Una estudiante de la Academia de la Verdadera Cruz como cualquier otra. Hay algo oculto en ella, algo extraño que no tiene nada que ver con que sea una aprendiz de Exorcismo, ni con su estrafalario aspecto, ni con que uno de sus ojos no esté a la...
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Muy a pesar de haber tenido tan corta edad, aquello no debió haber sido una excusa para que Kaede con cinco años tuviera tan difusa la idea de lo que era estar bien o estar mal. Durante toda su corta vida nada había sido demasiado estable para poder sentirse segura en donde estuviera pues en su propia casa cualquier cosa que hiciera podía tener una consecuencia o pasar desapercibida, y lo mejor era pasar desapercibida para que su padre no se enfadara con ella como en esa ocasión.
—Cualquiera diría que ser mitad demonio te debería hacer un poco más inteligente pero veo lo que solo eres más estúpida que un humano promedio —bufó aquel hombre completamente enfadado mientras cerraba en torno a las muñecas y tobillos de la niña unos grilletes con cadenas de acero de damasco una vez estuvo sentada en el interior del armario—. Espero que unas tres horas aquí te den mas ganas de repetir la gracia que hiciste hoy.
—D-duele—musitó la niña tratando de contener su llanto al menos hasta que su padre se fuera.
—Solo agradece que no te dejo toda la noche pues con la media hora que voy a tener que pasar limpiando la sopa que derramaste merecerías quedarte aquí hasta que aprendas a comportarte—siguió riñéndola el mayor con enfado contenido antes de cerrar la puerta del armario con llave saliendo de la habitación.
Una vez los pasos de Raiden se alejaron, Kaede finalmente se dejó ir en llanto luego de contenerse para que su padre no se enfadara aun más pues se enojaba mucho cuando la escuchaba llorar. Las cadenas de hierro de damasco provocaban que su piel ardiera y sabía que una vez saliera tendría que echarse suficiente agua si quería que las quemaduras se sanaran más rápido , quizás luego que su padre se calmara él le ayudara a lavarse las quemaduras.
Para Kaede todo había sido bastante incierto desde la infancia y el humor cambiante se su padre era algo a lo que estaba acostumbrada y habia aprendido a actuar según la situación para que el castigo fuera mas llevadero: no llorar frente a él si podía evitarlo, no hablar mucho si él parecía estar de mal humor y tampoco quejarse demasiado durante el castigo pues sus heridas se curarían rapido de todas maneras.
Pero Raiden Takahashi era tan impredecible que puede que todo pareciera estar bien pero cuando menos lo esperaba era posible que acabara enojándose de la nada, como una ocasión en que él la estaba ayudando a lavarse el cabello a los seis años en una bañera, aparentemente tranquilo sin decir mucho hasta que de pronto se detuvo con expresión sombría.
—Decidí tenerte pero en realidad no te quiero y jamás podría quererte, lo entiendes ¿verdad? —le dijo en voz baja antes de llevar las manos al cuello de la infante.
—¿Pa...?
Sin tener tiempo siquiera de imaginar lo que iba a ocurrir, Raiden simplemente hundió a la niña en el agua mientras ejercía presión sobre su garganta con la respiración agitada en medio de su ataque de cólera mientras ella empezaba a tragar agua inevitablemente en su intento por respirar.
