar para allanar su camino y empujarlo en la misma dirección. Que por rarísima ocasión coincidía con lo que él se sentía inclinado a hacer.

De todas formas, prefirió evitar malentendidos con sus hijas.

—Así que ustedes quieren que tenga novia, y les gustaría que fuera C.

—Sí, C nos cae bien, y estoy segura que será una buena novia.

—C nos cae muy bien, papi.

—Tienes que invitarla a salir, papá. Una cita. Llévala a un lugar bonito, regálale flores y pídele que sea tu novia.

—Muy bien. —Stu se debatía entre la ternura que le causaban los consejos de Elizabeth y la alarma porque a los siete años supiera tan bien cómo solían ir esas cosas.

—Creo que le gustan los jazmines —dijo Melody Star.

—Le gustan los lirios —la corrigió Elizabeth.

—Los jazmines. Recuerdo que dijo jazmines.

—¡Y yo recuerdo que dijo lirios!

—Está bien, chicas, ya entendí: flores.

—Sí, regálale flores y baila con ella, papá. Algo romántico. Y entonces le preguntas.

—¿Cuándo volverás a verla, papi?

—De hecho, cenaré con ella esta noche.

Las niñas aplaudieron entusiasmadas.

—¡Perfecto! Entonces debes hacerlo hoy, papá. Después de cenar.

—¿Y si C me gusta como amiga, pero no lo suficiente para que sea mi novia?

—Vamos, que te gusta —replicó Elizabeth—. O no hubieras viajado tan lejos para conocerla.

Stu rió para no admitirlo en voz alta. —¿Y si dice que no?

¡No puede decir que no! —exclamó Melody alarmada.

—C dirá que sí. Si ves que vacila, cántale una canción. Le encantan tus canciones.

—Papi sólo canta canciones de amor para mami.

—No importa —dijo Stu para evitar otra discusión entre ellas—. Ya buscaré una canción si es necesario.

—¿Entonces le pedirás que sea tu novia?

—¿Esta noche?

—No lo sé, chicas.

—No te preocupes por nosotras, papá. No se lo contaremos a nadie —dijo Elizabeth, y Melody hizo gesto de boca cerrada—. Será nuestro secreto.

—¡Sí! ¡Nosotras te guardaremos el secreto, papi!

—Pero debes hacerlo.

—¡Esta noche!

—Promételo, papá.

Stu acabó asintiendo con una sonrisa. —Está bien, está bien, lo haré —dijo, y las exclamaciones de alegría de sus hijas cubrieron sus últimas palabras.

A Este Lado - AOL#2Where stories live. Discover now